?Qu¨¦ hay en la literatura navide?a m¨¢s all¨¢ de Dickens?
La Navidad es tambi¨¦n un relato. Y el autor ingl¨¦s la defini¨® con una m¨¢gica transformaci¨®n de sentimientos mezquinos en generosos y altruistas
Charles encendi¨® las luces
Por Carlos Zan¨®n
La Navidad es infancia y familia. Hay infancias horrendas y familias espantosas. Pero para la mayor¨ªa ambas han sido territorio y refugio. J.M. Barrie escribi¨® que a partir de los siete a?os no pasa nada especialmente relevante. Pues eso. La Navidad es tambi¨¦n y muy especialmente un relato poderoso y magn¨¦tico. Una canci¨®n cuya melod¨ªa ¡ªfacilona pero certera¡ª ha sabido adaptarse a religiones y tarjetas de cr¨¦dito. A nuestra psicolog¨ªa, a nuestros usos, necesidades y ritos. Casi todo lo que se puede decir en contra de la Navidad es l¨²cido y razonable¡ but I like it. Adem¨¢s ?por qu¨¦ ensa?arnos con esta mentira y tragarnos sin rechistar las otras? Como las de qui¨¦n la hace la paga, el amor eterno o que uno puede hacerse rico trabajando. Lo desesperante de la Navidad es que conoce nuestros puntos d¨¦biles, se recrea en ellos, nos deprime, emociona, redime y condena pero nunca de manera definitiva. Al final te suelta del cuello y como los matones te espeta: gana dinero, p¨®rtate bien y hablamos en un a?o. La Navidad tambi¨¦n tuvo sus malos momentos. En uno de ellos, un escritor aprovech¨® la nostalgia de las a?ejas celebraciones victorianas y acudi¨® al rescate. Hay quien mantiene que fue Dickens quien invent¨® la Navidad tal y como la conocemos. Como m¨ªnimo encendi¨® las luces en una ¨¦poca donde la celebraci¨®n era oscura y nada solidaria. Su m¨¢s c¨¦lebre cuento de Navidad, A Christmas Carol (1843), era solo un panfleto contra el maltrato laboral infantil cuando se sent¨® a escribirlo, pero pronto se transform¨® en un cuento navide?o con espectros. Dickens, por aquellas fechas ya sab¨ªa de la fuerza de una ficci¨®n sobre decretos, parlamentos y soflamas. Su protagonista es el avaro y mezquino Scrooge. El resto de personajes, espectros y lectores llevamos siglo y medio acosando y empujando al viejo como una bruja a la hoguera. Y todo porque se empe?a en no creerse la mentira, en no vivir la vida como una ficci¨®n consensuada.
Qu¨¦ feo es vivir
Por Alberto Manguel
Al principio, la Iglesia cristiana desde?aba los aniversarios. La sola fecha que importaba era la de la Segunda Venida de Cristo, y esa estaba m¨¢s all¨¢ del entendimiento humano. Pero a partir del siglo II, el nacimiento milagroso comenz¨® a ser celebrado por los cristianos del mundo entero, inspirando en uno de sus m¨¢s c¨¦lebres opositores lo que quiz¨¢s fue el primer cuento de Navidad. El neoplat¨®nico Celsio, burl¨¢ndose de lo que ¨¦l llamaba "f¨¢bulas fabricadas", escribi¨® una versi¨®n del evento sagrado en la que Cristo nace en una aldea de Judea fruto de una campesina ad¨²ltera y un soldado romano llamado Pantero. Esta variaci¨®n racionalista es el remoto antepasado de otras m¨¢s recientes: La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo, de Nikos Kazantzakis; El evangelio seg¨²n Jesucristo, de Jos¨¦ Saramago; El testamento de Mar¨ªa, de Colm T¨®ib¨ªn. Pero es Dickens quien define para nosotros lo que es (o debe ser) un cuento de Navidad con un ¨¢rbol fastuosamente decorado, dulces, punch y pavo asado, y por sobre todo, la m¨¢gica transformaci¨®n de sentimientos mezquinos en generosos y altruistas. Quiz¨¢s porque todo escritor, como Celsio, encarna el esp¨ªritu art¨ªstico de contradicci¨®n, en lugar de continuar con el tono jubiloso de Dickens, los cuentos de Navidad de nuestra ¨¦poca son por lo general l¨²gubres y pesimistas, como si quisieran recordarnos que en esta fecha, feliz por sobre todas en el calendario cristiano, nuevas Mar¨ªas siguen siendo echadas por el posadero, y que nuevos Cristos sufren la traici¨®n, el escarnio y la cruz. John Cheever en ¡®La Navidad es triste para los pobres¡¯, Alice Munro en ¡®La estaci¨®n del pavo¡¯, Vlad¨ªmir Nabokov en ¡®Navidades¡¯, Sergio Ram¨ªrez en ¡®San Nikolaus¡¯ o Michel Tournier en ¡®Mam¨¢ Noel¡¯ describen la Navidad como una fiesta de angustia y soledad, como para advertirnos que, en medio de cenas opulentas y monta?as de regalos, nuestra condici¨®n humana aguarda a¨²n la redenci¨®n prometida.
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