El sue?o de una noche de oto?o
La comedia m¨¢s popular de Shakespeare se representa en el TNC, en versi¨®n catalana de Joan Sellent, y admirable puesta, sutil, po¨¦tica, divertida y melanc¨®lica, de Joan Oll¨¦
Joan Oll¨¦ est¨¢ en racha. Tras las estupendas puestas de Do?a Rosita la soltera y La plaza del diamante, ha vuelto a dar en la diana con El sue?o de una noche de verano, que est¨¢ ofreciendo el TNC en excelente versi¨®n catalana de Joan Sellent. Creo que Oll¨¦ acierta al no ce?ir el texto a un ¡°concepto¡± general, como demasiadas veces suele hacerse, porque El sue?o de una noche de verano es una de las obras m¨¢s cambiantes de Shakespeare. No ha forzado la clave humor¨ªstica; no se ha olvidado del dolor ni de la magia. Predomina, a mi entender, una cierta tonalidad oto?al, tal vez hija de la madurez: una mirada melanc¨®lica, m¨¢s sabia, m¨¢s comprensiva. As¨ª, ha visto a los amantes m¨¢s ni?os, a los c¨®micos m¨¢s viejos, a los reyes de la noche m¨¢s cansados.
Ya el texto arranca convulso, bajo el signo de un doble conflicto. Los reyes de Atenas van a casarse, pero la amazona Hip¨®lita fue bot¨ªn de guerra de Teseo (Pere Eugeni Font y Vict¨°ria Pag¨¨s, impecables), y el futuro matrimonio parece hijo del Estado y no del amor. Por otro lado, el consejero Egeo (Enric Maj¨®, un poco bajo de volumen) amenaza con matar a su propia hija porque quiere casarse con otro mozo, contraviniendo sus deseos: realmente parece que estemos a las puertas de una tragedia. Hay algunas aristas en el dibujo de ese arranque, contrapesadas por el ingenioso gag de un cupido giratorio, al que sigue un formidable golpe de teatro: la troupe de artesanos despliega un tel¨®n corto y Puck, tirando de una soga, hace que el bosque entre literalmente en escena. Sebasti¨¤ Brosa ha creado un mundo subterr¨¢neo y nocturno, un laberinto de ¨¢rboles desnudos, enlazados por escaleras de mano. A la derecha, el pianista Dani Espasa toca sus delicad¨ªsimas composiciones, que se alternan con pasajes de Manos Hadjidakis. Esos troncos sin hojas, esas escaleras a¨¦reas, ese piano incongruente y esa luna ub¨¦rrima me transportan a uno de los mundos boca abajo que pint¨® Chagall, un territorio del inconsciente liberado al que escapar¨¢n los cuatro amantes: Hermia (Claudia Benito), Demetrio (Guillem Motos), Elena (Laura Pujol¨¤s) y Lisandro (Albert Prat).
Tampoco andan muy bien las cosas en el reino de las hadas: descubrimos que Oberon hab¨ªa sido amante de Hip¨®lita, y Titania lo fue de Teseo, y ambos andan ahora a la gre?a por un ni?o que ha pasado al s¨¦quito de ella.
En manos de Oll¨¦, la Titania que interpreta Merc¨¨ Ar¨¢nega est¨¢ cerca de la delicada y vitri¨®lica Merteuil de Quartet, de Heiner M¨¹ller, peluca Pompadour incluida, y Luis Marco compone un Oberon que parece salido del ¡°teatro bajo la arena¡± de Lorca: una criatura lunar y triste, de rostro dorado y furia fatigada, que insta el enredo de Puck pero sufre por las desgracias que el error de su buf¨®n va a provocar. Me encanta el momento en que Oberon y Puck (Pau Vinyals) contemplan, invisibles, el conflicto de Demetrio y Elena como si se tratara de una representaci¨®n: el tel¨®n rojo que enmarca su disputa, las frases que el duende parece saberse de memoria. No conoc¨ªa a Vinyals y ha sido para m¨ª una radiante revelaci¨®n. Me record¨® a un joven Puigcorb¨¦, flexible como un bailar¨ªn, con un gran ritmo verbal y una dicci¨®n muy clara incluso en los pasajes m¨¢s acelerados. Con la bocaza del Joker y las inquietantes maneras del maestro de ceremonias de Cabaret, su perfil tiene tambi¨¦n algo de Elegu¨¢, el dios burl¨®n de las encrucijadas en la santer¨ªa caribe?a.
Los j¨®venes amantes son dibujados como ni?os que se enamoran por primera vez, que no comprenden lo que est¨¢n sintiendo
Creo que Oll¨¦ ha querido dibujar a los j¨®venes amantes como ni?os que se enamoran por primera vez, reflejando el trastorno de quien no comprende lo que est¨¢ sintiendo. Lisandro y Demetrio son m¨¢s cr¨ªos a sus ojos: por eso visten pantal¨®n corto y cuando se enfrentan lo hacen con espadas de madera. Hermia y Elena son, como suele suceder, (algo) m¨¢s adultas. Trastorno me parece una palabra adecuada: la pasi¨®n en Shakespeare siempre es fuente de elevaci¨®n y caos al mismo tiempo; el deseo, voluble y rara vez correspondido, resulta ser con frecuencia una construcci¨®n mental. Los cuatro int¨¦rpretes sirven muy bien esa dualidad: percibimos la gracia de la endiablada situaci¨®n pero tambi¨¦n las sacudidas del rechazo.
Y aqu¨ª llegan los c¨®micos, aficionados eternos, que aparecen con su carro (una camioneta, en este caso) de la antigua farsa, con un trasluz de los animales tristes del Magic Circus y un eco de la compa?¨ªa familiar de Fanny y Alexander. Ellos son, traduzco, Cu?a (Joan Anguera), Madeja (Xicu Mas¨®), Flauta (Oriol Tramvia), Perola (Xavier Soler) y Serrucho (Eduard Muntada), rid¨ªculos y a la vez conmovedores, nueva dualidad, en su empe?o de hacer lo mejor que puedan una funci¨®n condenada al fracaso. Joan Anguera es el director, y tiene una escena preciosa, cuando presenta P¨ªramo y Tisbe ante su real auditorio como un narrador ambulante, soportando con extrema dignidad las risitas ir¨®nicas de los cuatro j¨®venes, quienes parecen haber olvidado que sus intercambios amorosos fueron mucho m¨¢s grotescos. No cuesta o¨ªr a Shakespeare hablando por boca de Teseo cuando los defiende: siempre estuvo el bardo a favor de los c¨®micos, y Oll¨¦ tambi¨¦n, como est¨¢ mandado. Anguera toca la zanfona y Soler despliega su acorde¨®n, y con esa m¨²sica parece entrar un viento antiguo de rutas polvorientas, una luz noble y crepuscular que ba?a la estampa de esos supervivientes de un mundo humilde y artesanal, condenado a la extinci¨®n. Nos vamos acercando al final del espect¨¢culo y me doy cuenta de que todav¨ªa no he hablado de un personaje tan s¨²bitamente central como Madeja (Bottom, en el original), del que Xicu Mas¨® realiza una verdadera composici¨®n, maravillosamente graduada. En la primera parte sirve un personaje en la l¨ªnea de un Gassman r¨²stico, cuya soberbia es deliciosa porque no llega a ser inaguantable, y ese encanto sigue latiendo cuando se transforma en asno y dialoga con las hadas en una de las escenas m¨¢s cautivadoras del teatro de Shakespeare. Al principio calificaba de excelente la versi¨®n catalana de Joan Sellent, que mantiene la alternancia de prosa y verso. Ampl¨ªo el calificativo: es excelente porque es n¨ªtida, fluida, entra por el o¨ªdo y danza sobre la escena. Tambi¨¦n hay que aplaudir el imaginativo vestuario de M¨ªriam Compte y la iluminaci¨®n, matizada y po¨¦tica, de Lionel Spycher, eterno copain del director.
El somni d¡¯una nit d¡¯estiu (El sue?o de una noche de verano). De William Shakespeare. Director: Joan Oll¨¦. Int¨¦rpretes: Joan Anguera, Merc¨¨ Ar¨¢nega, Cl¨¢udia Benito y Dani Espasa, entre otros. Teatre Nacional de Catalunya. Barcelona. Hasta el 31 de enero de 2015.
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