A solas dentro de la Gran Pir¨¢mide
Ins¨®lita y claustrof¨®bica presentaci¨®n de la ¨²ltima novela de Javier Sierra en el coraz¨®n del gran monumento del fara¨®n Keops en Giza
¡°Bienvenidos al m¨¢s all¨¢¡±, saluda el novelista en el p¨¦treo y sofocante coraz¨®n de la Gran Pir¨¢mide. All¨ª dentro cuarenta siglos nos contemplan y lo que ven no debe parecer tan vistoso como las tropas de Napole¨®n alineadas para pasar revista mientras el corso les soltaba su gran frase (¡°desde lo alto de las pir¨¢mides¡±, etc¨¦tera). Somos solo, adem¨¢s del autor, tres periodistas, la editora y un fot¨®grafo, sudados hasta lo indecible y bastante agobiados tras arrastrarnos encorvados por el estrecho pasaje ascendente y avanzar luego por la impresionante Gran Galer¨ªa hasta llegar a la c¨¢mara del rey, en el mismo centro de la enorme mole, donde est¨¢s rodeado por dos millones y medio de bloques de piedra y mucho misterio, lo que resulta opresivo si lo piensas con detenimiento y adem¨¢s sufres de claustrofobia. El hecho de que el ¨²nico mobiliario de la c¨¢mara consista en un sarc¨®fago tampoco invita a relajarse. No va a ser adem¨¢s, ay, una visita r¨¢pida.
Estamos en la milenaria y sobrecogedora estancia de granito para la ins¨®lita presentaci¨®n de la nueva novela de Javier Sierra La pir¨¢mide inmortal (Planeta) en la que el escritor recrea con mucha imaginaci¨®n el legendario episodio de la visita de Napole¨®n al monumento. Seg¨²n se cuenta, Bonaparte pas¨® una noche a solas dentro de la pir¨¢mide y, tras salir muy p¨¢lido (nosotros no vamos a salir mejor), siempre se neg¨® a explicar lo que le hab¨ªa sucedido. ¡°?C¨®mo os ha ido, Sire?¡±. ¡°Quita, quita Murat, que no te lo ibas a creer¡±. En el libro, el general y futuro emperador se somete durante la singular velada a un viejo y peligroso ritual egipcio que incluye meterse en el sarc¨®fago de Keops, algo que el propio Sierra, voluntarioso, no descarta hacer para la foto. En realidad, lo de la visita napole¨®nica es un asunto controvertido. Es cierto que Bonaparte estuvo fuera pero parece que declin¨® entrar cuando le dijeron que deb¨ªa ponerse a cuatro patas. En cambio, trep¨® hasta lo alto de la Gran Pir¨¢mide -algo que en la actualidad est¨¢ prohibido- para observar las vistas, arrastrando con ¨¦l a dos de los sabios de su expedici¨®n a Egipto, Gaspard Monge y Claude-Louis Berthollet, con los que comparti¨® all¨¢ arriba una botella de brandy. Sierra no ha tenido el detalle de traer bebidas espiritosas a la aventura, lo que se hubiera agradecido, pero en cambio no para de dar informaci¨®n sobre las asfixiantes entra?as de la pir¨¢mide y soltar algunas frases que, sinceramente, uno preferir¨ªa no escuchar aqu¨ª adentro, como ¡°la muerte no es el final, es solo el principio¡±, que suena a cita de The mummy returns. Para compensar, me regocijo secretamente observando que calza botas Panam¨¢ Jack y debe sufrir un calor de mil demonios.El gran Petrie, que estuvo una temporada investigando los recovecos de la pir¨¢mide y luchando con los murci¨¦lagos, acab¨® trabajando en calzoncillos.
El novelista, que afirma haber pasado ¨¦l tambi¨¦n, como Bonaparte, una noche solo en la Gran Pir¨¢mide ¨Cen 1997, tras sobornar a los vigilantes-, se mueve muy h¨¢bilmente entre la egiptolog¨ªa y la fantas¨ªa y con mucha vista comercial aprovecha las inc¨®gnitas que a¨²n hoy presenta este inconmensurable (pero tan medido) ¡°enigma en piedra¡±. Las detalla en la c¨¢mara del rey, en la que nos hallamos el peque?o grupo inquietantemente a solas, pues son escas¨ªsimos en estos tiempos los turistas en El Cairo, como en todo Egipto, pese a que las estad¨ªsticas reci¨¦n publicadas por el Gobierno aseguran que el turismo aument¨® este julio un 15,8 % con respecto a 2013. Estar¨¢n todos en las playas de Hurghada y Sharm el Sheik. En fin, en el fondo es mejor visitar la Gran Pir¨¢mide en la intimidad; las cosas se pueden poner peor si te encuentras un pelot¨®n de japoneses embotellados en el angustioso pasaje ascendente o, ?no lo permita Osiris!, una alemana gorda atascada.
El escritor afirma haber pasado una noche en la c¨¢mara del rey como Napole¨®n
En la c¨¢mara, Sierra recuerda que el sarc¨®fago ("tanque de inmortalidad", lo denomina) tuvo que ser colocado antes de que se acabara la pir¨¢mide, pues no pasa por el pasillo de entrada. Habla de las c¨¢maras de descarga por encima de nuestras cabezas, en las que han aparecido las ¨²nicas inscripciones del monumento (grafitos de los obreros). Y? se?ala que los dos misteriosos peque?os pasajes que se abren en sendos muros, conocidos como ¡°conductos de ventilaci¨®n¡± -aunque ¨¦l los denomina "psicoductos"-, quedan a la altura del sexo masculino (ser¨¢ el suyo porque en este intimidante lugar los mortales comunes permanecemos m¨¢s bien retra¨ªdos), ¡°como si hubieran servido para fecundar la pir¨¢mide¡±.
Las esperanzas de salir r¨¢pido del lugar se desvanecen cuando un colega saca el bol¨ªgrafo y el bloc y le pregunta al escritor c¨®mo se hicieron las pir¨¢mides. El novelista est¨¢ explicando la teor¨ªa de que la Gran Pir¨¢mide era un lugar de culto en el que se celebraban peri¨®dicamente ceremonias relacionadas con la muerte y resurrecci¨®n del fara¨®n cuando entra un grupo de seis mujeres en la c¨¢mara y empiezan a hacer movimientos y gestos extra?os, imponi¨¦ndose las manos unas a otras, tocando de manera reverencial el sarc¨®fago con los ojos en blanco o apoyando la frente en las paredes. Es para ponerle a uno los pelos de punta. Son de una congregaci¨®n mexicana que cree en los poderes espirituales y regeneradores de la pir¨¢mide y en que ¨¦sta es una ¡°puerta¡± que puede abrirse a otra dimensi¨®n. El propio Sierra ¨Cy mira que tiene tablas- parece turbado. Nos lanzamos todos fuera sin esperar a ver qu¨¦ pasa y embocamos acuclillados el angosto pasaje ascendente (ahora descendente) en riguroso orden de llegada. En el exterior, nos recuperamos mientras nos ofrecen profusamente camellos y caballos (la meseta, tras la ca¨ªda de Zahi Hawass al frente del servicio de antig¨¹edades, vuelve a estar llena de monturas). Qu¨¦ apasionante es Egipto, pienso envalentonado, a la luz del sol. Y entonces Sierra, incorregible, propone continuar la jornada con una visita a la tenebrosa y mef¨ªtica pir¨¢mide roja de Dashur¡
Babelia
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