Antonio L¨®pez: 20 a?os no es nada
¡®Retrato de la familia de Juan Carlos I¡¯, cuadro que el pintor ha tardado dos d¨¦cadas en concluir, ve la luz entre enorme expectaci¨®n en una exposici¨®n en el Palacio Real
Nunca el sentido de la visita a una exposici¨®n tuvo menos sentido que en el caso de la muestra El retrato en las colecciones reales. De Juan de Flandes a Antonio L¨®pez. Muy pocos de los que se dirijan al Palacio Real de Madrid (desde ma?ana y hasta el 19 de abril) empezar¨¢n el recorrido por el principio; es invencible la tentaci¨®n de caminar directo hasta el ¨²ltimo cuadro, el muy c¨¦lebre por largamente ansiado Retrato de la familia de Juan Carlos?I,que Antonio L¨®pez (Tomelloso, 1936) ha tardado 20 a?os en terminar.
El artista ha acompa?ado esta noche a Don Juan Carlos y Do?a Sof¨ªa en un acto de inauguraci¨®n al que asistieron Ana Botella, alcaldesa de Madrid, o la vicepresidenta Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, adem¨¢s de directores de museos y otras personalidades del mundo de la cultura. Y entre tanto trasiego, los monarcas emitieron su veredicto: ¡°Me gusta mucho. El antes y el despu¨¦s¡±, dijo ella. ¡°Me veo fen¨®meno, pero ahora estoy mejor, m¨¢s descansado¡±, a?adi¨® ¨¦l.
El cuadro hab¨ªa visto la luz hoy por la ma?ana, a eso de las 10.40, cuando, tras una multitudinaria conferencia de prensa (de las que no se recuerdan en palacio), se abrieron las puertas de la sala en cuesti¨®n y la muchedumbre corri¨® desde el Sal¨®n de Mayordom¨ªa a coger sitio frente a una de las obras de arte m¨¢s esperadas de las ¨²ltimas d¨¦cadas en Espa?a. Y la sensaci¨®n que emergi¨® entre los codazos y los golpes de los objetivos de las c¨¢maras fue la de estar ante la minuciosa anatom¨ªa de un instante en el devenir de una familia y de un pa¨ªs; Espa?a, 1994, un tiempo y un lugar en plena resaca del 92 y sus conmemoraciones, el punto y aparte de una historia con ecos del Retrato de Dorian Gray de la que, por suerte o por desgracia, conocemos lo que vendr¨ªa despu¨¦s.
El presidente de Patrimonio Nacional, Jos¨¦ Rodr¨ªguez-Spiteri, hab¨ªa confiado a los presentes la primera reacci¨®n de Juan Carlos?I cuando, ?al fin!, vio el trabajo terminado: ¡°Estamos todos como ¨¦ramos hace 20 a?os¡±, exclam¨®. O casi. El pintor manchego ha efectuado cambios hasta el ¨²ltimo momento entre aquel lejano encargo, hecho a partir de unas fotograf¨ªas de Chema Conesa, y el d¨ªa en que fue estampada la firma con lealtad a la verdad temporal: ¡°Antonio L¨®pez. 1994-2014¡±.
Rodr¨ªguez-Spiteri, encargado de ofrecer las explicaciones por la ma?ana ante la ausencia del autor, pormenoriz¨® algunas de las modificaciones producidas mientras el cuadro ya se hallaba en una de las dependencias de Palacio Real, adonde lleg¨® hace un a?o y medio. La luz, que entra por la derecha del enorme lienzo (3X3,39 metros enmarcados en gris) es la que produjo ¡°el reflejo del sol en uno de los focos con los que trabajaba L¨®pez a una hora exacta del d¨ªa¡±. Tambi¨¦n se confesaron cambios en ¡°los zapatos de una de las infantas y en el traje de chaqueta de la reina Sof¨ªa¡±. ¡°Se han pintado hasta tres cabezas distintas de algunos de los personajes¡±, a?adi¨® el presidente de Patrimonio, que presumi¨® de una relaci¨®n personal con el artista.
Para justificar la tardanza del gran pintor de la parsimonia, Rodr¨ªguez-Spiteri ech¨® mano de su propia alcurnia pict¨®rica. ¡°Un d¨ªa, en su taller, mi t¨ªo Pablo Palazuelo, artista que no se caracterizaba precisamente por su rapidez, le dijo a L¨®pez: ¡®Pero hombre, Antonio, no deber¨ªas terminar ese cuadro. Es de esas obras que no hace falta terminar¡±.
Despu¨¦s, cuando se hubo dispersado el gent¨ªo, el escritor Manuel Vicent, que anda metido en una novela inspirada por el retrato en cuesti¨®n, ofrec¨ªa una lectura ¡°psicol¨®gica del cuadro¡±. ¡°F¨ªjese en la distancia que hay entre la Reina y Felipe, es como si se quisiera remarcar la separaci¨®n entre el futuro del nuevo Rey y el pasado de esta familia. Es significativo tambi¨¦n que Juan Carlos pose la mano derecha sobre el hombro de la infanta Elena, y simplemente acerque la izquierda a su mujer en un gesto como de ayudar a la marcha. Y luego est¨¢ claro que Cristina, que fue cambiada de un extremo a otro, queda apartada del n¨²cleo central¡±, explic¨® el escritor.
En efecto, la documentaci¨®n aportada en el cat¨¢logo indica que Felipe se hallaba m¨¢s cerca de su madre en las fotograf¨ªas en las que se bas¨® L¨®pez. ?Y Cristina? Al parecer, la infanta, imputada por fraude en el caso N¨®os junto con su marido, I?aki Urdangarin, estaba ese d¨ªa de viaje.
Una vez escudri?ados todos los gestos y hechas todas las interpretaciones, cargadas de sentido por el pincel del pintor o por el cruel paso del tiempo (el rictus de Elena, la mirada ausente de la hermana, la figura algo disminuida del padre o el forzado optimismo de la indumentaria de Sof¨ªa), queda de nuevo remontar el paso del tiempo. Y no son 20 a?os, como en el poema de Gil de Biedma, sino casi cinco siglos.
La exposici¨®n a la que sirve de broche El retrato de la familia de Juan Carlos?I, que se llamaba La familia real hasta que su protagonista abdic¨®, supone un viaje, financiado por la Fundaci¨®n Banco Santander, a trav¨¦s de la representaci¨®n de la monarqu¨ªa desde los tiempos de los Trast¨¢mara. En total, son 114 obras, escogidas por los comisarios de Patrimonio Carmen Garc¨ªa-Fr¨ªas y Javier Jord¨¢n de Urr¨ªes. La primera se ha encargado de la casa de Austria, mientras que el segundo ha tomado el testigo a la llegada de los Borbones, l¨ªmite que tambi¨¦n marca el cambio de color en las salas: del ¡°rojo Austria¡± al ¡°azul Borb¨®n¡±, seg¨²n el muse¨®grafo Jes¨²s Moreno.
Hay tantas obras destacables en la lista de pinturas (muchas de ellas reci¨¦n restauradas) como alargada es la sombra que sobre ellas proyectar¨¢ el retrato de L¨®pez. Una relaci¨®n apresurada podr¨ªa incluir la Isabel la Cat¨®lica (vieja y superada por la vida) de Juan de Flandes; la can¨®nica representaci¨®n de Felipe?II de Antonio Moro; Juan Jos¨¦ de Austria, retrato ecuestre ¨²nico en su especie, de Ribera; una miniatura de Vel¨¢zquez del Conde Duque de Olivares; uno de los retratos que de Carlos?IV hizo Goya o la pintura de Sorolla en la que Alfonso?XIII sale peor parado de lo que invita a pensar su uniforme de h¨²sares.
El colorido retrato del valenciano sirve de preludio a la ¨²ltima sala, que separa una pared provisional como lo hizo el par¨¦ntesis de los a?os de la Rep¨²blica y la dictadura. Al otro lado aguardan el lienzo de Antonio L¨®pez y la alucinada aportaci¨®n de Dal¨ª al conjunto: El pr¨ªncipe de Ensue?o, obra a la que ayer todos daban la espalda por estar colocada, ay, frente al Retrato de la familia de Juan Carlos?I.
Y no, nunca un cuadro del pintor m¨¢s medi¨¢tico de todos los tiempos recibi¨® menos atenci¨®n de los medios.
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