El asesinato de un general carism¨¢tico
Una de las caracter¨ªsticas de 'Prim, el asesinato de la calle del Turco' fue la distancia entre la forma cinematogr¨¢fica de narrar y los di¨¢logos de lo narrado
Probablemente una de las caracter¨ªsticas m¨¢s curiosas de Prim, el asesinato de la calle del Turco, que emiti¨® La 1 en la noche del lunes, fuera la distancia conceptual que existi¨® entre la forma cinematogr¨¢fica de narrar y los di¨¢logos de lo narrado, o si se prefiere, entre la realizaci¨®n y el guion. Miguel Bardem, su director, utiliz¨® con pulcritud y eficacia la c¨¢mara, consiguiendo en ocasiones secuencias m¨¢s que estimables (el primer duelo, el atentado con el que culmina la historia y justifica el t¨ªtulo...), mientras que en el resto de la trama el peso de unos di¨¢logos trufados de prosopopeya distanciaba al espectador m¨¢s de lo conveniente.
Francesc Orella (el actor que interpreta al general Prim) ve "con envidia c¨®mo industrias audiovisuales como la brit¨¢nica y la estadounidense sacan partido a su historia, al contrario que Espa?a". Cierto, la cuesti¨®n es preguntarse el porqu¨¦ y, sin duda, la clave est¨¢ en que los citados conciben el cine como un espect¨¢culo, un entretenimiento, en el que el fin anhelado es el de no aburrir mientras que en Espa?a, frecuentemente, el cine hist¨®rico se trata con un respeto cuasi reverencial. No es una cuesti¨®n de manipular la Historia sino de comprender que los detalles humanos, el desarrollo de personajes secundarios, de situaciones cotidianas veros¨ªmiles configuran un resultado m¨¢s ameno, algo que en Prim... es inexistente.
Todo gira en torno a unos hechos en los que la pol¨ªtica es la reina de la casa. Incluso cuando P¨¦rez Gald¨®s (Javier Godino en la ficci¨®n) explica a sus compa?eros periodistas su reci¨¦n publicada novela La fontana de oro suena ampulosamente. Se?alemos que el funcional reparto (Sim¨®n Andreu, V¨ªctor Clavijo, Javivi Gil, Pedro Casablanc y Daniel Grao, entre otros, adem¨¢s de los ya citados Godino y Orella), demuestra el buen hacer de nuestros actores, curtidos ya en mil batallas televisivas.
Es comprensible el inter¨¦s del personaje para Nacho Faerna y Virginia Yag¨¹e, sus guionistas, al fin y al cabo la Espa?a de 1870 es un territorio abonado para las conspiraciones y la ambici¨®n por el poder entre Unionistas y Republicanos, con unos aspirantes al desocupado trono ansiosos de ser designados por unas Cortes en las que el presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, el general Prim, ha demostrado su talante modernizador y su capacidad de maniobra pero no por ello se justifica el que la narraci¨®n se centre exclusivamente en los entresijos del poder, y si se justifica se arriesga al desvalimiento de la humanidad de sus protagonistas, se elude el entretenimiento.
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