Juan Mars¨¦, entre el rescoldo de la memoria y el asco del presente
El escritor barcelon¨¦s publica la novela ¡®Noticias felices en aviones de papel¡¯
¡°Tal vez un primer latido, no consciente, est¨¢ en la imagen de mi abuelo materno haci¨¦ndome aviones de papel con hojas de peri¨®dico; pero la primera chispa fue la fotograf¨ªa de seis adolescentes jud¨ªos descalzos y desarrapados, sentados en el bordillo de una acera en el gueto de Varsovia¡±. Esa instant¨¢nea provoc¨® otro latigazo en la memoria de Juan Mars¨¦, de la primera posguerra y de cuando ni?o: ¡°En la calle Camelias, cerca de donde viv¨ªa, hab¨ªa un centro de ayuda social donde daban un vaso de leche gratis a los cr¨ªos; hasta ah¨ª bajaban chavales de las barracas del monte Carmelo, descalzos, ti?osos, con sarna entre los dedos de las manos, y costra en sus cabezas peladas¡ Eran unas pandillas temibles, unos golfos, pero eran bien libres y yo les envidiaba eso¡±.
De esas esquirlas de realidad muy lijadas acaba de nacer Noticias felices en aviones de papel (Lumen), novela breve que ampliar¨¢ el elenco de im¨¢genes y personajes m¨ªticos del autor de Rabos de lagartija (2000): al Jan Julivert (Un d¨ªa volver¨¦), a Teresa Serrat y El Pijoaparte (?ltimas tardes con Teresa) o al Teniente Bravo (que da nombre al libro de relatos) quiz¨¢ se a?ada la imagen de la anciana polaca Hana Pawli, exbailarina del Paralelo, jud¨ªa que huy¨® del gueto de Varsovia como pareja de un oficial alem¨¢n, lanzando desde el balc¨®n aviones de papel (a veces, tambi¨¦n, yogures y fruta caducada¡) con noticias buenas de peri¨®dicos en la Barcelona de los a?os 80. Y ello ante la mirada de Bruno, el quincea?ero del piso de abajo hastiado de que su madre le env¨ªe a ver qu¨¦ necesita la loca vecina...
No creo en esto de la novela de no ficci¨®n o la ficci¨®n real; no lo veo, no me interesa en absoluto... son modas.
La fotograf¨ªa es la portada de un libro que hab¨ªa de servir de documentaci¨®n para un cap¨ªtulo de la novela en la que trabaja Mars¨¦ (¡°ya tengo 100 p¨¢ginas bastante acabadas de unas 250¡±) y que ¡°creci¨®¡±. Podr¨ªa parecer que el tema de la obra es la imposibilidad de deshacerse de la memoria, leitmotiv querido en su trayectoria (¡°el pu?etero aguij¨®n de nuestra memoria¡±, escribe), pero no va muy lejos de su cat¨¢logo: ¡°El eje es el aprendizaje de la solidaridad y la comprensi¨®n en la aventura del conocimiento de un adolescente resentido con el mundo de los adultos, medroso y desconcertado ante el testimonio espectral de un pasado horrible que pervive en la memoria herida de una anciana¡±, fija Mars¨¦. El libro, con ilustraciones de Mar¨ªa Hergueta (¡°siempre me cuesta esa traslaci¨®n: ya me ocurr¨ªa al ver los rostros de los personajes ilustrados de las novelas del oeste que yo imaginaba distintos al leer¡±) termina con la reproducci¨®n de la foto de los ni?os de Varsovia, en lo que podr¨ªa parecer esa mezcolanza realidad-ficci¨®n tan vigente en la literatura actual. ¡°Ning¨²n libro m¨ªo antes llev¨® una imagen real: pero no creo en esto de la novela de no ficci¨®n o la ficci¨®n real, no lo veo, no me interesa en absoluto; son modas¡ La cantidad de hechos reales que puede contener una novela m¨ªa solo me interesa a m¨ª; una novela ha de ser un todo: con que sea cre¨ªble para el lector es suficiente¡±.
Le incomoda que la actualidad aparezca en la ficci¨®n, pero cuesta no ver en Noticias felices¡ alguna coz o lamento sobre los d¨ªas actuales: el ¡°pa¨ªs grit¨®n y malhablado¡± del que se queja la vieja Pawli (¡°Se?ora Pauli¡± para los vecinos), la gente que no quiere ver la realidad, (¡°da apuro mirar¡±, constata la anciana), una visi¨®n de cierta miseria, de posguerra alargada que hace pensar en la pobreza de hoy¡ ¡°El hecho consciente y met¨®dico de buscar engarces entre ayer y hoy no est¨¢; lo que dice Pawli est¨¢ primero en funci¨®n del personaje; si luego logro que en mis novelas haya resonancias de la realidad, mejor, pero primero est¨¢ la novela, la ficci¨®n; para que la actualidad sea material novelesco en m¨ª necesito que pase mucho tiempo¡±.
Soy cada vez m¨¢s exigente, no me conformo con la frase que escribo¡±
Aunque s¨ª, la situaci¨®n actual es ¡°muy cansada¡±. Y aflora en el Mars¨¦ ciudadano. ¡°Estoy hasta el gorro, saturado; sospecho que la imagen que da Espa?a al mundo es para llorar; nuestro politicastro corrupto de cada d¨ªa salta a los medios, puntual y sonriente, algunos con una verborrea excusatoria tan burda y risible como insultante; otros envolvi¨¦ndose en la bandera en la que previamente se han meado, como Jordi Pujol y se?ora, aunque son ovacionados; es fant¨¢stico¡¡±. Pero ¡°lo peor, lo m¨¢s desvergonzado¡± dice, cuando se les escucha hablar, ¡°como al presidente de Extremadura, Monago¡±, es comprobar ¡°hasta qu¨¦ punto son lerdos, incompetentes, mentirosos y vacuos, de una insolvencia verbal y una imbecilidad ostentosamente insultante¡ ¡®?Qu¨¦ un burdo papanatas como este nos haya estafado!¡¯, piensa uno; ?c¨®mo librarnos de la garruler¨ªa y la insidiosa memez de nuestros dirigentes?¡±.
Si Pawli podr¨ªa ser un personaje a recordar (¡°es un poco Frankenstein de mujeres que conoc¨ª; por ejemplo, su manera de caminar es la de la portera que hab¨ªa en casa; creo que se refuerza el realismo de un personaje si lo construyes de detalles que hagan pensar al lector¡±), Mars¨¦ tambi¨¦n cree que ha asesinado a un personaje con mucho juego en la figura de Raciocinio, el padre de Bruno que, como muchos progenitores de su literatura, va y viene por la vida del hijo. ¡°Es un irresponsable; es un padre que no sabe ni puede ni quiere serlo¡±. Vive y ha salido de una comuna de hippies de los a?os 70, con los que Mars¨¦, claro, ironiza, ¡°como cualquier otro movimiento, o creencia o congregaci¨®n o fe salvadora o como se llame lo que les un¨ªa¡ Aquellos hippies me daban una impresi¨®n de ingenuidad, de una bonhom¨ªa voluntariosa y perseverante que, sin embargo, no llevaba a nada¡ ¡°No es ning¨²n referente autobiogr¨¢fico, si bien no es totalmente inventado¡±, corre a matizar, quiz¨¢ pensando en la biograf¨ªa que ha escrito Jos¨¦ Mar¨ªa Cuenca sobre ¨¦l y que podr¨ªa aparecer a principios del a?o pr¨®ximo en Anagrama. ¡°No, no habr¨¢ m¨¢s giros dickensianos¡±, dice recordando el episodio de su adopci¨®n en un taxi. ¡°Detalles sobre mi familia biol¨®gica que yo nunca me preocup¨¦ en seguir¡±, cierra.
Con ¡°menos verbosidad¡±, como ya ocurr¨ªa en Caligraf¨ªa de los sue?os, (¡°concentro m¨¢s la escritura: soy cada vez m¨¢s exigente, no me conformo con la frase que escribo¡±) el joven de Noticias felices¡ se acaba inventando a su padre, o siendo hijo de s¨ª mismo, otro hilo conductor narrativo del escritor; Bruno rechaza el mundo de los adultos y se niega a alimentar el pasado familiar, lo lamenta. Mars¨¦ no est¨¢ en esa fase: ¡°Nunca se me ocurrir¨ªa rechazar el pasado; me puede estimular o no, pero el pasado es la materia de la que nos nutrimos: para un escritor, el pasado nunca acaba de pasar¡±.
Ni independentista, ni catalanista, ni espa?olista... ?queda claro?¡±
Hay un cierto aire mentolado en el abarrotado despacho del terriblemente resfriado Mars¨¦. Entre una navaja considerable, un dibujo de Batman de unos de sus nietos, figuritas de Betty Boop, im¨¢genes anticlericales, su hist¨®rica foto en camiseta de tirantes en el taller de joyer¨ªa, un libro sobre el papel de las mujeres en la novela negra y un papel reproduciendo una cita (¡°El esmero es la ¨²nica convicci¨®n moral del escritor¡±), admite el escritor que comenta que por fuerza algunos sue?os han volado, de alguna manera como dice Bruno atacando a su padre: ¡°Me cago en los sue?os que vuelan¡¡±. Por fuerza. ¡°Soy bastante pesimista con lo que est¨¢ pasando; mi sue?o es acabar una novela que est¨¦ bien; y seguro que lo que ya no sue?o es en un buen gobierno para este pa¨ªs¡±. Aparece el ¡°francotirador fronterizo, la posici¨®n id¨®nea del escritor¡± que, dice, es lo ¨²nico que puede ser quien es m¨¢s ¡°un simple narrador y no un intelectual que ejerce como tal¡±. Catalu?a-Espa?a: ?Soberanismo, confederaci¨®n, independencia? ¡°Estoy harto de eso: un servidor no es nacionalista, ni independentista, ni soberanista, ni espa?olista, ni catalanista, ni baturrista, ni feminista, ni ciclista, ni lampista, ni golfista, ni saxofonista¡ ?Queda claro?¡±. Y ya m¨¢s literario, se refugia en una variante de la respuesta que ofrece Stephen Dedalus en el Retrato del artista adolescente de Joyce: ¡°Me est¨¢s hablando de nacionalidad, de soberan¨ªa, de lengua, de religi¨®n. Pues bien, estas son las redes de las que estoy intentando escapar¡±.
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