Ricardo Piglia: ¡°La literatura es el escudo de los t¨ªmidos¡±
El autor de 'Plata quemada' publica su 'Antolog¨ªa personal', que incluye textos in¨¦ditos y que ser¨¢ presentada en la Feria de Guadalajara
El primer recuerdo de Ricardo Piglia (Adrogu¨¦, Buenos Aires, 1941) es el de su abuelo leyendo, y la imagen que ¨¦l deja es tambi¨¦n la de un hombre leyendo. Acodado en una silla, al aire libre, en Xalapa, M¨¦xico, hace a?os, este hombre, uno de los m¨¢s importantes escritores vivos de Argentina (y de la lengua espa?ola), hablaba sobre Jorge Luis Borges ante un auditorio fascinado, como si de pronto de las palabras de Piglia fuera a hacerse presente el famoso ciego de Maip¨².
Esa magia de lector est¨¢ tambi¨¦n en su escritura, que es, por otra parte, la de un narrador leyendo. Y esa fascinaci¨®n por la palabra, que traslada en los libros y en persona, como autor y como profesor, proviene de ah¨ª, de esa primera imagen, ¡°mi abuelo leyendo, la sensaci¨®n de asombro que me provocaba ver a un hombre tan abstra¨ªdo en la biblioteca¡ Hab¨ªa muerto su mujer y el abuelo viv¨ªa con nosotros en esa ¨¦poca¡±.
El calendario del abuelo estaba fijo en el d¨ªa de esa muerte, 25 de agosto de 1943. ¡°Yo ten¨ªa tres a?os. Estoy mirando y no s¨¦ muy bien qu¨¦ hacer porque ¨¦l est¨¢ como ausente. Luego hay un corte. Yo me subo a una silla, bajo un libro azul de la estanter¨ªa y me siento en el umbral de mi casa, es una calle muy tranquila cerca de la estaci¨®n. Cada media hora pasaba la gente que llegaba en tren desde la capital y yo me siento ah¨ª para hacerme ver leyendo. Algo que he hecho toda la vida: hacerme ver leyendo. Veo una sombra que me dice que tengo el libro al rev¨¦s. ?Debe haber sido Borges, ja ja!, ?a qu¨¦ otro se le puede ocurrir tener esa precisi¨®n pedag¨®gica! Un d¨ªa le pregunt¨¦ a mi padre cu¨¢l podr¨ªa ser ese libro y mi padre, que era muy ir¨®nico, me dijo: ¡®Ser¨ªa el libro azul del peronismo¡¯, ?ja ja ja!¡±.
La infancia, en todo caso, ¡°hizo de m¨ª el escritor que soy, muy interesado en los libros¡ A veces me recuerdo con un libro, regalado o comprado, tengo la sensaci¨®n de que fue importante, pero no recuerdo el contenido: como si la imagen del libro fuera lo fundamental¡±. No fue la infancia de un lector, pues, la de Ricardo Piglia, sino ¡°la de un ni?o que jugaba al billar y al f¨²tbol¡± que aprendi¨® a leer deletreando el nombre de la casa de los abuelos. La madre le ense?¨® esas letras.
Bibliograf¨ªa
Jaulario (1967). La edici¨®n cubana de este primer libro de relatos fue reeditada, corregida y ampliada bajo el t¨ªtulo La invasi¨®n ese mismo a?o (1967). Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, La invasi¨®n (2007) fue corregida de nuevo y reeditada por Anagrama.
Respiraci¨®n artificial (1980) fue su primera novela, marc¨® un antes y un despu¨¦s, y descubri¨® su peculiar mente y su pluma. Su protagonista, Emilio Renzi, reaparece en las cuatro nouvelles de Prisi¨®n perpetua (Sudamericana, 1988). M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s lleg¨® el ¨¦xito de Plata quemada (Planeta, 1997), y m¨¢s recientemente, Blanco nocturno (Anagrama, 2010) y El camino de Ida (Anagrama, 2013).
Cr¨ªtica y ficci¨®n (Anagrama, 2001) ampl¨ªa la primera edici¨®n sumando a los ensayos charlas y entrevistas.
La cr¨®nica escrita por Ricardo Piglia sobre la muerte de la madre forma parte de los textos que lloran solos: ¡°Llevaba un vestido azul, su imagen en el recuerdo es m¨¢s n¨ªtida que la luz de esta l¨¢mpara, siempre estaba alegre. Al final, entre leves delirios, pregunt¨®: ¡®?Qu¨¦ dice usted?¡¯, y sonri¨® antes de morir. Yo no estaba ah¨ª, ?oh, madre!¡±¡
¡°Yo no estaba ah¨ª¡ Estaba en Princeton, no me daba tiempo a llegar, me contaron lo que hab¨ªa pasado. Ten¨ªa 92 a?os, muri¨® l¨²cida. Para m¨ª fue triste, siempre lo es no estar en el entierro de tus padres porque es como que no mueren; por eso me sucede que siempre viene esa sensaci¨®n de que tengo que llamarla¡ Con mi padre estuve el ¨²ltimo mes de su vida, falleci¨® a los 75 a?os, en 1990. Los padres son destinatarios de lo que hacemos, dir¨ªa que en un sentido muy secreto, como figuras que luego se reproducen en amigos y enemigos. ?Y yo me he peleado mucho con ellos!¡±.
El padre, m¨¦dico, fue peronista, ¡°y yo mismo lo fui, de ni?o: era una manera de ser argentino, no era nada que se pudiera elegir¡ A mi padre ven¨ªan a verlo sus amigos con unos grabadores que ten¨ªan la voz de Juan Domingo Per¨®n. Una voz totalmente abstracta, que ven¨ªa de Madrid, enviada por Per¨®n desde su retiro. Como tardaban en llegar las cintas, en ellas Per¨®n no pod¨ªa decir nada concreto sobre lo que estuviera pasando¡ Hay algo de espiritista en el peronismo: siempre hay una voz que viene desde alg¨²n lado remoto¡±.
Cuando dej¨® la casa, a los 23 a?os, para irse a estudiar a Buenos Aires, Ricardo cen¨® con los padres, ¡°y la madre estuvo llorando hasta la salida del tren: se iba el hijo¡±. Los dos le dieron lo que es: literatura y narraci¨®n. ¡°La literatura me la dio mi padre, lector como su padre. Y mi madre me dio la narraci¨®n. La familia de mi madre era muy grande: ten¨ªa al que se hab¨ªa ido a ?frica, el estafador, el borracho, el m¨¢s simp¨¢tico, la que estaba loca¡ Hab¨ªa todo un repertorio de historias de personajes que despu¨¦s yo encontraba en otros sitios. Y mi madre ten¨ªa una cualidad que siempre he valorado y que creo que es su gran lecci¨®n: nunca juzgaba a nadie, ?los consideraba parientes! Si hab¨ªa una asesina en serie, mi madre dec¨ªa: ¡®Bueno, siempre fue un poco nerviosa¡¯¡ Como si fueran parientes. Un d¨ªa me dijo: ¡®?Mira, en la Biblia todos eran parientes!¡¯. Me sirvi¨® mucho para adoptar el punto de vista del narrador; trabajar con los personajes como si fueran parientes¡±.
En todas sus novelas alguien acecha, como acechan los ni?os. ¡°Quiz¨¢ eso sea tambi¨¦n la mirada del ni?o, la mirada que yo ten¨ªa cuando escuchaba aquellas historias. Me entusiasma contar historias que vayan m¨¢s all¨¢ de la experiencia de mis lectores. Y he intentado hacerlo. Me gustan las historias muy cotidianas. Mi pulsi¨®n narrativa, lo que hace que me entusiasme y escriba una novela viene de ah¨ª, de lo que sent¨ªa escuchando contar a mi madre. Siempre tiene que haber un personaje que est¨¦ haciendo cosas que se escapan un poco a mi propio registro¡±. Ese es el registro ¡°en el que yo imagino que se mueven los lectores que lo conocen¡±.
"A medida que vas escribiendo un diario te das cuenta de que las grandes decisiones las tomas sin darte cuenta"
Y el ejemplo m¨¢ximo, cree ¨¦l, es Plata quemada: ¡°Ah¨ª me manejo con personajes muy alejados de m¨ª; el reto es imaginar c¨®mo piensan y c¨®mo sienten. Me parece que tiene algo que ver con estas mitolog¨ªas familiares. Nuestros abuelos eran m¨¢s ¨¦picos que nosotros: agarraban un barco, se iban a cualquier parte; nosotros nos desesperamos si no nos vienen a buscar a los aeropuertos¡ F¨ªjate, es algo que admiro mucho: agarraban a su familia y se iban a un lugar desconocido. Por eso creo que las historias de la familia son un repertorio heroico¡±.
As¨ª que ese es el poso de la literatura. ?Y cu¨¢ndo ellos se van? ¡°Tuve una crisis seria cuando muri¨® mi padre; ten¨ªa 50 a?os y me cost¨® mucho recuperarme. Creo que por eso me divorci¨¦ de mi tercera mujer¡, ese tipo de crisis que nunca acabas de entender c¨®mo vienen. La muerte aparece, viv¨ª la experiencia de estar mientras ¨¦l mor¨ªa y fue algo dur¨ªsimo. No ten¨ªa ninguna esperanza; sab¨ªa que no hab¨ªa soluci¨®n m¨¦dica, ¨¦l adem¨¢s era m¨¦dico. Fue un golpe muy duro que tard¨® tiempo en desvanecerse¡ En el caso de mi madre la ausencia es nostalgia¡ El camino de Ida a lo mejor la retrata de joven¡ A veces imagino lo que puede ser perderlos cuando se es muy chico; debe ser una experiencia dur¨ªsima y rar¨ªsima. Mi padre, que era muy l¨²cido, se resisti¨® mucho a mi tendencia a estudiar literatura. Mi madre, en cambio, tend¨ªa a justificar todo lo que se moviera en su ¨¢mbito¡±.
Hubo, claro, lecturas decisivas. Jorge Luis Borges, Julio Cort¨¢zar, por supuesto. ¡°Pero una de las lecturas que recuerdo como muy decisivas es el primer libro de cuentos de Ernest Hemingway, el maestro de la elipsis, donde los sentimientos, aunque van por abajo, son fort¨ªsimos. Precisamente por eso no se habla de ello nunca directamente¡ No digo que esos relatos hayan constituido mi modo de ser, para nada, pero s¨ª encontr¨¦ algo que yo quer¨ªa hacer y no sab¨ªa c¨®mo¡±.
En ese lado de la vida es cuando se le recuerda a Ricardo Piglia su car¨¢cter reservado: como si el ni?o que lo mira ah¨ª se hiciera t¨ªmido. ¡°Es como si la reserva fuera el escudo de los corazones demasiado sensibles, una manera de preservar ciertas marcas que son muy fuertes. Tengo pasi¨®n por la amistad, he tenido muchos amigos a lo largo de la vida, con los que he mantenido relaciones muy intensas. Pero siempre han sido relaciones que han estado definidas por esa incapacidad o por el estilo de no hacer visible lo que estaba pasando. O hablar de ello, pero de una manera desplazada. Y lo mismo pasa con las mujeres¡±.
¡ª?Hubo alguna situaci¨®n en la infancia o en la adolescencia que acentu¨® esa reserva?
"Mi pulsi¨®n narrativa, lo que hace que me entusiasme y escriba una novela viene de lo que sent¨ªa escuchando contar a mi madre"
¡ªCreo que para muchos la literatura fue el escudo de los t¨ªmidos y de los que ten¨ªamos tendencia a cierto retraimiento. Es un refugio, un modo de encontrar un lugar que ya tiene socialmente su legitimidad¡ Es un elemento muy ¨ªntimo de mi manera de ser: cierta reserva respecto a ser expl¨ªcito con los sentimientos¡ He sido alguien que, junto a esos momentos m¨¢s decisivos, he tenido una vida social activa, como estudiante, como escritor¡ He estado en la vida p¨²blica con fluidez, pero siempre hab¨ªa detr¨¢s como un secreto. Las horas de soledad, la lectura, despu¨¦s del ajetreo, son de gran felicidad.
Piglia el lector. Cuenta una an¨¦cdota. ¡°Es la adolescencia. Cortejo a una muchacha bell¨ªsima. Ella me pregunta: ¡®?Qu¨¦ has estado leyendo?¡¯. Le digo que La peste, de Camus. Me la pide. Entonces la arrugo, para que parezca le¨ªda, y se la llevo. A partir de ah¨ª empec¨¦ a leer sin parar¡±.
Ese lector est¨¢ en El ¨²ltimo lector; y como en todas partes, pero sobre todo en sus diarios (que aqu¨ª pudieron leer los que leen Babelia), hay confesiones espeluznantes, como si el Piglia privado se desnudara al completo. Es cuando anuncia que se va a suicidar en tal fecha concreta. ¡°Puse una fecha: me voy a matar tal d¨ªa, ser¨ªa un momento rid¨ªculo, por una muchacha que no me quiso, por una pavada as¨ª. Deb¨ªa de tener treinta a?os y me di cinco a?os de plazo¡ Incluso me sub¨ª a la terraza para comprobar si desde all¨ª pod¨ªa hacerlo. Ese d¨ªa pas¨®, y aqu¨ª me ves, ja ja ja¡±.
¡ª?Era tristeza?
¡ªS¨ª, creo que el fracaso siempre fue una sensaci¨®n muy fuerte para m¨ª como probabilidad¡ Consiste en no poder organizar el deseo, la sensaci¨®n de que hay algo que quieres y no puedes hacer¡ Hay mucho de eso. Es muy fuerte en m¨ª la idea de cambiar de vida, que tambi¨¦n es una met¨¢fora. ?Como si pudieras decidir! Creo que tambi¨¦n es la fantas¨ªa por la que se escribe un diario: la idea de que vas a decidir siempre. A medida que vas escribiendo un diario te das cuenta de que las grandes decisiones las tomas sin darte cuenta.
¡ªEn sus diarios hay una entrada del 3 de marzo de 1957: ¡°Todo lo que hago parece que lo hago por ¨²ltima vez¡±. ?Sigue teniendo esa sensaci¨®n?
¡ªNo. Estaba muy ligado al hecho de que yo sent¨ªa que iba a ese club por ¨²ltima vez, que iba a comprar pan a esa panader¨ªa por ¨²ltima vez¡, esa es la sensaci¨®n que confluye en esa frase, que los lugares que yo amaba de chico los estaba recorriendo por ¨²ltima vez. La sensaci¨®n de que lo que hago se est¨¢ yendo de ese lugar y me estoy despidiendo.
Con la realidad, dice, ¡°siempre me he llevado mal¡±, y la literatura lo defiende contra lo real, para recuperar quiz¨¢ la mirada del ni?o que quer¨ªa leer como el abuelo, aunque el libro se le pusiera del rev¨¦s.
Una luminosidad inesperada
La Antolog¨ªa personal de Ricardo Piglia acaba de salir en Am¨¦rica, publicada por el Fondo de Cultura Econ¨®mica. El pr¨®ximo mes de enero la publica en Espa?a Anagrama, donde est¨¢ pr¨¢cticamente toda su obra. En la FIL de Guadalajara la presentar¨¢n, el 3 de diciembre, Juan Villoro, Mart¨ªn Caparr¨®s y Mart¨ªn Kohan. "Eleg¨ª los textos del volumen", dice Piglia, "pensando que el conjunto ten¨ªa cierta unidad y que los relatos y los ensayos adquir¨ªan as¨ª nuevos sentidos; no importa si ese objetivo se cumple, lo importante es que buscando las correspondencias entre prosa escrita a lo largo de 50 a?os, volv¨ªan a tener una luminosidad inesperada".
En el volumen, que recoge, por tanto, medio siglo de producci¨®n reelegida por Piglia, hay 10 textos in¨¦ditos, entre relatos y ensayos; el propio Piglia nos hizo llegar algunos fragmentos del borrador del pr¨®logo, en el que se aprecia, como siempre en su obra, su capacidad para hacer que la vida y la literatura vivan su abierta correspondencia, su disponibilidad para contar heridas y para cauterizarlas gracias a la capacidad po¨¦tica que tienen la esperanza y la lectura. Estos son dos de los fragmentos.
La densidad herm¨¦tica de la vida. "Eleg¨ª una serie de cuentos, ensayos y fragmentos de mi diario personal, no porque esos textos me parecieran sencillamente los mejores, sino porque, unidos, dibujan una forma inicial siempre incierta e incomprensible que gu¨ªa impl¨ªcitamente la obra de un autor desde el principio. Creo que ese resplandor define la silueta esquiva que unifica una serie de prosas que ¡ªle¨ªdas en cierto orden¡ª producen un efecto nuevo, y eso ser¨ªa lo personal de una antolog¨ªa. En este libro he tratado de plantearme ese problema y el volumen re¨²ne una serie de textos ligados entre s¨ª ¡ªde un modo tangencial¡ª a esa cuesti¨®n. La heterogeneidad, el cambio de registro, los distintos estilos son para m¨ª un primer dato que identifica a las historias personales. En definitiva, se parecen a los relatos que todos nos contamos para darle sentido ¡ªy cierta unidad¡ª a la experiencia vivida. No pueden ser domesticados por una forma fija que los homogeneice, porque se mueven y mutan en especies y modos distintos: solo se unifican porque quien los narra ¡ªen secreto, en las noches de insomnio, en los viajes solitarios, en los pensamientos todav¨ªa no pensados¡ª es tambi¨¦n quien los recibe (Sherezade y el califa son aqu¨ª la misma persona). Qu¨¦ hubiera pasado si aquella vez¡es uno de sus ¨ªncipit b¨¢sicos. Su forma verbal es el potencial: lo posible, lo que no fue pero pudo haber sido y est¨¢ siempre presente. Esas historias son relatos privados de los que la literatura se ha hecho cargo desde su origen: tejidos con leyendas familiares, mitos, conversaciones, frases o¨ªdas al azar, historias de otros y recuerdos alterados fluyen como un r¨ªo, y sus aguas arrastran im¨¢genes, voces, espectros, noticias, hechos, ideas fijas que retornan y retornan como si fueran ¨²nicas o fueran los ¨²nicos pensamientos propios. Las antolog¨ªas personales est¨¢n hechas de esos materiales m¨²ltiples e inciertos y se parecen a otras historias ya contadas, salvo que en este caso imaginamos que son nuestras y que su densidad herm¨¦tica es la de nuestra propia vida".
La estructura secreta. "En este libro he elegido textos escritos en distintos momentos que elaboran y registran imaginariamente experiencias vividas y no vividas: son ficciones, ensayos, notas autobiogr¨¢ficas, cuentos, intervenciones p¨²blicas y fragmentos del diario que "llevo" ¡ªcomo se dice¡ª desde hace d¨¦cadas. Lo he dividido en cuatro secciones que no siguen un orden cronol¨®gico, he buscado ¡ªno s¨¦ si con ¨¦xito¡ª que el conjunto tuviera cierta estructura secreta a la manera ¡ªpara recordar el cine y su arte del montaje¡ª del rompecabezas que la mujer de Kane (en el filme de Orson Welles) arma y desarma, tirada en el piso ajedrezado de un enorme cuarto solitario en el palacio de Xanadu, buscando hacer coincidir las piezas individuales con una forma inicial que ya exist¨ªa antes de empezar. Como hacen los poetas en esos libros antol¨®gicos que cambian con el tiempo y se escriben a lo largo de una vida (Life Studies, de Robert Lowell, o Poes¨ªa vertical, de Roberto Juarroz, o los Poemas de amor, de Idea Vilarino, o Antes o despu¨¦s, de Jos¨¦ Emilio Pacheco, para nombrar algunos de los que admiro), esa forma inicial ¡ªque se busca¡ª es en realidad lo verdaderamente personal de la literatura. Acaso esa sea la estructura secreta de este volumen, ya que el libro me representa m¨¢s fielmente que ning¨²n otro que haya publicado".
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