Dimitir bis
A nadie le gustar¨¢ ver Espa?a reconvertida al modelo estadounidense, donde pacientes y doctores se consideran mutuamente enemigos
En una fant¨¢stica vi?eta de Ricardo en El Mundo, Rajoy aparec¨ªa consolando a Ana Mato tras su dimisi¨®n como ministra al verse salpicada por la trama de corrupci¨®n G¨¹rtel. En su bocadillo de texto, el presidente le dec¨ªa: ¡°Mira el lado bueno. Al menos no has tenido que dimitir por incompetente, sino por corrupta¡±. Es exactamente el tipo de lectura que hacen muchos pol¨ªticos cuando estallan estos esc¨¢ndalos. Y t¨² m¨¢s, la corrupci¨®n es una debilidad humana que nos afecta a todos, met¨¢foras de manzanas podridas en el cesto sano... Renqueante asunci¨®n de culpa: dimito de ministra, pero no de diputada, y, como los ni?os en edad escolar, solo les falta a?adir que el profesor les tiene man¨ªa.
En una estupenda entrevista, Sandra Barneda en Telecinco logr¨® que la auxiliar sanitaria Teresa Romero, contagiada de ¨¦bola tras atender a los dos misioneros repatriados a Espa?a, nos hiciera ver el caos organizativo que rode¨® su ingreso hospitalario. Ni la capital madrile?a ni el Ministerio de Sanidad estaban preparados para la crisis; nada fue riguroso hasta el traslado al hospital especializado, que andaba en desmantelamiento por recortes, y si no se produjeron otros contagios entre ciudadanos y profesionales fue m¨¢s por suerte que por previsi¨®n. Esto es una evidencia que cae por su propio peso y que no ha costado, como bien explicaba el chiste de Ricardo, ni una sola dimisi¨®n, salvo la del responsable de sacrificar al perro Exc¨¢libur. Es decir, la pol¨ªtica canina es m¨¢s exigente que la pol¨ªtica humana.
Que la entrevista se decorara con m¨²sica de fondo algo cursi y que los aplausos ordenados por regidur¨ªa jalonaran la conversaci¨®n es ya una costumbre televisiva que empobrece el medio y lo rebaja moralmente. La parte m¨¢s d¨¦bil del caso de Teresa Romero tiene que ver con el cruce de querellas. A nadie le gustar¨¢ ver Espa?a reconvertida al modelo estadounidense, donde pacientes y doctores se consideran mutuamente enemigos y sostienen un clima de desconfianza apoyado en abogados y mutuas a las que hay que pagar seguros de responsabilidad millonarios en cada ejercicio y que obligan al sistema a su privatizaci¨®n y su judicia-lizaci¨®n. La gesti¨®n pol¨ªtica podr¨ªa evitarnos esa degradaci¨®n con responsabilidad y respuesta, pero nos tememos que eso es pedir un imposible.
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