Prince resucita por partida triple
El m¨²sico se hace visible con dos discos, uno con su nombre y otro con un tr¨ªo femenino. Tras reconciliarse con Warner, prepara la reedici¨®n de ¡®Purple Rain¡¯
Grandes movimientos s¨ªsmicos en el Planeta Prince. Y conviene contarlo paso a paso, para que nadie se lie. El pasado a?o, Prince toc¨® en teatros con su tr¨ªo femenino de rock duro, 3rdeyegirl. El primer resultado discogr¨¢fico es Plectrumelectrum, inicialmente comercializado por canciones sueltas, a la venta en Internet.
Respecto a los conciertos con las chicas, se anunciaban con escasa antelaci¨®n. Una t¨¢ctica guerrillera que no siempre funcion¨®: convoc¨® por Twitter un show en la Manchester Academy el pasado 21 de febrero¡que fue suspendido cuando se comprob¨® que s¨®lo 100 personas acudieron, dispuestas a pagar 70 libras esterlinas (90 euros). A Prince le gusta hacer apariciones entre sus seguidores, como las famosas citas nocturnas ¨Ca 30 d¨®lares (24 euros) por cabeza- en su complejo de Paisley Park, en Minneapolis, que pueden convertirse en concierto¡o terminar sin nada que rese?ar.
Silenciosamente, tambi¨¦n tom¨® una decisi¨®n importante: volver a tratar con las detestadas multinacionales. Public¨® Fallinlove2nite, un dueto pegajoso hecho con Zooey Deschanel, la actriz twee que tambi¨¦n canta en She & Him. Lo edit¨® Epic Records, una subsidiaria de Sony. El imperio japon¨¦s, sin embargo, ten¨ªa experiencias negativas con Prince: en 2007, contrat¨® la distribuci¨®n mundial del ¨¢lbum Planet Earth¡sin saber que el cantante hab¨ªa pactado simult¨¢neamente regalarlo con el The Mail on Sunday brit¨¢nico. Caus¨® consternaci¨®n en la discogr¨¢fica, aunque la jugada fue perfecta para Prince: ayud¨® a vender las 420.000 entradas de sus 21 conciertos en el O2 Arena londinense. En 2010, repetir¨ªa la jugada a escala europea, con 20Ten.
Desde hace veinte a?os, Prince mantiene su organizaci¨®n con los beneficios de los directos. Sus lanzamientos discogr¨¢ficos han sido err¨¢ticos: parec¨ªan no responder a ning¨²n plan coherente. Probaba brevemente con compa?¨ªas grandes, que pretend¨ªan echarle el anzuelo para un contrato de larga duraci¨®n, o editaba discos por su cuenta. Durante una temporada, crey¨® que Internet le permitir¨ªa llegar directamente al consumidor pero ese canal se frustr¨® debido a deficiencias t¨¦cnicas y precios altos.
En los ¨²ltimos tiempos, se manifest¨® desencantado con la Red. Lo que no significa que desaproveche su potencial promocional pero se resiste a perder el control sobre su obra: tiene a un equipo de sabuesos rastreando la red global, para eliminar v¨ªdeos y canciones subidos sin su permiso. Para evitar las tentaciones, instaur¨® una r¨ªgida prohibici¨®n de m¨®viles y tabletas en sus conciertos. E incluso se querell¨® contra las p¨¢ginas web de algunos fans apasionados, una acci¨®n potencialmente tan contraproducente que termin¨® con un paso atr¨¢s de sus abogados.
El pasado abril, dej¨® boquiabierto al mundo musical con su ¨²ltima pirueta. Lo ten¨ªa bien guardado: ni siquiera lo sugiri¨® en su ¨²ltima de sus raras entrevistas, con la revista Mojo, publicada dos meses antes. Hac¨ªa las paces con Warner Music, la misma empresa que, seg¨²n ¨¦l, le hab¨ªa tratado como ¡°un esclavo¡±. De rebote, recordar¨¢n, aquel disparatado intento de cambiar su nombre por un signo, que oblig¨® a rebautizarle como ¡°el artista anteriormente conocido como Prince¡±, el inicio del enfriamiento del gran p¨²blico, que empez¨® a sospechar que estaba tan seriamente tocado como Michael Jackson.
Sin embargo, dure lo que dure la luna de miel, reconciliarse con Warner tiene todo el sentido del mundo. Supuestamente, el pacto incluye la transferencia de la propiedad de los masters de los discos cl¨¢sicos a su creador. A diferencia de otros veteranos, Prince nunca ha movido su cat¨¢logo hist¨®rico, una opci¨®n profesional que ¨Cdejando aparte los obvios beneficios econ¨®micos- permite elevar el estatus de una figura y multiplicar su p¨²blico con el acercamiento a generaciones que no vivieron su momento ¨¢lgido.
Ocurre que Prince es el perfecto artista para la era de las grandes cajas, de las ediciones remasterizadas y expandidas: extremadamente prol¨ªfico durante los ochenta, almacenaba canciones in¨¦ditas a la vez que compon¨ªa y produc¨ªa para otros artistas, sin olvidar los conciertos en que se alejaba de las versiones can¨®nicas. La primera inmersi¨®n en ese oc¨¦ano ser¨¢ la reedici¨®n de Purple rain, el disco (y pel¨ªcula) que le elev¨® a la categor¨ªa de superestrella en 1984.
Constre?ido por las limitaciones t¨¦cnicas de los elep¨¦s, la banda sonora de Purple rain duraba 44 minutos. No recog¨ªa, por ejemplo, los temas de The Time, sus din¨¢micos competidores en la pel¨ªcula. Ese mismo a?o produc¨ªa un excelente disco del grupo (Ice cream castle) o The glamorous life, el estreno de la percusionista-cantante Sheila E. Recuperarlos ayudar¨ªa a redondear nuestra imagen de la m¨²sica que Prince creaba en 1984.
Pero no se f¨ªen. La l¨®gica del admirador completista no funciona con Prince. Ninguna l¨®gica, en realidad. Vean los dos nuevos lanzamientos, que salieron ayer. Ninguno lleva en el exterior los t¨ªtulos de las canciones incluidas, un error de primero de marketing o una muestra del fabuloso ego del personaje: ¡°compraran autom¨¢ticamente cualquier cosa que edite¡±. Hasta puede que se trate de pura perversidad: Plectrumelectrum lleva un librito con letras y fotos, mientras el disco que concentrar¨¢ la atenci¨®n, Art official page, que s¨ª muestra su cara en la portada, no aporta m¨¢s que la informaci¨®n b¨¢sica.
Art official page ofrece esencialmente funk digital, apenas afeado por las r¨¢fagas de rap (un arte que Prince no domina) y algunas voces tipo Pitufos. Hay momentos er¨®ticos que hacen pensar que ha echado por la borda algo del puritanismo que acompa?¨® su conversi¨®n en Testigo de Jehov¨¢. Aparte de un arranque circense, la pieza que da t¨ªtulo al ¨¢lbum, se incluyen intrigantes recitados femeninos que insin¨²an una atracci¨®n por la ciencia ficci¨®n tipo Matrix.
Hay menos sorpresas con Plectrumelectrum. Contiene rock pesado, tocado por ese tipo de instrumentistas perfectamente instruidos, que en un segundo cambian de ritmo o se ponen en onda funky. Como contraste, se cuelan baladas entre pop y R & B y un tema de hip-hop. Al estar firmado todo por Prince y 3rdeyegirl, urge resistirse a la tentaci¨®n de atribuirle las cr¨ªticas a la pobreza o los alardes feministas: ¡°una chica con guitarra es doce veces mejor/ que otra loca banda de chicos/ que intentan ser estrellas cuando no pasan de/ otro ladrillo en el mis¨®gino muro de ruido¡±.
En realidad, lo que tenemos son simplemente dos caras de un virtuoso del transformismo. No se puede decir que Prince haya vuelto a aterrizar en la Tierra pero s¨ª que hoy est¨¢ m¨¢s cerca de la raza humana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.