Es solo Brautigan (pero me gusta)
El novelista estadounidense decidi¨® parodiar en los setenta los g¨¦neros populares que m¨¢s le gustaban. 'El monstruo de Hawkline' se acerca al 'western'. Su estilo genera adicci¨®n
En el ya lejan¨ªsimo mes de octubre de 1984, debajo de una manta de gusanos hallaron el cad¨¢ver de Richard Brautigan. Solo en eso, en elegir la manera de acabar con su vida, parec¨ªa haber triunfado plenamente. Con una bala en la sien de una 44, en una caba?a aislada en Bolinas, California. Pero siempre hay que ir con cuidado con estas vidas nada ejemplares made in USA. Trat¨¢ndose de un pa¨ªs m¨ªtico, la biograf¨ªa de la mayor¨ªa de sus artistas (escritores, actores, millonarios y presentadoras de televisi¨®n) tratar¨¢ tambi¨¦n de serlo. Si no tienes una adicci¨®n (si la di?as, bien, y si la superas y regresas, premio doble), no eres nadie. Si tu padre no era alcoh¨®lico y so?aba con que a¨²n estaba en Saig¨®n. Si tu t¨ªo Dick no se mostraba en exceso cari?oso, si no tuviste mil domicilios en la infancia y mil empleos (nada de auxiliar administrativo: marino, detective, surfista, camarera) eres menos que nadie. Puede que escribas bien (o muy bien) , pero te falta algo.
Brautigan tiene mucho de fatalidad y de ese algo y lo de escribir bien ir¨¢ a gusto del consumidor. Uno nunca sabr¨¢ del todo si escrib¨ªa muy bien ¡ªel Hemingway de los hippies¡ª, bien, fatal o su talento se limitaba a contarte una historia absurda, loca, divertida a la que te enganchaba por la magia ¡ªmodalidad pulp¡ª, algo mucho m¨¢s dif¨ªcil de lo que parece.
Nuestro hombre naci¨® en Tacoma (1935). Sus progenitores hicieron todo lo posible por darle temas sobre los que escribir. Su padre nunca lo reconoci¨® y su madre trat¨® de abandonarle junto a su hermanastra peque?a en un motel de Great Falls. Pobreza, maltrato, desarraigo, maridos, novios y amantes de mami. En 1955 elabora uno de sus maravillosos planes. Harto de pasar hambre y fr¨ªo, tira una piedra a una comisaria. La parte buena es que le dar¨¢n calor y comida. La mala es que acabar¨¢ ingresado en un hospital con diagn¨®stico de esquizofrenia y paranoia depresiva.
Le meten tantos electrochoques que seguro que Sinatra tuvo que anular alg¨²n concierto en Las Vegas por falta de fluido el¨¦ctrico. Con la mitad del cerebro frito acude al lugar donde se puede fre¨ªr la otra mitad: San Francisco. Est¨¢ decidido a ser escritor. En 1964 consigue publicar Un general confederado de Big Sur, que no hace gracia a nadie. Sin embargo, la segunda, La pesca de la trucha en Am¨¦rica, es un ¨¦xito de ventas y cr¨ªtica, emparent¨¢ndole a un Mark Twain, el mencionado Ernie o Walt Whitman si hubieran compartido noche y grifa con los Freak Brothers.
La trucha desov¨® en los bolsillos de Richard dinero, drogas, propiedades, amigos, conocidos, mujeres, m¨¢s drogas, menos dinero, menos propiedades, menos amigos, demasiados conocidos, algo de drogas y alguna esposa. Semejante ritmo no pudo equilibrarse con sus siguientes t¨ªtulos, que no producen tal impacto deriv¨¢ndole a la caricatura, la parodia, el olvido y la Magnum 44.
No busca un ni?o en sus lecturas,
El monstruo de Hawkline forma parte de su segunda trilog¨ªa escrita en los setenta. La primera podr¨ªa integrar los t¨ªtulos ya mencionados y cerrarse con En az¨²car de sand¨ªa. El monstruo de Hawkline obedece a un intento de Brautigan de parodiar cari?osamente aquellos g¨¦neros populares que le eran queridos: el er¨®tico, el detectivesco, el western crepuscular. Su estilo genera adicci¨®n, aunque no sepas por qu¨¦, ni tampoco importe mucho.
Leer a Brautigan tiene algo de volver al principio de tus lecturas. No escribe como un ni?o. No busca un ni?o en sus lecturas, pero tiene algo primigenio, puro, directo, sin artificio alguno, talentoso y sumamente caro de encontrar que te enrola para la causa de Brautigan.
Solo as¨ª se puede entender cuando te enganchas con un argumento digno de un cap¨ªtulo de Scooby Doo con alg¨²n guionista fumado, otro salido y un tercero con problemas de visi¨®n perif¨¦rica. Aqu¨ª encontrar¨¢s una pareja de asesinos a sueldo con principios y man¨ªas obsesivas (y sabiendo que no hay nada peor que estar en Haw¨¢i), una Ni?a M¨¢gica que parece la india morbosa de las pel¨ªculas de Burt Lancaster, dos hermanas id¨¦nticas atrapadas en una mansi¨®n g¨®tica. Una casona asentada en placas de hielo en medio del desierto. Lugar en el que unas Substancias y sus Sombras hacen travesuras con tus cabezas y tus cuerpos y convierten a un padre en forma de parag¨¹ero.
El m¨²sico Jarvis Cocker, escritores como Haruki Murakami o Neil Gaiman lo adoran como cabeza de lista de una legi¨®n de admiradores. Nadie sabe c¨®mo algo tan puro e idiota te puede reconciliar con la literatura que se muestra viva y por ello imparable. Pero sucede.
El monstruo de Hawkline. Richard Brautigan. Traducci¨®n de Dami¨¤ Alou. Blackie Books. Barcelona, 2014. 192 p¨¢ginas. 18 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.