Volver sobre los propios pasos

Dieciocho a?os transcurridos, los Entremeses siguen igual de frescos, en esta copia fidedigna que del antiguo montaje (de Jos¨¦ Luis G¨®mez y Rosario Ruiz Rodgers, con coreograf¨ªa gestual de Mar Navarro) ofrece el Teatro de La Abad¨ªa, firmada ahora por G¨®mez exclusivamente. Sorprende ver a otros actores replicando con exactitud los movimientos y el repertorio de tonos creado por los once de entonces, de los que repiten solo tres, aunque uno siente, no obstante, que en la representaci¨®n original hab¨ªa un plus de autenticidad (efecto sorpresa aparte) y que los personajes son genuinos solo cuando les presta su aliento el actor que los cre¨®, por mucho arte que le pongan sus sustitutos a sus divertidas reproducciones.

El espect¨¢culo, tan luminoso y di¨¢fano como lo recordaba, habla de maridos burlados, de viejos celosos pero incapaces de cumplir con sus mujeres, de gentes de mala ralea y de villanos que les siguen el aire, por miedo al estigma. G¨®mez y su equipo le imprimen a la farsa un movimiento limpio, r¨¢pido, inspirado en la commedia dell'arte, tan influyente en el teatro espa?ol de la ¨¦poca. No menor es el acierto con el que los actores entonan las coplillas originales y unos proverbios a los que Luis Delgado ha puesto m¨²sicas de tradici¨®n oral que se miden de t¨² a t¨² con el texto cervantino. La escenograf¨ªa, un ¨¢rbol mocho y seco como el de Esperando a Godot, establece un puente entre ¨¦pocas y sugiere que no hay distancia entre las pulsiones de aquellos ancestros y las nuestras.