Afrodisiaca

El teatro proviene de la fiesta y del ritual, y a su ser festivo lo devuelve la compa?¨ªa Teatro en el Aire con una serie de happenings en los cuales cada espectador es feliz coprotagonista: de un encuentro comunal femenino en un ba?o turco (La piel del agua), de una cena en la noche de difuntos (Bailando tus huesos) o de la celebraci¨®n del aniversario conyugal de Santiago y Belinda, pareja enamorad¨ªsima que ser¨¢ nuestra anfitriona en El secreto.

M¨¢s que un teatro, a los espect¨¢culos de esta compa?¨ªa, comandada por la chilena Lidia Rodr¨ªguez Correa, les convendr¨ªa un escenario como el Molino de la Galette o la orilla del r¨ªo donde Renoir retrat¨® El desayuno de los remeros, porque todos ellos est¨¢n impregnados de esa alegr¨ªa campestre, un punto irreal y melanc¨®lica. A la matriz de El secreto, se accede a trav¨¦s de un suave cuello de ¨²tero, l¨ªnea divisoria entre ambos lados del espejo. De lo que all¨ª dentro acontece, poco puede contarse sin destriparlo: una pareja ri?e cari?osamente, baila, se besa un poco y detr¨¢s de un abanico se besa m¨¢s, mientras un tr¨ªo b¨²lgaro interpreta melod¨ªas de otrora; ella relata su primera experiencia sexual, con una criatura que se desliz¨® entre sus piernas en las aguas poco profundas de un lago; una mujer cocina; otra, anima a dos espectadores a iniciar una carrera de equilibrios, cuchara en boca¡­

Durante esta funci¨®n, huele a canela y a lavanda y se respira un ambiente que tiene no poco que ver (salvando los medios materiales, aqu¨ª mucho m¨¢s modestos) con el de La Baraque, cantina musical itinerante de Igor Dromesko y compa?¨ªa: ambas datan de har¨¢ una docena de a?os (pero no hay emulaci¨®n ni copia entre ellas, sino ¨®smosis) y ambas comparten ganas de celebrar con el p¨²blico un diario encuentro de t¨² a t¨². Si le incomoda que los actores le susurren al o¨ªdo, le toquen o le saquen a bailar, El secreto no es para usted, porque de todo eso hay un poco. Llegado el fin del espect¨¢culo, pens¨¦: ¡®L¨¢stima que no haya durado m¨¢s all¨¢ de 55 minutos¡¯, hasta que, reloj en mano, me di cuenta de que mi reloj biol¨®gico, tan exacto habitualmente, andaba muy perjudicado por la deriva festiva a la que se hab¨ªa abandonado durante la ¨²ltima hora y tres cuartos.