El ladr¨®n de recuerdos
Michael Jacobs, muerto hace un a?o, contact¨® con Garc¨ªa M¨¢rquez para la traves¨ªa del r¨ªo Magdalena. El viaje fue una met¨¢fora de la memoria, un mundo de prodigios y peligros
Produce cierta melancol¨ªa leer lo que un muerto escribe acerca de un muerto que muri¨® poco despu¨¦s de ¨¦l, y m¨¢s si ambos muertos tienen que ver con una ciudad y un r¨ªo que acabas de visitar. La ciudad es Cartagena de Indias; el r¨ªo es el Magdalena, que discurre desde el litoral del Caribe hacia el interior de Colombia, y los muertos son dos escritores, Michael Jacobs y Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. El r¨ªo no discurre hacia el interior del pa¨ªs, naturalmente, sino que nace en el lejano altiplano, en la zona de San Agust¨ªn, y fluye hacia el mar formando infinitos meandros.
A Michael Jacobs la muerte le sorprendi¨® demasiado temprano, en enero de 2014. Lo conoc¨ª en su pueblo, Frailes, situado en la sierra andaluza de Ja¨¦n, donde en cierta ocasi¨®n me invit¨® porque, al igual que ¨¦l, yo hab¨ªa escrito un libro sobre Espa?a. Hispanista, historiador del arte, eterno viajero, exc¨¦ntrico y despreocupado como solo pueden serlo algunos ingleses, un n¨®rdico anglosaj¨®n de sangre italiana, jud¨ªa e irlandesa, Michael se hab¨ªa afincado en ese pueblo min¨²sculo donde todo el mundo le conoc¨ªa y donde hab¨ªa trabado amistad con un viejo soltero propietario de un molino de aceite, tal vez el ¨²ltimo en el que se prensaba la aceituna de forma tradicional. Viv¨ªa en una peque?a casa situada en lo alto de una ladera en compa?¨ªa, c¨®mo no, de un vistoso perro y de una mujer que de vez en cuando ven¨ªa de Inglaterra. En esa casa escribi¨® sus libros, entre ellos un grueso volumen sobre la cordillera de los Andes que hab¨ªa recorrido de una forma harto aventurera de Norte a Sur, desde Venezuela hasta la Patagonia, un libro que fue para m¨ª una biblia durante mi viaje por esas tierras.
En Cartagena, Garc¨ªa M¨¢rquez era una presencia eternamente ausente, porque ten¨ªa ah¨ª su casa, aunque viv¨ªa en M¨¦xico debido al ambiente amenazador que reinaba en su pa¨ªs
Su ¨²ltimo libro, The Robber of Memories (El ladr¨®n de recuerdos), empieza en Cartagena con su h¨¦roe, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, del que hab¨ªa le¨ªdo absolutamente todo. Michael era capaz de sentir admiraci¨®n, eso queda claro desde las primeras l¨ªneas en las que describe su encuentro con el escritor. Una persona en un bar le advierte que Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ sentado en un rinc¨®n al fondo del local. ¡°Sigo recordando sus ojos tal como eran aquella noche, al principio a¨²n brillantes, luego alternativamente meditativos, vac¨ªos y fatigados, mientras segu¨ªa sonando la m¨²sica que agasajaba al escritor con los vallenatos de su juventud caribe?a. Durante un rato pens¨¦ que se hab¨ªa quedado dormido. Hab¨ªa dejado de mover la cabeza al ritmo de la m¨²sica, sus p¨¢rpados pesados parec¨ªan cerrados. Yo permanec¨ª sentado frente a ¨¦l, como un pupilo t¨ªmido lleno de admiraci¨®n, sudando por la emoci¨®n y el calor. Fue entonces cuando me percat¨¦ de que no estaba dormido. Ten¨ªa los ojos entornados y me miraba fijamente con una especie de mirada interrogante, como si quisiera saber qui¨¦n era yo. Por un instante tuve la impresi¨®n de haberme transformado en una versi¨®n joven de ¨¦l mismo, mientras que ¨¦l se hab¨ªa convertido en un cocodrilo que me observaba desde la orilla de un r¨ªo tropical, somnoliento y casi invisible, pero con unos ojos que miraban m¨¢s all¨¢ del agua turbia y que todo lo ve¨ªan¡±.
En Cartagena, Garc¨ªa M¨¢rquez era una presencia eternamente ausente, porque ten¨ªa ah¨ª su casa, aunque viv¨ªa en M¨¦xico debido al ambiente amenazador que reinaba en su propio pa¨ªs. El gran hotel donde se alojan anualmente los escritores invitados al festival tiene vistas al poderoso baluarte construido en su d¨ªa por los espa?oles para hacer frente a los saqueos de los piratas franceses, ingleses y holandeses. El baluarte se encontraba a unos minutos caminando de mi hotel. Subiendo una escalerita pod¨ªa otear desde ah¨ª el oc¨¦ano. Uno puede pasarse horas mirando y paseando por este lugar. La muralla que rodea media ciudad tiene en su parte superior la anchura de una carretera, con aspilleras cada tantos metros por las que en otros tiempos asomaban los ca?ones y donde ahora se sientan los enamorados. Aproximadamente a la altura de la casa de Garc¨ªa M¨¢rquez se alza un monumento de aves marinas que se elevan al cielo y luego se sumergen en el agua. No hay mejor lugar para contemplar, a trav¨¦s de ese agitado vuelo de aves, la puesta de sol en el lejano Oeste. Si te das la vuelta, ves al otro lado la ciudad vieja con sus casas de colores y una angosta carretera donde se ubica la vivienda del escritor, una casa rojiza del color de la sangre reseca, imponente y majestuosa. Todo el mundo sabe que esa es su casa. Con frecuencia he visto gente frente a ella esperando en vano captar una imagen del autor. A modo de consuelo, aparece retratado en una gran fotograf¨ªa colgada en el patio interior del gran hotel, no lejos de su compa?ero Vargas Llosa. Ambos escritores tienen vista al jard¨ªn del centro del patio donde el tuc¨¢n de la casa vuela de un lado a otro como una bandera enloquecida que quisiera competir con las flores tropicales.
En ese territorio, el recuerdo de la ¡°violencia¡± nunca est¨¢ lejos. Su libro es testimonio del periodo m¨¢s violento de la historia reciente de Colombia
En ese mismo patio interior del hotel Santa Clara encuentras El Tiempo, uno de los diarios colombianos en los que colaboraba Garc¨ªa M¨¢rquez antes de convertirse en Garc¨ªa M¨¢rquez. P¨®stumamente no puede uno evitar sentir envidia de los lectores de esos peri¨®dicos locales en los que ¨¦l relataba todo lo que suced¨ªa a su alrededor, una forma primaria de ese universo que m¨¢s tarde conocer¨ªamos como Macondo, un continente propio que ¨¦l agreg¨® al mundo existente, al igual que hizo su gran modelo Faulkner con Yoknapatawpha o m¨¢s adelante Onetti con Santa Mar¨ªa. F¨²tbol o ciclismo, acontecimientos locales narrados con claridad y agudeza, siempre con un ojo capaz de ver lo que los dem¨¢s no ven, la magia en la vida cotidiana de las gentes, unas historias que en esa parte del mundo parecen brotar de los ¨¢rboles y que las mentes sobrias de climas m¨¢s fr¨ªos, donde la realidad carece de magia, han calificado como realismo m¨¢gico.
A ratos tengo la impresi¨®n de que su esp¨ªritu sigue rondando por ese lugar, de que en la plaza de Mompox lo veo sentado a la orilla del r¨ªo
La primera vez que Michael Jacobs vio a Garc¨ªa M¨¢rquez en persona fue en 2010. Hab¨ªa acudido a Cartagena para asistir al festival, pero tambi¨¦n para preparar su viaje por el r¨ªo Magdalena, que en su d¨ªa fue la gran arteria de circulaci¨®n de un pa¨ªs monta?oso con p¨¦simas carreteras y que hoy es apenas navegable. El r¨ªo ha dejado de ser la gran arteria de comunicaci¨®n entre el litoral y los Andes. Sus aguas est¨¢n parcialmente estancadas, con meandros imposibles y vados y un transporte fluvial desorganizado. Y m¨¢s al sur el r¨ªo se ha convertido en una zona peligrosa por los enfrentamientos entre la guerrilla y los militares de derechas. El libro que Jacobs escribi¨® sobre esa traves¨ªa se titula The Robber of Memories, no solo porque durante su viaje visit¨® un pueblo en el que se dan m¨¢s casos de lo normal de enfermos de alzh¨¦imer, sino tambi¨¦n porque le persegu¨ªa incesantemente el recuerdo de su padre, un abogado ingl¨¦s que muri¨® de alzh¨¦imer, adem¨¢s de la angustia que le causaba la demencia de su madre que habitualmente no le reconoc¨ªa y a la que sin embargo intentaba llamar por tel¨¦fono de vez en cuando, tambi¨¦n por temor a que le sucediera algo en su ausencia y se viera obligado a interrumpir el viaje. Su padre fue una persona que quiso ser escritor a toda costa, pero que carec¨ªa de talento para ello; la madre, una actriz italiana que hab¨ªa conocido a su padre en N¨¢poles despu¨¦s de la guerra. El recuerdo de los padres que han perdido sus propios recuerdos es una constante que atraviesa el libro, pero el tono del libro ya queda definido antes de iniciar el viaje, cuando en Cartagena se encuentra con Garc¨ªa M¨¢rquez. En la gente que rodea al escritor, Jacobs percibe la excitaci¨®n que les produce el hecho de que este haya regresado a Cartagena. El gran escritor est¨¢ sentado al lado de un famoso poeta espa?ol. Pero los recuerdos de Garc¨ªa M¨¢rquez tambi¨¦n han sido robados. Ah¨ª est¨¢ ¨¦l, envuelto en su ausencia como si fuera el centro de todo, pero sin pronunciar palabra, y lo primero que a Jacobs se le pasa por la cabeza es que ese hombre no es el escritor, sino alguien que se le parece, un doble que ha sido contratado para representarle en el gran festival. ¡°Se parec¨ªa a una de esas estatuas vivientes que posan inm¨®viles durante horas para atraer la atenci¨®n de los turistas o del p¨²blico que est¨¢ de compras. Apenas se mov¨ªa, solo ligeramente cuando los inevitables admiradores se le acercaban con prudencia para pedirle una firma. Era como si hubiera regresado el Mes¨ªas. (¡) Y mientras yo le miraba de vez en cuando en ese concurrido bar, de repente vi otra cosa. Descubr¨ª en ¨¦l la mirada que conoc¨ªa de mis padres: una mirada un poco irritada e interrogante, como si estuviera deseando que desapareciera toda esa gente que le rodeaba, como si se hubiera dado cuenta, angustiado, de que no ten¨ªa ni idea de qui¨¦nes eran esas personas y lo que hac¨ªa en su compa?¨ªa¡±.
M¨¢s tarde, cuando el bar ya est¨¢ m¨¢s tranquilo, alguien le presenta al escritor y le cuenta a este que el amigo ingl¨¦s est¨¢ obsesionado con el r¨ªo Magdalena. Garc¨ªa M¨¢rquez reacciona agarrando la mu?eca de Jacobs con un pu?o de hierro y, sin soltarle, lanza una mirada interrogante a su hermano que est¨¢ sentado a su lado. Finalmente se decide a hablar y dice que recuerda todo del r¨ªo, absolutamente todo, los caimanes, los manat¨ªes¡ En ese mismo instante regresa la m¨²sica, y, como si alguien hubiera o¨ªdo las palabras del escritor, suena la famosa canci¨®n del hombre que se transforma en caim¨¢n para participar en el carnaval de Barranquilla. Cuando el escritor se marcha, ya se ha hecho tarde. Pero antes de irse invita a Jacobs a visitarle alg¨²n d¨ªa en su casa para hablar del r¨ªo, una conversaci¨®n que nunca tendr¨¢ lugar, pero que determina el tono del libro como una promesa fallida en un instante de lucidez. Jacobs regresa a Europa, pero esa breve conversaci¨®n de aquella noche la conservar¨¢ en su recuerdo, porque ve en ese encuentro una especie de confirmaci¨®n de sus planes de viaje. Y cuando, un a?o despu¨¦s, ha llegado el momento de volver a Colombia para iniciar su traves¨ªa por el r¨ªo Magdalena, Jacobs dispone de tiempo para pensar en su encuentro con el escritor. Despu¨¦s de pasar infinitas horas esperando un medio de transporte, al final aparece un barco de carga que debe transportar dos enormes gr¨²as al interior del pa¨ªs. Jacobs embarca y emprende una traves¨ªa que ser¨¢ penosa y c¨®mica a partes iguales. Como le sucede siempre ah¨ª donde va, traba f¨¢cilmente amistad con la gente, incluso con la tripulaci¨®n algo montaraz del barco. El convoy avanza con dificultad, el ritmo es lento, y adem¨¢s existe el temor de una intervenci¨®n de la guerrilla en el siguiente trayecto, que se har¨¢ realidad cuando ¨¦l haya abandonado el barco para continuar el viaje a pie y a caballo. Se topar¨¢ con un grupo de hombres y mujeres de las FARC que le dejar¨¢n marchar, pero que al cabo de poco ser¨¢n asesinados o apresados por el ej¨¦rcito. Recuerda los ojos de Garc¨ªa M¨¢rquez, porque aquella noche hab¨ªa sentido como si aquellos ojos le atravesasen, como si el escritor hubiera le¨ªdo todos sus pensamientos y le hubiera dado as¨ª su bendici¨®n para realizar esa traves¨ªa que ¨¦l mismo ya no pod¨ªa hacer. De este modo, el r¨ªo se convierte para ¨¦l en ¡°una met¨¢fora de la memoria, un mundo fant¨¢stico de prodigios y peligros, hacia territorios del pasado tan oscuros como luminosos, rumbo al manantial alto y lejano del Magdalena, en la zona pantanosa de las cordilleras de los Andes, a orillas del olvido¡±.
En ese territorio, el recuerdo de la ¡°violencia¡± nunca est¨¢ lejos. Su libro es testimonio del periodo m¨¢s violento de la historia reciente de Colombia. Jacobs muri¨® en enero. En Cartagena nos reunimos unos cuantos amigos para conmemorarle, y, una vez acabado el festival, me dirig¨ª hacia la desembocadura del r¨ªo en Barranquilla, la ciudad donde ¨¦l gustaba de celebrar el desenfrenado carnaval. Desde la planta decimoctava de un bloque de apartamentos situado en el extremo de la ciudad pod¨ªa ver la bah¨ªa como una llanura luminosa en la que desemboca el r¨ªo Magdalena.
M¨¢s adelante, tras un viaje de un d¨ªa en un coche destartalado, llego al lugar donde unas canoas sobre una pendiente cenagosa te transportan a la ciudad que ¨¦l describi¨® tan magn¨ªficamente, Mompox, la antigua capital colonial de Colombia ubicada en una gran isla en el r¨ªo, solo accesible por agua. En el ancho r¨ªo reina el silencio. Veo a lo lejos las tierras silvestres, las blancas garzas como signos de interrogaci¨®n en las m¨¢rgenes del r¨ªo, las formas caprichosas de los ¨¢rboles. A lo largo de la traves¨ªa me encuentro por todas partes con gente que conoci¨® a Michael. Es curioso c¨®mo una persona como ¨¦l, esencialmente t¨ªmida, ha podido dejar tantos recuerdos. Todo el mundo quiere hablarme de ¨¦l. A ratos tengo la impresi¨®n de que su esp¨ªritu sigue rondando por ese lugar, de que en la plaza de Mompox lo veo sentado a la orilla del r¨ªo detr¨¢s de una botella de ron, meci¨¦ndose al ritmo de los vallenatos, una m¨²sica alegre al tiempo que melanc¨®lica, historias cantadas por voces roncas que hablan de la tierra que ¨¦l amaba. M¨¢s tarde, en el Museo Nacional de Bogot¨¢, visito una exposici¨®n sobre el territorio hacia el que se dirig¨ªa, las m¨ªticas im¨¢genes del valle de San Agust¨ªn, los rostros cerrados de una religi¨®n desaparecida, no lejos de la meta de su viaje, las serpientes de piedra e iguanas del parque arqueol¨®gico y m¨¢s all¨¢, a una altura de m¨¢s de 3.000 metros, la laguna Magdalena, donde nace el r¨ªo.
Traducci¨®n del neerland¨¦s de Isabel-Clara Lorda Vidal.
The Robber of Memories: A River Journey Through Colombia. Michael Jacobs. Counterpoint, 2013. 273 p¨¢ginas. 21,69 euros.
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