Cotillear bien
La cr¨®nica de sucesos m¨¢s o menos escabrosos y el cotilleo poseen un grado de adicci¨®n en los espectadores televisivos que resulta revelador del alma humana
La cr¨®nica de sucesos m¨¢s o menos escabrosos y el cotilleo poseen un grado de adicci¨®n en los espectadores televisivos que resulta revelador del alma humana. El miedo, rasgo natural, se alimenta con las tragedias cotidianas, y cuanto m¨¢s viles y salvajes resultan, m¨¢s nos convencen de que ese miedo es una reacci¨®n inteligente, y no penosa, al mundo que nos rodea. El cotilleo alimenta otra adicci¨®n: la necesidad de escrutar a los dem¨¢s. Condenados a ambos contenidos, ser¨ªa bueno que se ejecutaran de manera m¨¢s digna. La cr¨®nica de sucesos aliment¨® durante un par de siglos alta literatura que, pese a ser popular y de adicci¨®n f¨¢cil, alcanz¨® cotas de enorme talento. En el cotilleo parecemos condenados a un llamativo juicio moral siempre reaccionario.
La primera cuesti¨®n fallida del cotilleo es la elecci¨®n de personajes, que suelen ser previsibles y primarios. Los programas m¨¢s interesantes de cotilleo tienen siempre el defecto de estar dedicados a una panoplia de personajes a los que se trata como al payaso de feria, de quien no se solicita una gracieta porque tan solo sirve para lanzarle pelotazos sin que rechiste. Convertido en un modo de vida, estos personajes se pliegan a los ciclos de castigo y reivindicaci¨®n que la cadena impone. Hace poco, la francesa TV5 emiti¨® uno de sus programas populares, llamado Un d¨ªa, un destino, y resultaba llamativa la calidad del montaje, cercano a un documental cinematogr¨¢fico. Estaba centrado en la relaci¨®n entre la cantante Fran?ois Hardy y su pareja durante casi dos d¨¦cadas, el actor y tambi¨¦n cantante Jacques Dutronc.
La calidad y excentricidad particular de los personajes permit¨ªa establecer un grado alto de cotilleo sin renunciar a la sorpresa por su capacidad para interpretar el proceso sentimental de manera poco previsible. De hecho, que despu¨¦s de su separaci¨®n cantaran juntos o siguieran siendo capaces de frecuentarse y criar un hijo se presentaba como la normalidad racional contraria al sangu¨ªneo rencor de tanto personaje popular en Espa?a. Gente de talento, libre, que se somet¨ªa a la entrevista del presentador Laurent Delahousse con un discurso nada sumiso a las costumbres y la moral general. El cotilleo necesita una reescritura ambiciosa del concepto, pero a pocos interesa cambiar algo en el corral de las gallinas de los huevos de oro.
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