Bob Dylan canta a Frank Sinatra... ?Y funciona!
El cantautor recupera en su nuevo disco 10 canciones poco conocidas del gran mito
Lleva m¨¢s de 50 a?os de vida p¨²blica pero Bob Dylan sigue proporcion¨¢ndonos sorpresas, sobresaltos tanto horribles como deliciosos. En la primera categor¨ªa, estar¨ªan algunas de sus incursiones en la publicidad y artefactos como su disco navide?o (Christmas in the heart, 2009). En la segunda, coloquemos Shadows in the night,el ¨¢lbum que llega a las tiendas la pr¨®xima semana: diez piezas, mayormente desconocidas, del cancionero de Frank Sinatra, recreadas con un sonido crepuscular, sin las grandes orquestaciones originales.
Por cierto, Dylan demuestra nuevamente que, por muy famoso que uno sea, resulta factible funcionar por debajo del radar de los medios: nadie se enter¨® del ¡°proyecto Sinatra¡± hasta que colg¨® una canci¨®n en la Red. Recuerden que exhibi¨® unas fantasiosas puertas de hierro forjado en una galer¨ªa londinense, a finales de 2013. Era inevitable preguntarse ?de d¨®nde saca el tiempo alguien que tambi¨¦n escribe y pinta, aparte de dar unos cien conciertos al a?o? A¨²n m¨¢s: ?nadie sab¨ªa que se dedicaba a soldar y manipular desechos met¨¢licos?
Al menos, semejante hobby tiene explicaci¨®n biogr¨¢fica: Dylan naci¨® cerca de una zona rica en mineral de hierro, el yacimiento Mesabi. Pero lo de cantar standards nos parec¨ªa m¨¢s problem¨¢tico: Bob tend¨ªa a homenajear a autores profundamente rurales, como Jimmie Rodgers, Hank Williams o Woody Guthrie. Incluso, alardeaba de haber hundido Tin Pan Alley, la factor¨ªa de canciones que domin¨® el mercado musical durante la primera mitad del siglo XX.
De su arrasada garganta, extrae una voz fr¨¢gil y a?orante. La voz de un hombre de 73 a?os que puede evocar las oportunidades (amorosas) perdidas, la resignaci¨®n del vividor cansado
Tin Pan Alley era un tipo de m¨²sica y tambi¨¦n un lugar: la zona de la Calle 28 neoyorquina, entre Broadway y la Sexta Avenida, donde se instalaron las editoriales musicales y, en muchos casos, los compositores y letristas contratados por ellas. El nombre ¡ªel Callej¨®n de la Sart¨¦n¡ª escond¨ªa una referencia humor¨ªstica al ruido de docenas de pianos trabajando a pleno rendimiento.
Y s¨ª, se puede afirmar que Dylan acab¨® con aquel imperio, con la peque?a ayuda de Lennon y McCartney. Su ejemplo empuj¨® a los m¨²sicos de rock a componer, a desarrollar canciones mel¨®dicamente m¨¢s simples y desprovistas del sentimentalismo de Tin Pan Alley. Comenzaba la era del artista autosuficiente. Cierto que hab¨ªa ejemplos previos, de Chuck Berry a Buddy Holly, pero ahora se ped¨ªa correspondencia entre lo que se cantaba y lo que se pensaba o viv¨ªa: la famosa ¡°autenticidad¡±.
De los artistas que basaron su carrera en la cadena de producci¨®n de Tin Pan Alley, quedan en activo Tony Bennett y pocos m¨¢s. Cabe imaginar su asombro ante la selecci¨®n de Dylan en Shadows in the night: ninguno de los temas forma parte de los grandes ¨¦xitos de Frankie; nada de Cole Porter o George Gershwin. Lo m¨¢s identificable con Sinatra es I¡¯m a fool to want you, que lleva su firma como coautor y que fue considerada una petici¨®n de reconciliaci¨®n con Ava Gardner. S¨ª es cierto que Frank estren¨® Stay with me en 1963, pero contiene un desacostumbrado mensaje religioso, derivado de aparecer en El cardenal, la pel¨ªcula de Otto Preminger.
La ca¨ªda de Tin Pan Alley
En realidad, la decadencia de Tin Pan Alley es anterior a la llegada de Dylan. Comenz¨® en los cincuenta, cuando las radios estadounidenses empezaron a dar cabida al rhythm and blues, hasta entonces confinado a los guetos afroamericanos. No respond¨ªa a un plan para acabar con la segregaci¨®n: generalmente, los locutores aceptaban los sobornos (la llamada payola) de discogr¨¢ficas especializadas en el mercado negro. Con el crecimiento del poder adquisitivo de los j¨®venes, estos optaron por una m¨²sica propia ¡ªaunque bautizada como rock and roll, no muy diferente de lo que antes se denominaba "m¨²sica racial"¡ª y rechazaron las sofisticadas canciones que enamoraban a sus padres.
Pero la irrupci¨®n de Bob Dylan subi¨® el list¨®n. Lo cont¨® Gerry Goffin, uno de los grandes artesanos del Brill Building, la versi¨®n juvenil de Tin Pan Alley. En 1965, acudi¨® a un concierto de Dylan y se qued¨® aplanado: ¡°Yo me esforzaba en hacer buenas canciones pero fue ver a Dylan y pensar que mi mujer y yo ni siquiera jug¨¢bamos en la misma liga¡±. Su mujer, Carole King, s¨ª supo adaptarse a la nueva sensibilidad, pero casi todos aquellos compositores quedaron relegados a la categor¨ªa de mercenarios de la industria, nombres sin cara ni credibilidad.
Que conste que lanzar un disco de standards es hoy una jugada plenamente aceptada en la industria pop. Fueron pioneros Harry Nilsson, Ringo Starr o Carly Simon. M¨¢s recientemente, lo han explotado con ¨¦xito figuras como Rod Stewart, Robbie Williams y Linda Ronstadt, que hasta sac¨® del retiro a Nelson Riddle, legendario arreglador de Sinatra. T¨ªpicamente, Dylan ha buscado en los rincones obscuros de lo que ahora llaman el Gran Cancionero Estadounidense. Con una excepci¨®n: la mil veces grabada Autumm leaves, la adaptaci¨®n al ingl¨¦s de Les feuilles mortes, una canci¨®n francesa que Yves Montand descubri¨® en 1945. Pero lo que seguramente habr¨¢ chocado a Tony Bennett son las vestimentas instrumentales, m¨¢s cercanas al country que al jazz.
Aunque Dylan haya acudido al estudio de la torre de Capitol, en Los ?ngeles, donde grab¨® Sinatra, no ha querido aprovechar las posibilidades ac¨²sticas del lugar, con t¨¦cnicos expertos en grabar big bands. Dylan no ha buscado una gran producci¨®n: tocan esencialmente sus m¨²sicos de directo (y el baterista, George C. Receli, no llega a usar su instrumento completo).
Tres de las diez canciones llevan leves pinceladas de metales, pero nada de la trompeter¨ªa frecuente en este repertorio: dos trombones y una trompeta o trompa. Esencialmente, la m¨²sica trenza finos pespuntes de guitarra con lamentos de la pedal steel guitar; apenas hay pulso r¨ªtmico, con el contrabajo a veces tocado con arco.
Y sin embargo, ese toque minimalista, esa ambientaci¨®n espectral, le encaja perfectamente a Dylan, que aqu¨ª simplemente canta (no maneja guitarras ni teclados). De su arrasada garganta, extrae una voz fr¨¢gil y a?orante. La voz de un hombre de 73 a?os que puede evocar las oportunidades (amorosas) perdidas, la resignaci¨®n del vividor cansado. De forma m¨¢gica, uno podr¨ªa ignorar los cr¨¦ditos y creer que s¨ª, que son composiciones de Dylan, nocturnos ejercicios de estilo de un creador enciclop¨¦dico.
Babelia
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