Otro sentido a la escritura
El genial escritor, fallecido en 2008, derroch¨® su talento en novelas, ensayos y conferencias
1.?El narrador nato. En su relato sobre el vicepresidente que sucedi¨® a Kennedy, Lyndon,David Foster Wallace revel¨® una sensibilidad especial para fijar la mirada en detalles que otros no reparan. En esa historia que es en parte ficci¨®n, pero en la que late un genuino inter¨¦s ensay¨ªstico, despuntaba la l¨²dica obsesi¨®n por la lengua y la fascinaci¨®n por desentra?ar la naturaleza de las cosas del americano. Era la obra de alguien que se lo pasaba bien escribiendo. Luego su novela cumbre, La broma infinita,mostr¨® un narrador incisivo y juguet¨®n, lleno de ideas, tal vez demasiadas para la ficci¨®n, que no sabemos c¨®mo hubiera evolucionado de no haber puesto fin a su vida en 2008.
2.?El novelista depresivo. En el ensayo La naturaleza de la diversi¨®n, DFW argumentaba que lo m¨¢s importante para un novelista es pasarlo bien, y dejaba entrever que la aparici¨®n del ¨¦xito y otros obst¨¢culos pueden echar a perder ese don. Como le pas¨® a ¨¦l. Lleg¨® un momento en que dej¨® de disfrutar imaginando personajes, creando escenas, levantando un complicado andamiaje de s¨ªmbolos y gestos que se sostuviera a lo largo de muchas palabras. Y al final, cada p¨¢gina arrancada a la imaginaci¨®n era una tarea de S¨ªsifo, en que ya solo lo pasaba mal escribiendo. Quiz¨¢ si hubiera dejado de lado esa ¨²ltima novela, El rey p¨¢lido, que se le atraves¨® y qued¨® inacabada, ahora seguir¨ªa entre nosotros.
3.?El observador inagotable. ?Acaso no lo pasaba mejor escribiendo acerca de la ¡°realidad¡±, sus pompas y sus obras, de forma precisa y clara, clarividente? Ten¨ªa talento para sacar punta a los aspectos m¨¢s variados en torno al sexo, el deporte, la pol¨ªtica, la misma literatura, la filosof¨ªa o la lengua inglesa. Tomemos por ejemplo su modesta hip¨®tesis de que el sida se convirtiese a la postre en ¡°la salvaci¨®n de la sexualidad en los a?os noventa¡±. Y su intuici¨®n de que, como en los lances de los caballeros con los dragones flam¨ªgeros, esa salvaci¨®n vendr¨ªa gracias al factor riesgo: ¡°Cuanto m¨¢s fieros son los dragones, m¨¢s serio se vuelve el sexo¡±.
4.?El ensayista posmoderno. Un d¨ªa, DFW se embarcaba en un crucero de lujo y nos contaba cosas incre¨ªbles de la manera m¨¢s alucinante. Otro, se hincaba de rodillas en Wimbledon para recibir la ¡°experiencia religiosa¡± de un milagroso golpe de Roger Federer. O nos convenc¨ªa de que una novela, en apariencia anodina, sobre Wittgenstein pod¨ªa cambiarnos la vida. O met¨ªa las narices en un festival de langostas, cuando no en la salita de la se?ora Thompson para asistir en un silencio piadoso de colono al horror del 11-S por la tele. No necesitaba ya de la novela para pasarlo bien.
5.?El hombre que amaba el agua. Hab¨ªa encontrado en el ensayo otro sentido a la escritura sin tener que inventar. En ocasiones parec¨ªa que le faltaba un tornillo, pero solo era un subterfugio para disimular su estricto clasicismo. Al final todo encajaba en sus derivas ensay¨ªsticas, todo encontraba su lugar. Incluso cuando hac¨ªa enervantes listas de vocablos inventados. Porque DFW estaba dotado para discernir la sencillez en el pozo de la profundidad, en la tradici¨®n de Emerson y Thoreau. Como en Esto es agua, obra reci¨¦n traducida por Javier Calvo para Literatura Random House, una conferencia para una ceremonia de graduaci¨®n en la que discurre sobre la necesidad de reflexionar sobre la vida, de decidir el despertar. Hasta que un d¨ªa dej¨® de amar el agua.
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