T¨²nel del terror en las entra?as de Par¨ªs
Las catacumbas de la capital francesa constituyen una red subterr¨¢nea de 250 kil¨®metros que ha inspirado desde cl¨¢sicos de la literatura hasta el m¨¢s reciente cine de g¨¦nero
Se les suele distinguir de lejos, formando una cola kilom¨¦trica y esperando mucho m¨¢s de lo razonable para descender hasta una cripta donde se encontrar¨¢n cara a cara con sus mayores miedos. Hay quien ve en ellos la m¨¢xima ilustraci¨®n del masoquismo contempor¨¢neo. Decenas de turistas se amontonan cada d¨ªa en la entrada de las catacumbas de la Place de Denfert-Rochereau, que en su d¨ªa separaba a Par¨ªs de la periferia, para adentrarse en las entra?as de la ciudad, donde reposan cerca de siete millones de personas.
Suman m¨¢s de dos siglos de historia, pero la m¨®rbida fascinaci¨®n que despiertan no ha estallado hasta la ¨²ltima d¨¦cada. Hoy en d¨ªa, las catacumbas atraen a 300.000 visitantes cada a?o, cifra que se ha duplicado en los ¨²ltimos diez a?os. El Ayuntamiento de Par¨ªs acaba de ampliar sus horarios durante dos horas suplementarias para evitar desbordamientos en la fila, donde esos visitantes ¨Cgeneralmente j¨®venes y anglosajones¨C llegan a esperar hasta tres horas para acceder a la cripta, como ni?os haciendo cola para entrar en el t¨²nel del terror. Para visitar esta peculiar necr¨®polis, hay que descender veinte metros bajo tierra. Se debe tomar una escalera de caracol de 130 pelda?os en direcci¨®n a un subterr¨¢neo invadido por un silencio h¨²medo, y despu¨¦s avanzar en por un interminable pasillo, en direcci¨®n opuesta a la salida de socorro, que hasta los ochenta solo se pod¨ªa visitar a la luz de las velas. Al final de esta angustiosa traves¨ªa, uno se encuentra ante una mazmorra de pasillos estrechos, en la que cuesta no rozarse los codos con cr¨¢neos y f¨¦mures milenarios.
Las catacumbas fueron excavadas en tiempos medievales para extraer la piedra con la que se erigieron monumentos como Notre Dame o el Louvre. Durante el reinado de Luis XVI, ese vasto subterr¨¢neo de 250 kil¨®metros fue rellenado con cad¨¢veres trasladados desde una treintena de cementerios parisinos por motivos de insalubridad. Los despojos humanos desprend¨ªan un olor insoportable y las autoridades tuvieron que encontrar una soluci¨®n de urgencia. Hasta 1933, las autoridades siguieron exhumando restos mortales y deposit¨¢ndolos en este cementerio subterr¨¢neo.
Sus tortuosos pasadizos han sido terreno abonado para la inspiraci¨®n de los artistas. Han dado lugar a decenas de libros, pel¨ªculas, c¨®mics y videojuegos. La escritora Anne Rice ubic¨® en estas catacumbas las asambleas vamp¨ªricas de sus personajes, igual que despu¨¦s har¨ªa Disney, que convirti¨® esta cripta en refugio del protagonista de El jorobado de Notre Dame. Su poder de evocaci¨®n no ha decrecido. Para la conservadora jefa de las Catacumbas, Sylvie Robin, el hechizo encierra cuestiones profundas. ¡°Su atractivo responde a una interrogaci¨®n existencial. Todos sabemos d¨®nde vamos a terminar. El ¨¦xito entre los visitantes responde a la curiosidad humana respecto a un final inevitable¡±, analiza.
En la ¨²ltima d¨¦cada, los visitantes de la cripta se han duplicado y ya son 300.000
El Ayuntamiento rechaza las peticiones para filmar en su interior de forma sistem¨¢tica, pero existen excepciones. La ¨²ltima es la reci¨¦n estrenada As¨ª en la Tierra como en el infierno, cinta de terror donde seis personajes empe?ados en encontrar la piedra filosofal en el subsuelo de Par¨ªs. Sus responsables, los hermanos John y Drew Dowdle, autores del remake hollywoodiense de [REC], la definen como ¡°una pel¨ªcula de terror para nerds de la historia¡±. Para esquivar las restricciones del consistorio, redujeron su equipo a solo diez personas, incluidos los actores, y rodaron con peque?as c¨¢maras digitales que no requer¨ªan ninguna fuente el¨¦ctrica.
En su equipo tambi¨¦n figuraba una enciclopedia viviente de estas catacumbas: Gilles Thomas, historiador del subsuelo parisino y autor de varias gu¨ªas para visitarlo. ¡°Si fascinan al mundo entero, es porque permiten descubrir una topograf¨ªa congelada de la ciudad, ya que cada calle de la ¨¦poca ten¨ªa un doble subterr¨¢neo que se ha conservado intacto. Al bajar a las catacumbas, entendemos c¨®mo fue el Par¨ªs de la Revoluci¨®n¡±, afirma. Thomas revela que, desde su inauguraci¨®n, se convirtieron en atracci¨®n para el visitante. ¡°Desde 1809, fueron visitadas por los VIP de la ¨¦poca¡±, apunta. Por ejemplo, el conde de Artois (futuro Carlos X), Francisco I de Austria o Napole¨®n III. El m¨ªtico Nadar, pionero de la fotograf¨ªa, fue el primero en retratarlas a finales del siglo XIX, impresionado por las inscripciones f¨²nebres de las paredes. ¡°Desde su apertura, se utiliz¨® una puesta en escena deliberadamente macabra, que pretend¨ªa dar miedo al visitante¡±, explica Robin. Al entrar en el cementerio ¨®seo, un cartel da la bienvenida al visitante: ¡°?Alto! Este es el imperio de la muerte¡±.
'As¨ª en la Tierra como en el infierno¡¯ ha sido rodada en su interior
Los estratos hist¨®ricos se superponen en su interior. Otras marcas aluden a los d¨ªas de la Revoluci¨®n y a la ocupaci¨®n nazi. Sin contar con los grafitis de los ochenta, cuando 15.000 clandestinos empezaron a bajar a las galer¨ªas a trav¨¦s de alguno de los puntos de acceso al margen del circuito oficial (la parte visitable supondr¨ªa menos de un 10% del total). Crearon puntos de reuni¨®n y hasta una sala de cine. El fen¨®meno fue tal que hasta se invent¨® un neologismo ¨Ccat¨¢filos?¨C para definirlos.
Mucho antes, Victor Hugo ya convirti¨® el alcantarillado en escenario de Los Miserables, donde el subsuelo se convert¨ªa en elemento definitorio de la identidad parisina. ¡°Nada igualaba el horror de esta vieja cripta evacuatoria, aparato digestivo de Babilonia¡±, escribi¨® sobre el lugar. Por su parte, Alexandre Dumas pronostic¨® que, alg¨²n d¨ªa, los parisinos despertar¨ªan ¡°descubriendo el horror sobre el que duermen¡±, en referencia a un eventual desplome. La profec¨ªa se cumpli¨®. En 2003, una escuela del sur de Par¨ªs se derrumb¨® y termin¨® confundida con los escombros subterr¨¢neos. Las sorpresas se siguen produciendo. A principios de este a?o, las obras en la Place de la R¨¦publique tropezaron con uno de los b¨²nkeres secretos que se utilizaron durante la Liberaci¨®n. Los sublevados del Mayo del 68 quisieron levantar los adoquines esperando encontrar la playa. Si lo hubieran hecho, habr¨ªan dado con los cad¨¢veres de sus ancestros que reposan en las entra?as de la ciudad. A veces se oye decir, y no en vano, que Par¨ªs es una de las capitales mundiales de la neurosis.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.