Romeo (e-book) & Julieta (book)
'Sex with strangers' trata del dilema entre libro electr¨®nico e impreso. ?Es el formato el mensaje?
Sex with strangers, la obra de Laura Eason, celebrada por la cr¨ªtica y el favor del p¨²blico en Nueva York este verano, nos propone, con agudeza (tomando en serio a sus personajes) y sin sentimentalismo (con respeto por su p¨²blico), considerar la opci¨®n entre el libro electr¨®nico, supuestamente una virtud del futuro, y el libro impreso, se supone que el ¨²ltimo ladrillo de la modernidad que termina.
Est¨¢ claro, y la autora lo sabe, que si el dilema solo fuese optar entre uno y otro, no habr¨ªa drama. Sabemos que no son incompatibles, que el libro electr¨®nico es una herramienta de trabajo, una fuente inmediata de referencias, pero que el libro impreso es una fuente de reflexi¨®n cr¨ªtica, de saberes formales y estables, que son la base de cualquier investigaci¨®n. El primero es un art¨ªculo de fe, el otro un producto de saberes probados.
Suelo preguntar a los estudiantes: si el mismo libro tiene dos formatos, el e-book y el libro impreso, ?c¨®mo elegir? Ellos han resuelto por su cuenta ese dilema: el formato, responden, lo dicta la necesidad.
Necesito, por deformaci¨®n profesional, un marco te¨®rico. Y deportivamente elaboro la teor¨ªa de que, en este trance de futuro que compartimos, el formato es el mensaje. ?Tiene usted el copyright de esa tesis? No, respondo, las ideas no son de nadie, son de Amazon.
En todo caso, la obra nos presenta a una escritora (Anna Gunn, la esposa de Walter en Breaking bad, personaje que le vali¨® ¡°clubes de odio¡± y amenazas de muerte), quien espera con temor y convicci¨®n la posible publicaci¨®n de su novela; y a un escritor (Billy Magnussen), que es ya un narrador famoso entre el p¨²blico digital gracias a sus confesiones, esc¨¢ndalos y dem¨¢s bioelectr¨®nica. Ella es una novelista que agoniza en la duda, ¨¦l un fabulador que alimenta sin escr¨²pulos a su tribu blogera. Ella escribe en la sombra, ¨¦l a la luz de la pantalla. El teatro es el espacio favorito de los extremos que se aman.
?C¨®mo elegir? El formato lo dicta la necesidad
La obra discurre placenteramente con la creciente celebraci¨®n de un p¨²blico f¨¢cilmente emotivo. Como en un set de televisi¨®n, el p¨²blico r¨ªe, irrumpe en aplausos, aprueba y suspira a coro. Pero pronto, la autora nos conduce a otro plano de la relaci¨®n amorosa: El sexo con desconocidos termina enfrentando a quienes terminan conoci¨¦ndose. Lo que ¨¦l no sab¨ªa de ella es lo que ignoraba de s¨ª mismo: la literatura no se debe solo a las luces de la far¨¢ndula literaria; y, a su vez, ella no sab¨ªa que ser un escritor de ¨¦xito puede acabar con su identidad ¨¦tica: su s¨²bito agente promotor no respeta a sus personajes, mucho menos a sus amantes. La fama, ya se sabe, consume como un borracho la casa del alma.
En una vuelta de tuerca magistral, ¨¦l secuestra el manuscrito de su novela y la hace publicar, contra su voluntad, por medio de su agente y con su editor, amaz¨®nico y chabacano. Ella enfurece, protesta, termina con ¨¦l. Pero ¨¦l le lee la primera rese?a elogiosa de alguien que, como suele ocurrir, no ha le¨ªdo el libro; y un narrador famosillo, aduce ¨¦l, ha reparado en la novela. Ella so?aba con un libro, ¨¦l le ofrece un mundo electr¨®nico.
El p¨²blico, en la sala, enmudece. Un quejido lastimero es su protesta de simpat¨ªa por la nueva chica enga?ada en Off-Broadway. Pero esa incomodidad expresa su emoci¨®n moral.
Con destreza y muchas tablas, la obra desnuda a los personajes bajo la luz incierta de un drama ¨¦tico. Quiz¨¢ es evidente que ella, aun si lo ama, no puede seguir con ¨¦l. Y no menos obvio es que ¨¦l, por primera vez puesto en duda por un artista genuino, busca probarle que el medio no es el mensaje.
Nunca las puertas han dado para tanto en una pieza, esta vez con br¨ªo y gracia. ?l le deja a ella la ¨²ltima palabra: cruzar esas puertas o cerrarlas. Las puertas abiertas, deducimos, dan al set electr¨®nico; las puertas cerradas, a la lectura del libro impreso. Uno pertenece al espacio p¨²blico; el otro, a la intimidad y la casa. El final lo decide cada espectador. No faltar¨¢ el cronista que, al borde de las l¨¢grimas, nos persuada de que Romeo y Julieta esta vez se casan, son felices y comen perdices.
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