Rechazo
El rechazo de premios nacionales por parte de los elegidos azuza el debate sobre la conveniencia de este tipo de desplantes
El rechazo de premios nacionales por parte de los elegidos azuza el debate sobre la conveniencia de este tipo de desplantes para denunciar el abandono del sector cultural por parte del Gobierno. Siempre es llamativo que la resonancia de la renuncia al premio sea mucho mayor que la aceptaci¨®n, pero esto tiene que ver con el favoritismo que conceden los medios de comunicaci¨®n a las anomal¨ªas. Ganar un premio y rechazarlo, seg¨²n el acuerdo medi¨¢tico actual, equivale a ganarlo dos veces. Lo absurdo ser¨ªa negar la libertad de cada cual para tomar la decisi¨®n que mejor le parezca; sin embargo, se observa un peligro.
Llevamos a?os insistiendo en hacer ver que los pol¨ªticos no son due?os de las instituciones, pese a que hayan ganado las elecciones. La cultura, la sanidad o la industria espa?ola no les pertenecen, aunque tengan el encargo de gestionar su m¨¢xima representaci¨®n pol¨ªtica. Hace a?os, Fraga se neg¨® a que una entrega de premios teatral se desarrollara en la Galicia que gobernaba aduciendo que no quer¨ªa que lo criticaran durante la gala. Nadie paga para que le insulten, afirm¨®, en una confusi¨®n muy t¨ªpica entre poder pol¨ªtico y propiedad. Espa?a no pertenece a quien gana las elecciones, por lo que rechazar un premio nacional por desacuerdo con el ministro podr¨ªa llegar a ser algo como negarse a visitar la catedral de Le¨®n por estar en desacuerdo con la pol¨ªtica de la Conferencia Episcopal.
El rechazo es un acto eficaz de exhibici¨®n del malestar. Pero aceptarlo puede ser m¨¢s subversivo a¨²n, sobre todo si te gastas la pasta en festejar la cultura y las artes. Las industrias culturales han descendido en su aportaci¨®n al PIB en m¨¢s de dos mil millones de euros, seg¨²n datos del ministerio correspondientes a 2012, despu¨¦s de que el Estado redujera su inversi¨®n en el sector en doscientos millones. Por cada euro que el Estado desinvierte en cultura pierde diez en generaci¨®n de beneficios. Pero no hay un plan PIVE como el del autom¨®vil para el sector cultural, pese al abandono de centros, bibliotecas, patrimonio. La concesi¨®n de los premios nacionales permite a los artistas un desahogo de protesta, pero el desprecio cotidiano circula en direcci¨®n contraria. De los responsables pol¨ªticos hacia el valor real de lo que gestionan.
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