Charlatanes con pedigr¨ª
Esa redacci¨®n llena de 'buenismo' exacerbado se antoja una pantomima de alto voltaje
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Imaginemos que no existieran El ala oeste de la Casa Blanca, ni Sports Night, ni Studio 60. Imaginemos que alguien nos pusiera The Newsroom (Canal + Series) y tratara de contarnos qui¨¦n es Aaron Sorkin. La consecuencia ser¨ªa, inevitablemente, que es un se?or que escribe para personajes insufribles, entes que gustan de declamar y que perpet¨²an su redenci¨®n hasta el infinito y m¨¢s all¨¢.
Algunos dejar¨¢n caer que Sorkin siempre ha sido as¨ª, que sus criaturas hablan y piensan m¨¢s r¨¢pido que el rayo, pero si esto no deja de ser cierto no lo es menos que uno puede refugiarse en la palabra y el idealismo cuando habla de pol¨ªtica o deportes, o incluso en el show-business, donde al fin y al cabo, todos se pelean por soltar su mon¨®logo, pero esa teor¨ªa se derrumba al tratar de ejecutar la autopsia del buen periodista. Quiz¨¢s porque la profesi¨®n pasa por momentos delicados o porque al final el periodismo (el bueno, al menos) deber¨ªa acabar siendo una pelea ingente con los poderes f¨¢cticos, esa redacci¨®n llena de buenismo exacerbado donde de cuando en cuando la vor¨¢gine se detiene para que alguno de los presentes pueda soltar un discurso sobre la ¨¦tica y la moral de los plumillas o, ya puestos, sobre el sexo de los ¨¢ngeles, se antoja una pantomima de alto voltaje.
Como cuando vas a casa de un amigo y te encuentras su vida metida en cajas, con el comienzo de la ¨²ltima temporada de The Newsroom se nota que la serie se va de mudanza: demasiadas tramas cuando la principal es todo chicha (si dedicas un episodio a los atentados en el marat¨®n de Boston lo de la economista/reportera que descubre no-s¨¦-qu¨¦ se diluye como un azucarillo en un caf¨¦ ardiendo) y continuos recordatorios de lo fr¨¢gil que es informar cuando nadie sabe de d¨®nde proviene la informaci¨®n, algo demasiado obvio cuando el que firma es Sorkin.
Eso s¨ª, el ritmo es magn¨ªfico y las collejas al maldito ¡®periodismo ciudadano¡¯ son monumentales (y muy merecidas), pero se nota ¡ªy ojal¨¢ no fuera as¨ª¡ª que The Newsroom necesita acabar cuanto antes de empaquetar los trastos. Lo de dejarlo todo atado y bien atado no es nunca una buena noticia (tampoco fue una sorpresa, despu¨¦s de que el propio Aaron Sorkin pidiera perd¨®n despu¨¦s de una nefasta segunda temporada) pero cuando se trata de una serie que m¨¢s que prisa necesitaba pausa, el resultado final es mucho menos de lo que a sus fans (los de Sorkin) hubi¨¦ramos deseado. Dice el genio que nunca volver¨¢ a hacer tele: ojal¨¢ mienta y busque algo m¨¢s s¨®lido, turbio y deseable que unos cuantos listillos de buen ver que en el mundo real aspirar¨ªan ¡ªcomo m¨¢ximo¡ª a ser trileros de primera clase.
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