Sangre joven, vampiros nuevos
Bel¨¦n Gopegui se rebela ante la escritura como mero entretenimiento y construye una novela contra el poder, ajena al manique¨ªsmo y llena de connotaciones morales
Recuerdo el deslumbramiento de la primera novela de Bel¨¦n Gopegui (Madrid, 1963), La escala de los mapas. Ese bistur¨ª l¨ªrico con el que desentra?aba lo ¨ªntimo. Ese talento, ese pulso, ese extra?amiento para ver desde fuera lo de dentro, como una cient¨ªfica observando en el microscopio los co¨¢gulos de su propia sangre. Nada de eso ha perdido Gopegui desde aquel 1993 hasta el d¨ªa de hoy a pesar del ¨®rdago con el que envid¨® a su literatura para ella misma y sus lectores.
Leyendo El comit¨¦ de la noche me ha venido a la mente una y otra vez el ¨²ltimo disco de Nacho Vegas, Resituaci¨®n. Hay un motivo obvio, su posicionamiento pol¨ªtico y ¨¦tico, pero tambi¨¦n otros menos evidentes. Se trata de la rebeli¨®n ante su arte como mero instrumento de entretenimiento y evasi¨®n. La cuesti¨®n no es menor. La ficci¨®n novelesca ha dado engendros, monstruos y disparates al ponerse el mono de trabajo o el antifaz de se?orito de derechas, la esv¨¢stica o el camarada de rigor. Sherezade trata de salvar la vida una noche m¨¢s narrando una historia que sea una alfombra voladora. Pocas noches hubiera durado Sherezade si el objetivo hubiera sido venderte una lavadora o recitarte el manual de instrucciones de c¨®mo montar y desmontar un reloj.
Pero tanto en el caso de Vegas como en el de Gopegui, adem¨¢s de un posicionamiento, hay un riesgo y un acto generoso: renunciar al yo ¨ªntimo por un nosotros m¨¢s ¨¢spero, al resorte que funciona en aras de la pertinencia social. El compromiso de Gopegui es el de renunciar a que su obra literaria sea un mundo cerrado, hermoso, radical, inquietante o d¨®cil pero, por encima de todo, in¨²til. Un objeto sin otra funci¨®n que entretener, gustar y gustarse, conciliar a autor y lector con la idea de animal pasivo de ambos, pero, eso s¨ª, con la buena conciencia que da el generar uno y embucharse cultura el otro. En mi opini¨®n, eso naufragaba tanto en Deseo de ser punk (2009) y, especialmente, en Acceso no autorizado (2011). Sin embargo, la literatura de la autora madrile?a se rearma en El comit¨¦ de la noche acerc¨¢ndose ¡ªes un suponer¡ª a lo que su autora pretende de un libro que sirve para ser le¨ªdo con intencionalidad como para ser lanzado contra los escaparates del Poder. La novela parte de una noticia extra¨ªda de la realidad: la oferta de una multinacional farmac¨¦utica de comprar sangre a los parados que acepten donarla. La paleta de connotaciones morales se mostrar¨¢ a lo largo de toda la novela, huyendo del manique¨ªsmo en la medida que lo desea su autora, e insertando el dedo en el enchufe de la privatizaci¨®n de la sanidad p¨²blica. Pero el zoom de Gopegui va m¨¢s all¨¢: el Poder ha de ser fiscalizado y vigilado, combatido y expurgado desde el compromiso social e individual. Por fortuna, la sopa no nos la sirve Gopegui ni helada ni hirviendo.
La novela empieza a ritmo de elegante paseo automovil¨ªstico, marca de la casa. En una primera parte, una mujer, ?lex nos narra su aqu¨ª y ahora. Treinta?era, parada, con una hija a cuestas, debiendo regresar a vivir con los padres, seres electrocutados como ella por la realidad y el complejo de culpa que se nos ha inoculado. Surcando esta primera parte, vives el hechizo de que solo con el lirismo de lo ¨ªntimo, de las peque?as cosas, de lo cotidiano puedes entender la magnitud de la tragedia en la que estamos. Siguen siendo necesarios los poetas para desentra?ar la realidad, para alzar el velo. Dejen las grandes palabras, los voceros, las estad¨ªsticas, el drama terrible est¨¢ en c¨®mo funciona el mecanismo de destrucci¨®n de una clase media, en el remordimiento de tomar o no un caf¨¦, de regresar al hogar paterno, de escribir desde un banco, ej¨¦rcito de zombis por parques y calles, la importancia de la dignidad que se consigue en la Red al romper el autismo, la individualidad atroz. Pero el coche en el que nos ha montado Gopegui se va quedando sin trama, pero en fin, ¨¦sta llegar llega aunque tengamos que hacer el ¨²ltimo tramo a pie hasta la gasolinera.
La estructura narrativa funciona, la intriga tambi¨¦n, el mensaje pol¨ªtico
La segunda parte tiene otros personajes, Carla y el escribidor. La primera acude a un escritor para que d¨¦ fe de su historia, un thriller bien orquestado por la autora respecto del tema de la sangre comprada, los conflictos ¨¦ticos, una novela casi de esp¨ªas en la guerra fr¨ªa que sucede en Bratislava. En esta segunda parte reaparece el personaje de ?lex. Aqu¨ª el tono de lo escrito es otro. Gopegui nos castiga y se castiga al privarnos de su fino pinchazo respecto de las relaciones ¨ªntimas, el yo m¨¢s dentro de nosotros mismos. El castigo no es a cambio de nada. La estructura narrativa funciona, la intriga tambi¨¦n, el mensaje pol¨ªtico no te es endosado con groser¨ªa, sino con matices, a blanco o negro. La figura del escribidor es un hallazgo y la novela, notable, necesaria, est¨¢ m¨¢s que bien resuelta. En el debe, unos di¨¢logos a veces maquinales, casi instrucciones de uso, que hace que le veas las tripas al libro, a c¨®mo la escritora trata de venderte la lavadora. Aceptar¨ªas ir al lado de Sherezade a matar vampiros, pero no a que Pablo Iglesias te explique lo de la auditor¨ªa sobre la deuda externa de un pa¨ªs tan extra?o como la ciudad de Bratislava.
El comit¨¦ de la noche. Bel¨¦n Gopegui. Literatura Random House. Barcelona, 2014. 272 p¨¢ginas. 17,90 euros
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