All¨¢ arriba, el escritor total
"En cuanto te descuidas, te han trincado". La frase sale de la boca aparentemente serena pero volc¨¢nica de Chirbes
"En cuanto te descuidas, te han trincado".
Es, o deber¨ªa ser, la frase del d¨ªa, del mes, del a?o en el ¨¢mbito de la cultura espa?ola, "ese invento del Gobierno" que dir¨ªa San Rafael (S¨¢nchez Ferlosio, enti¨¦ndase), de esa dantesca marca espa?a (mejor as¨ª, con min¨²sculas) tan amiga de mentiras y planicies disfrazadas de solemnidad, tan de camarillas, tan de endogamias, tan de envidias y promiscuidades de cart¨®n piedra en cen¨¢culos y guateques, en privado, y luego tan cobardica y chivata en el espacio p¨²blico, que tambi¨¦n -sobre todo- son los medios de comunicaci¨®n.
La frase sale de la boca aparentemente serena pero transparentemente volc¨¢nica de Rafael Chirbes, que se acaba de llevar dos noticias, una buena y la otra mala, aunque son la misma, o sea, el Nacional de Narrativa. La mala: la preocupaci¨®n por el y ahora qu¨¦ m¨¢s digo yo en las entrevistas, si ya lo he dicho casi todo. Y la buena: la evidencia de que a nadie le amarga un dulce en forma de 20.000 euracos, y menos que a nadie a alguien que como Chirbes vive all¨¢, monte arriba, a caballo entre dos casitas algo vetustas y muy inquietantes, entre naranjas y libros, apagando clandestinos fuegos de brasero (uno puede dar fe de ello: cinco horas echando agua al contenedor donde los rescoldos porfiaban en su misi¨®n, que no era otra que alertar a los guardias o a los bomberos, para tragedia de Chirbes, que iba y ven¨ªa con la manguera como alma que llevaba el diablo: an¨®tese que el periodista hab¨ªa ido hasta el remoto Beniarbeig para entrevistarle por su novela titulada... Crematorio).
Es de una l¨®gica sin fisuras. "En cuanto te descuidas, te han trincado". As¨ª que Chirbes, en la estirpe contradictoria de Gald¨®s, pero tambi¨¦n de Lobo Antunes, en la l¨ªnea enemiga pero no incompatible de los contadores y de los orfebres, nunca se descuida. Estrujar las zonas grises que tienen que ver con la inteligencia pero tambi¨¦n con lo le¨ªdo, lo vivido, lo visto y o¨ªdo, para ver si este predicado explota adecuadamente detr¨¢s de ese sujeto, o para que quede claro que tal o cu¨¢l peque?o drama antecesor de dramas inacabables (Mimoun, La buena letra, Los disparos del cazador...) no es un ejercicio de tristezas desbocadas -y por lo tanto m¨¢s f¨¢ciles de practicar a nivel literario- sino una matem¨¢tica de vidas, gentes, putadas que traer¨¢n como consecuencia novelas sin parang¨®n en la actual literatura espa?ola.
Porque nadie escribe aqu¨ª con la libertad, pero tambi¨¦n con el contrato moral, de Rafael Chirbes. O esa sensaci¨®n da. Ah, el sujeto y su predicado y la correcta conjunci¨®n de ambos, algo tan evidente, algo tan escaso. Y en su literatura, lo que parece estallido es reflexi¨®n, lo que se dir¨ªa espont¨¢neo es producto de un comerse el coco hasta los extremos de lo concebible. Y a veces ladra un perro, o los perros, y a veces cae un g¨¹isquito, o los g¨¹isquitos, para que Rafael Chirbes y su voz aparentemente cascarrabias, cristalinamente entra?able por la v¨ªa de lo vulnerable, dejen el teclado, la silla, y paseen sus dudas entre las naranjas, los libros.
Porque Chirbes vive en una casa y sus libros, en otra. Y as¨ª viven en paz, al no mediar las habituales y temibles jaranas de la convivencia. Separaci¨®n de poderes. Aunque no pueden vivir el uno sin los otros y muy probablemente viceversa.
Dicen muchos por ah¨ª, sin desmayo, que En la orilla es algo as¨ª como la gran novela de la crisis econ¨®mica espa?ola. El problema de tan reduccionista estribillo es que ya se utiliz¨® como faj¨ªn conceptual de su anterior libro, el no menos monumental y no menos conmovedor, y feroz,?Crematorio.?Pero ocurre que, pese a surcar los mares paralelos del pelotazo a lo grande y el pelotacito miserable -cuando no las ganas de darlo, porque casi todos somos un poco italianos en eso: votamos a los berlusconis planetarios un poco porque querr¨ªamos serlo en nuestra aldea- estos dos novelones no tienen tanto que ver, ni siquiera tienen mucho que ver. All¨ª, los trincones se quedan solos y rumian derrota y muerte porque han insistido en ello como campeones. Aqu¨ª, pobres diablos echan la persiana de sus tenderetes porque la cosa no da para m¨¢s, e igual rumian derrota y muerte.
Pensar que alguien tan laber¨ªntico y tan complejo como Rafael Chirbes ha escrito las dos grandes novelas de la crisis es como creer que Camus escribi¨®?Los justos porque le gustaban las historias de buenos y malos. Chirbes ha retratado otra cosa, sin propon¨¦rselo... o, una vez m¨¢s, esa sensaci¨®n da: el medio siglo de destrozo moral de un pa¨ªs llamado Espa?a, que eso s¨ª que es Marca Espa?a. Pero claro, solemnes y morrocotudas f¨®rmulas como esa -"el destrozo moral de un pa¨ªs"- pueden sonar repelentes y falsas si no hay debajo una obra que las sustente.
En la orilla. Crematorio. Pero tambi¨¦n La larga marcha, La ca¨ªda de Madrid, Los viejos amigos. Los mundos de Rafael Chirbes. El escritor total.
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