Sentencia de vida
Cuando asumes que todos los muertos los llevar¨¢s dentro de ti d¨ªas, meses, uno quiere leer m¨¢s de Guadalupe Nettel
Como en las viejas pel¨ªculas. Suban a un taxi y ordenen: r¨¢pido, siga a esa chica. Intenten que el conductor deje de trastear con el GPS (algunos taxistas han dejado de ser Torrente para ser el primo torpe del Capit¨¢n Kirk) y no pierdan de vista a Guadalupe Nettel (Ciudad de M¨¦xico, 1973), rutilante ganadora del Premio Herralde de este a?o. Nettel hab¨ªa sido ya finalista de ese premio en 2005 con El hu¨¦sped, que tambi¨¦n public¨® Anagrama. Con ella son ya cinco los autores mexicanos que ganan el Herralde de los ¨²ltimos diez fallos (Sada, Pitol, Villoro, Enrigue y ahora Nettel). No, no la pierdan de vista porque la recurrente etiqueta de imprescindible nueva sensaci¨®n de las letras hispanoamericanas desprende un aroma a comentario certero. Cuando uno acaba de leer esta novela. Cuando se recupera de ella. De su trabajo y su dolor, de la luz amarillenta de desesperanza y fe en nada, en seguir, en no dejarse caer porque a nadie importa que te caigas. Cuando lo consigues, mucho despu¨¦s de finalizar las 270 p¨¢ginas de la novela. Cuando asumes que todos los muertos los llevar¨¢s dentro de ti d¨ªas, meses, uno quiere leer m¨¢s de Guadalupe Nettel. Lo cual imagino que es de lo mejor que puede pasarle a un escritor y a un certamen literario.
Es Despu¨¦s del invierno, una novela escrita desde cualquier lugar de la habitaci¨®n menos desde el centro. Los personajes, las situaciones, los barrios y sus ciudades, los afectos y las amistades, los traumas y los miedos son esquinados, de perfil punzante pero dif¨ªcil de ver en una fotograf¨ªa que no tenga su relieve ni granulado. Son postales, canciones, cartas, mensajes en contestadores, soliloquios nacidos y desarrollados en los m¨¢rgenes, las cuatro esquinas del otro que quiero ser yo. Claudio ¡ªcubano, residente en Nueva York que trabaja en una editorial¡ª y Cecilia ¡ªmexicana, vive en Par¨ªs y estudiante de tesis¡ª son los personajes centrales pero ?qui¨¦n podr¨¢ olvidar a los magn¨ªficamente dibujados secundarios Ruth, Tom, Hayd¨¦e, Susana¡? Atrapados todos en la misma c¨¢psula que les protege. Sus neurosis, sus excusas, sus heridas, su pertinaz manera de sobrevivir en un ambiente hostil o simplemente indiferente.
Nettel nos sirve una novela sobre el extra?amiento. Los personajes est¨¢n en otros climas y ciudades ¡ªm¨ªticas¡ª que no son en donde nacieron. Han acudido hasta all¨ª deformes, lisiados, huyendo de cuerpos, familias y culturas en los que nunca estuvieron arm¨®nicos ni integrados. Pero llegan a donde nadie les espera ni les ve ni escucha. Su existencia es la de bacterias que son rechazadas por el cuerpo al que acuden al ser portadoras del virus de la extra?eza, de la decepci¨®n. No las rechaza ese cuerpo con una muralla o una vacuna (Par¨ªs, Londres, el amor, la salud) sino que las asume para aislarlas y hacerlas inofensivas, irrelevantes, nada. Personajes que se desconstruyen y construyen con neurosis e inercias, cada vez con menos y peores piezas del rompecabezas. La vida no es una historia con final justo y feliz. La Nettel novelesca nos recuerda eso y que, en el mejor de los casos, conseguir¨¢s llegar a la conclusi¨®n de que tienes l¨ªmites, de que hay cosas y sentimientos que no podr¨¢s tener o sentir, y con eso deber¨¢s elegir si quieres seguir adelante.
Es dif¨ªcil transitar de un modo tan soberbio como lo hace Nettel por este paseo entre vidas en apartamentos que parecen nichos y nichos que son pozos con un eco que nos recuerda que estamos vivos. En Despu¨¦s del invierno, Claudio vive una relaci¨®n complicada pero solvente con una dopada mujer mayor que ¨¦l y de posibles, Ruth, y arrastra el recuerdo de su primera novia, Susana. Claudio es solipsismo absoluto altamente rentable. El robot funciona hasta que quiere ser humano. Cecilia tiene una relaci¨®n especial con Tom, un italiano de salud delicada y querencia por igual a comer bien y los cementerios. En Par¨ªs se encuentran Claudio y Cecilia y la novela parece tomar un cierto derrotero. Prosigue el deslumbramiento amoroso en Nueva York. Pero Nettel sabe lo que se lleva entre manos y coloca p¨¦talos y espinas en cada rosa. Pasiones, fobias, miedos hacen que como bolas de billar unos personajes choquen contra otros. De un chispazo, aparecen el cari?o, el deseo, la pasi¨®n, el tedio o un pertinaz detestarse. No hay soluciones ni respuestas. Como las grandes novelas solo preguntas y peque?os momentos de luz, armon¨ªa y soledad. Todo ello desarrollado con mucho talento. Con p¨¢ginas que respiran y personajes que se levantan del papel as¨ª como los fantasmas que hay en ellos (Vallejo o el Cort¨¢zar parisiense), pero todo retorcido, personal muy cercano a ese Planeta Nettel que solo conoce ella. Los di¨¢logos funcionan, las escenas ¡ªsolo tenemos la sensaci¨®n de embarrarnos en el sistema dual de explicarnos la relaci¨®n de los d¨ªas vividos por Claudio y Cecilia¡ª son un caleidoscopio que no gira sino que va hacia delante. Buen principio, desarrollo y final con aroma a amarga f¨¢bula moral o amoral, a¨²n no lo s¨¦ d¨ªas despu¨¦s de su lectura. En taxi, en bicicleta o corriendo: sigan a esta escritora. Produce una inquietante y aterradora compa?¨ªa leerla, casi como pasear un d¨ªa de lluvia por un cementerio.
Despu¨¦s del invierno. Guadalupe Nettel. Anagrama. Barcelona, 2014. 270 p¨¢ginas. 17,90 euros (digital: 13,99)
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