Muere ?ngel Gonz¨¢lez Garc¨ªa, historiador y cr¨ªtico de arte
Premio Nacional de Ensayo y especialista en los siglos XIX y XX
En un d¨ªa de despedidas, me sorprende el domingo la triste noticia en Burgos, ciudad que vio nacer al historiador y cr¨ªtico de arte ?ngel Gonz¨¢lez Garc¨ªa en 1948. Su alma de castellano viejo (ninguna otra mejor forma para ejercer su dandismo impenitente) se revela con fuerza al pensar en el silencio impuesto por la muerte al verbo impetuoso y pendenciero de este, antes que nada, extraordinario profesor de historia del arte. De hecho, era con el silencio con el que inauguraba cada una de sus clases en la Facultad de Geograf¨ªa e Historia de la Complutense. Despu¨¦s lanzaba su primera diapositiva; las grutas de Bomarzo, una fantas¨ªa arquitect¨®nica de Boull¨¦e, La monta?a de Sainte-Victoire de Cezanne, o cualquier otra intrigante imagen con la que se desataba una reflexi¨®n tan iluminadora como delirante del mundo moderno y sus diferentes formas de materialismo. Sus lecciones nos llevaban, en una suerte de encantamiento, a peregrinar por todas sus clases.
Para entonces ya circulaban sus ediciones del Tratado de la pintura de Leonardo y del original portugu¨¦s Da Pictura Antiga de Francisco de Holanda, dos estudios fundamentales sobre el renacimiento italiano cuya continuidad no podemos dejar de a?orar ahora. Pero su derrotero se inclin¨® inexorablemente hacia lo contempor¨¢neo. Al alim¨®n con Francisco Calvo Serraller protagoniz¨® con las exposiciones en la Galer¨ªa Multitud en los a?os setenta uno de esos episodios pioneros del cambio de los intereses del estudio del arte espa?ol del XIX y del XX.
Al tiempo, inicia una intensa y comprometida labor como cr¨ªtico de arte en varios medios (un ramillete de sus textos se pueden consultar en la web de este peri¨®dico) y como particular animador de las nuevas formas de figuraci¨®n de la pintura madrile?a de ese momento, manteniendo durante tiempo el inter¨¦s, inseparable de la amistad, por la obra de alguno de sus m¨¢s conspicuos representantes como Carlos Alcolea o Juan Navarro Baldeweg.
Ya hab¨ªa dejado la cr¨ªtica de arte cuando coincidimos en el Museo Reina Sof¨ªa; ¨¦l, como miembro de la comisi¨®n asesora y el que escribe, como biso?o subdirector. Se dio cuenta pronto que era una v¨ªctima propicia para la deambulaci¨®n por sus personal¨ªsimas ideas sobre lo moderno cuya forma de representaci¨®n se convert¨ªan en utop¨ªas permanentes en las interminables reuniones sobre la organizaci¨®n de la colecci¨®n del Museo.
Todas esas ideas terminaron tomando forma en el libro El resto. Una historia invisible del arte contempor¨¢neo, publicado en 2000. Por esta recopilaci¨®n de una treintena de textos sueltos, desde el frio invierno de la Revoluci¨®n hasta el c¨¢lido estudio de su gran amigo el pintor irland¨¦s Stephen Mackenna, mereci¨® el reconocimiento del Premio Nacional de Ensayo de ese a?o y, lo que es m¨¢s importante, se conjur¨® definitivamente su fama de ¨¢grafo impenitente. Prueba de ello fue la extraordinaria producci¨®n que desencaden¨® a partir de entonces, entre otras, con: Pintar sin tener ni idea y otros ensayos sobre arte, su monograf¨ªa sobre Alberto Giacometti, Roma en cuatro pasos, arte y terror, o Algunos avisos urgentes sobre decoraci¨®n de interiores y coleccionismo.
Pedirle un texto era una provocaci¨®n y recibir sus cuartillas un lujo para cualquiera de sus editores (Museo de Bellas Artes de Bilbao, Lampreave&Mu?oz, Gustavo Gili, Mudito&Co,..). Al Museo del Prado entreg¨® estos ¨²ltimos a?os La pintura se complica con motivo de la exposici¨®n de Manet y, m¨¢s recientemente, Pintura para ateos: Los bodegones de Chardin. Esper¨¢bamos cerrar una especie de tr¨ªptico sobre la pintura francesa moderna con un texto para la exposici¨®n sobre Ingres que preparamos para el a?o entrante. Le mand¨¦ las im¨¢genes a trav¨¦s de su hija Raquel Gonz¨¢lez Escribano, y me llam¨® con voz d¨¦bil para decirme que estaba animado, que le hac¨ªa una gran ilusi¨®n meterse a fondo con el disc¨ªpulo d¨ªscolo de David. Luego, como dec¨ªa, el silencio.
Posdata. Se me ocurre que estar¨ªa bien si el Museo Reina Sof¨ªa le rinde un peque?o homenaje sacando a la luz esa gran pintura de Guillermo P¨¦rez-Villalta Grupo de personas en un atrio, retrato colectivo de su generaci¨®n. Mientras tanto, por nuestra parte, con su viuda Mar¨ªa Vela Zanetti pensaremos en c¨®mo dedicarle un peque?o banco de descanso delante, a falta de Matisse, de La Bacanal de los Andrios de Tiziano, donde recordarle, in memoriam, mirando a Venecia y celebrando la vida que era, no nos enga?emos, principalmente lo suyo.
Miguel Zugaza es director del Museo del Prado.
Babelia
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