La fuente de todas las historias
En 'Decamer¨®n', unos muchachos se re¨²ne a olvidar la muerte cont¨¢ndose historias
Dice Boccaccio que escribi¨® su Decamer¨®n para los afligidos, y que nadie necesita m¨¢s consuelo que las mujeres, sometidas a su madre y a la autoridad de los hombres de la casa, encerradas, sin la posibilidad varonil de salir a dar vueltas, cazar, pescar, jugar y mercadear.
Giovanni Boccaccio, ciudadano de Florencia, cortesano, burgu¨¦s del siglo XIV, hijo de mercader, dirigi¨® su gran libro a las mujeres, un centenar de cuentos para entretenerse en los malos tiempos.
Estamos en la peste de 1348, d¨ªas de disoluci¨®n universal. La vida social se derrumba. Y entonces una elegida sociedad de siete muchachas y tres muchachos se re¨²ne en las colinas a olvidar la muerte cont¨¢ndose historias, cantando, bailando, comiendo y bebiendo bien.
No hablan de lo que han vivido, sino de lo que alguna vez oyeron, y Boccaccio oye a sus diez personajes, todas las voces, todas las m¨²sicas, cien y unas historias de amores gratos y amargos con protagonistas de distintas edades, ideas, clases, religiones, ¨¦pocas y tonos, tontos y listos, valientes y pusil¨¢nimes, mezquinos y generosos. Quienes fabulan son j¨®venes maduros que no se dejan seducir por fantas¨ªas: mantienen una pura fraternidad mientras tratan de tentaciones y pecados. La pasi¨®n motor de sus cuentos es el amor vivo, la atracci¨®n f¨ªsica, m¨¢s poderosa que el sue?o del amor cort¨¦s de los caballeros y las damas de los castillos legendarios. El Decamer¨®n es carnal, vida contra la peste: el coraz¨®n y el ingenio, el desprendimiento y la gratitud, la sonrisa y la risotada contra la pesadez, la taca?er¨ªa y la estupidez desinteresada o interesada.
El secreto parece estar, seg¨²n Boccaccio, en sab¨¦rselas entender con la fortuna, que baraja sin orden ¡°las cosas que est¨²pidamente llamamos nuestras¡± y es la fuente de todas las historias. El juego de los deseos cruzados al azar nunca ha sido mal tema de conversaci¨®n. Y contarse cuentos no es mal remedio en tiempos malditos en los que ni para la gente de orden es vergonzoso hacer las cosas m¨¢s extra?as: ¡°Andar con las bragas en la cabeza¡±, dice literalmente Boccaccio.
Justo Navarro es poeta, novelista y traductor.
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