La Transici¨®n: entre el altar y la pira
La celebraci¨®n del D¨ªa de la Constituci¨®n enmarca el debate sobre la herencia de 1978
La Transici¨®n acab¨® hace tiempo, pero el debate sobre su legado est¨¢ m¨¢s vivo que nunca, entre quienes le atribuyen los actuales males del sistema y quienes la defienden como un proceso mod¨¦lico que garantiz¨® el paso pac¨ªfico de la dictadura a la democracia. En un art¨ªculo publicado en abril de 2013 en El Pa¨ªs Semanal, el escritor Javier Cercas (Ibahernando, C¨¢ceres, 1962) sintetizaba con iron¨ªa la posici¨®n de los primeros: ¡°De un tiempo a esta parte parece extenderse entre la izquierda de mi generaci¨®n un discurso que, m¨¢s o menos, vendr¨ªa a decir lo siguiente: ?qui¨¦n tiene la culpa de la ¨ªnfima calidad de nuestra democracia? La Transici¨®n. ?Por qu¨¦ nuestra democracia amenaza con convertirse en una partitocracia? Por la Transici¨®n. ?A qu¨¦ se debe el p¨¦simo funcionamiento de nuestra justicia? Tambi¨¦n a la Transici¨®n. ?Cu¨¢l es el origen de la crisis econ¨®mica? Cu¨¢l va a ser: la Transici¨®n. ?Y de la llamada crisis moral? La Transici¨®n tambi¨¦n. ?Y del llamado problema catal¨¢n? La Transici¨®n, la Transici¨®n, la Transici¨®n. De todo tiene la culpa la Transici¨®n; o sea: de todo tienen la culpa pap¨¢ y mam¨¢, que fueron los que hicieron la Transici¨®n¡±.
La culpa, dir¨¢ el novelista por tel¨¦fono, ¡°la tenemos t¨² y yo, nosotros. El problema es qu¨¦ hemos hecho nosotros con el 78. El gran problema de este pa¨ªs es la colonizaci¨®n de la sociedad civil, incluidas la econom¨ªa, la justicia o la cultura, por los partidos pol¨ªticos. Nadie quiere atacar este problema, tampoco los de Podemos hablan de ¨¦l¡±.
En el extremo opuesto de quienes observan una especie de pecado original fundacional en la Transici¨®n se situar¨ªan quienes la defienden a machamartillo como un proceso irrepetible que asombr¨® al mundo. ¡°La imagen de esa Transici¨®n publicitaria y exportable en la que no se llev¨® a cabo un proceso de depuraci¨®n de los actores represivos y de los c¨®mplices de la dictadura es una impostura y una injusticia para los vencidos y los represaliados¡±, aduce la escritora Marta Sanz (Madrid, 1967).
Entre unos y otros se mueven muchos historiadores, especialistas en poner cada cosa en su sitio. El hispanista Paul Preston (Liverpool, 1946) considera que fue ¡°la mejor posible en aquellas circunstancias. No quiere decir que fuese mod¨¦lica o perfecta, fue posibilista¡±. ¡°Los que la cuestionan no la vivieron. La Transici¨®n ten¨ªa muchos defectos, pero era la mejor posible en aquel contexto, cuando muri¨® Franco y con unas Fuerzas Armadas entrenadas para perseguir al enemigo interior y no al exterior y con un Jefe del Estado, el Rey, cuyo cometido deb¨ªa ser continuar la dictadura. Yo lo recuerdo perfectamente. Cuando muri¨® Franco la dictadura se hab¨ªa suavizado pero hab¨ªa mucho miedo. Nadie de la izquierda se fiaba de Juan Carlos, que se dedic¨® a contener a las fuerzas franquistas hasta que nombr¨® a Su¨¢rez. Estaba ideando un proyecto posibilista: cambiar las leyes fundamentales del r¨¦gimen sin romper su juramento. Ir de la muerte de Franco hasta las elecciones sin conflicto sangriento era muy dif¨ªcil¡±.
Un an¨¢lisis que comparte Juli¨¢n Casanova (Valdealgorfa, 1956): ¡°Fue un proceso dif¨ªcil, incierto, lleno de obst¨¢culos, resultado de las negociaciones entre los representantes del franquismo dispuestos a desmontar el aparato para preservar lo esencial y los pol¨ªticos de la oposici¨®n, con un trasfondo de coacciones de las fuerzas armadas y la ultraderecha, y de presi¨®n de movimientos sociales antifranquistas¡±. Y es historia. ¡°En ning¨²n caso deber¨ªa conducir a explicar los vicios de la democracia actual, que son abundantes, a trav¨¦s de un gran pecado originado en la Transici¨®n¡±.
Sostiene Jos¨¦ ?lvarez Junco (Viella, Lleida, 1942) que fue ¡°una de las cosas m¨¢s sensatas que ha habido en este pa¨ªs¡±, cuya historia est¨¢ repleta de pronunciamientos, guerras civiles e intolerancia religiosa y pol¨ªtica. ¡°La posibilidad de que gente que se ha estado matando se pueda volver a hablar es ins¨®lito, no hab¨ªa ocurrido jam¨¢s en nuestra Historia¡±, plante¨® Santos Juli¨¢ (Ferrol, A Coru?a, 1940) en un encuentro para hablar del proceso hist¨®rico.
Su visi¨®n no difiere de la que ofrecen, desde su experiencia creativa en aquellos d¨ªas, los dise?adores Alberto Coraz¨®n (Madrid, 1942) y Javier Mariscal (Valencia, 1950). Para el primero, representa ¡°la etapa m¨¢s estimulante de Espa?a desde el final del franquismo¡±. Para el segundo, ¡°un periodo lleno de energ¨ªa, de esperanza, de cambio¡±. ¡°Desde luego, no quer¨ªamos volver a vivir una Guerra Civil¡±.
El periodista Guillem Mart¨ªnez (Cerdanyola, 1965) sit¨²a el punto de inflexi¨®n en la valoraci¨®n colectiva de aquellos primeros tiempos del posfranquismo en la eclosi¨®n del 15-M en 2011. ¡°Antes las cr¨ªticas a la cultura oficial, propagand¨ªstica, eran tildadas de freakies, mientras que ahora son percibidas como descripciones v¨¢lidas¡±. Mart¨ªnez, que coordin¨® el libro CT o la Cultura de la Transici¨®n, considera que la actual apreciaci¨®n se acerca m¨¢s a la realidad que la visi¨®n ¨¦pica que prevalec¨ªa antes. En el futuro, en su opini¨®n, ¡°ser¨¢ recordada como la Restauraci¨®n, un periodo del que si alguien se acuerda es, precisamente, por la cultura en contra que gener¨®¡±.
Tambi¨¦n Mirta N¨²?ez D¨ªaz-Balart, directora de la c¨¢tedra de Memoria Hist¨®rica del siglo XX de la Universidad Complutense, cree que ¡°ha ca¨ªdo el velo que la envolv¨ªa e imped¨ªa un enjuiciamiento libre del proceso y, justamente ahora, ha dejado claro, por ejemplo, que signific¨® la reinstauraci¨®n de la monarqu¨ªa o la ausencia de una memoria hist¨®rica que pusiese las cosas en su sitio respecto al exterminio ¡ªdecir violencia queda desle¨ªdo para el abismo que signific¨®¡ª fundacional de la dictadura¡±.
¡°Se hizo lo mejor que se pudo y lo importante es que salimos de la dictadura. Quien corriera delante de los grises, como yo, sabe lo importante que fue¡±, opone la actriz y directora teatral Mag¨¹i Mira (Valencia, 1945). Dicho esto, reconoce que han pasado muchas cosas que requieren cambios. ¡°Pero este pa¨ªs tiene un ADN dram¨¢tico y trascendental. Los cambios, tan naturales y normales en otros pa¨ªses, aqu¨ª no son f¨¢ciles¡±, sostiene. ¡°L@s que vivimos el franquismo y su sordidez pol¨ªtica, la juzgar¨ªamos como lo mejor que se pudo hacer¡±, sostiene el dibujante Antonio Fraguas Forges (Madrid, 1942). ¡°Nuestras libertades de hoy, generadas en la Transici¨®n, nos permiten estar en desacuerdo con lo que nos pete. Y pensar lo que nos d¨¦ la gana y, muy importante, votar lo que nos parezca mejor¡±.
En 2008, cuando a¨²n no se hab¨ªa extinguido la sensaci¨®n de bienestar del todo y pocos cuestionaban el pasado con la contundencia que luego emergi¨®, el profesor de Historia Contempor¨¢nea Ferran Gallego (Barcelona, 1953) public¨® El mito de la Transici¨®n (Cr¨ªtica), donde destapaba los errores de la izquierda en la negociaci¨®n de aquellos d¨ªas que posibilit¨®, en su opini¨®n, que el bloque franquista salvase sus privilegios. Gallego matiza, de entrada, la cronolog¨ªa al uso: ¡°No creo que se iniciara tras la muerte de Franco. Se inici¨® mucho antes, con los cambios producidos en la sociedad espa?ola, que se acompa?aron de percepciones de riesgo por parte de la clase pol¨ªtica del sistema y de expectativas paralelas provocadas por la intensificaci¨®n de la capacidad de movilizaci¨®n y organizaci¨®n de la oposici¨®n democr¨¢tica¡±. Por correo electr¨®nico, Gallego explica que ¡°las expectativas de una ruptura radical e inmediata tal y como hab¨ªa sido formulada por las plataformas pol¨ªticas opositoras se frustraron, pero tambi¨¦n quedaron frustradas las propuestas reformistas, incluyendo los l¨ªmites de la de 1975¡±. ¡°Fue el resultado de una correlaci¨®n de fuerzas que determin¨® las posibilidades de ir m¨¢s lejos en los cambios pol¨ªticos, del mismo modo que determin¨® la imposibilidad de mantener las cosas, no solo como estaban antes de 1975, sino en un marco de reforma superficial¡±. Helena Cabello (Par¨ªs, 1963) y Ana Carceller (Madrid, 1964), las artistas visuales que llevar¨¢n su obra al pabell¨®n de Espa?a en la pr¨®xima Bienal de Venecia y que forman el colectivo Cabello&Carceller, se?alan que la Transici¨®n dio sensaci¨®n de velocidad: ¡°Parec¨ªa que todo era posible y que las mentalidades pod¨ªan cambiar en segundos, tambi¨¦n que alcanzar¨ªamos un progreso que nos hab¨ªa sido negado. El problema fue que esa velocidad exig¨ªa levitar sobre la realidad y hacer un ejercicio de desmemoria. El 78 enga?¨® al 78 prometiendo transitoriedad¡±. ¡°Ni la Transici¨®n ni otro momento pol¨ªtico es sagrado¡±, concluyen. ¡°Est¨¢ sobrevalorada para la bueno y para lo malo. El revisionismo hist¨®rico motivado por los intereses electorales es hoy la corriente intelectual del mainstream¡±, indica el fil¨®sofo Ernesto Castro (Madrid, 1990), autor del libro Contra la posmodernidad (Alpha Decay).
¡°El relato que se ha construido en las ¨²ltimas d¨¦cadas, mayoritariamente por gente que particip¨® en el propio proceso, ha sobredimensionado el consenso hasta enterrar cualquier otra dimensi¨®n, como el conflicto, la violencia o la incertidumbre. El cuestionamiento actual parte de una necesidad de dotar de mayor complejidad al asunto¡±, defiende el vicedecano de la Facultad de Geograf¨ªa e Historia de la Universidad Complutense, Gutmaro G¨®mez Bravo, que este a?o ha publicado en la editorial Taurus un libro sobre el proceso contra el anarquista Salvador Puig Antich, el ¨²ltimo ejecutado por garrote vil en Espa?a. Su t¨ªtulo: Puig Antich. La Transici¨®n inacabada.
Babelia
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