El arte vasco hace inventario
Una exposici¨®n muestra la riqueza del tejido creativo desde Oteiza y Chillida hasta nuestros d¨ªas
Las robustas genealog¨ªas del arte vasco contempor¨¢neo cuelgan en el Museo de San Telmo de San Sebasti¨¢n de sus figuras tutelares en permanente enfrentamiento; Eduardo Chillida y Jorge Oteiza reciben al visitante de la exposici¨®n Suturak. Cerca a lo pr¨®ximo como una advertencia de que lo que seguir¨¢, una selecci¨®n de un centenar de obras de creadores de varias generaciones, obedece en cierto modo a un tira y afloja, al complejo proceso de asimilaci¨®n y refutaci¨®n de la enorme influencia de los dos titanes.
Sendas obras de los escultores y una cartograf¨ªa del arte vasco de Juan Luis Moraza, de la que esta propuesta se antoja deudora, se rodean en una primera secci¨®n de un muestrario de carteles, pegatinas, logotipos y car¨¢tulas, prueba de que hubo un tiempo en que los creadores constru¨ªan imaginarios colectivos, y que definen un contexto: Euskadi entre el final del franquismo y los primeros balbuceos democr¨¢ticos, cuyas tensiones llegan hasta nuestros d¨ªas, como ya sugiere Suturak, el t¨ªtulo de la muestra. ¡°Es una referencia al modo en el que la sociedad vasca va encontrando poco a poco su sutura¡±, explica Xabier S¨¢enz de Gorbea, comisario de la exposici¨®n junto a Enrique Mart¨ªnez Goikoetxea, conservador de Artium, museo que aporta la mayor parte de la obra expuesta.
Los clich¨¦s sobre la est¨¦tica vasca (noble, ensimismada y apegada a la tierra) acaban por suerte hechos a?icos en la secci¨®n titulada La risa l¨²cida, que se articula en torno a la escultura S¨²per H¨¦roe Euskalduntzarra (1978), de los Hermanos Roscubas, en la que un encapuchado cabalga sobre una ikurri?a para demostrar que, incluso en los a?os m¨¢s severos, hubo lugar para el sarcasmo, gracias a esa generaci¨®n que integraron en los setenta Vicente Ameztoy, Andr¨¦s Nagel, Jos¨¦ Luis Zumeta o Ram¨®n Zuriarrain.
La iron¨ªa va tomando paulatinamente protagonismo a lo largo de un relato, dividido en 12 cap¨ªtulos, que por fuerza ha de ser sombr¨ªo. ¡°Es innegable que el conflicto ha ido acotando unas est¨¦ticas, unos planteamientos¡±, admite S¨¢enz de Gorbea, cuya elecci¨®n como comisario parece acertada: cr¨ªtico de arte del diario Deia, artista, profesor de ?ltimas Tendencias en la Universidad del Pa¨ªs Vasco (alma mater de la mayor¨ªa de los creadores incluidos) y fundador de Windsor, galer¨ªa decana de Bilbao, ha visto en primera fila la evoluci¨®n de la est¨¦tica que trata la muestra; de los tiempos heroicos al talento tallado al abrigo de las instituciones del siglo XXI.
Aunque la muestra no pretenda ofrecer una tesis sobre qu¨¦ es el arte vasco, s¨ª certifica la existencia de tem¨¢ticas recurrentes. El terrorismo est¨¢ presente de un modo m¨¢s o menos po¨¦tico en la mesa de negociaci¨®n imaginada por Francisco Ruiz de Infante, la escenograf¨ªa propia de un comunicado de ETA sacada de contexto por Miriam Isasi o la fotograf¨ªa de Pepo Salazar de una discoteca destrozada por un atentado. El territorio, el feminismo y la nueva escultura vasca son otras de las subtramas de una historia de la que se sale haciendo equilibrismos, como en la pieza En puntas (2013), de Javier P¨¦rez ¡ªen la que una bailarina danza alzada sobre cuchillos en un piano¡ª antes de entrar en la secci¨®n de estelas funerarias. En ella, la reinterpretaci¨®n contempor¨¢nea del s¨ªmbolo se confronta a la excepcional colecci¨®n de arte f¨²nebre del Museo San Telmo.
Babelia
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