Sue Grafton: la lucha de la dama del crimen contra s¨ª misma
Cerca del final de su serie del Alfabeto, la escritora estadounidense habla de su ¨²ltima novela, 'W de Whisky', de sus demonios interiores y de su relaci¨®n con su personaje
La vida y el proyecto vital y literario de Sue Grafton (Louisville, 1940) se confunden como se confunde su figura con la de su personaje, la detective Kinsey Millhone. Vital, divertida y aguda y precisa en sus respuestas, la escritora estadounidense, una de las estrellas de BCNegra, presenta en Espa?a W de Whisky (Tusquets), el episodio 23 de una serie que se acerca al final, de un periplo literario que terminar¨¢ en cinco o seis a?os cuando llegue a la Z.
Los lectores acuden con devoci¨®n a cada nueva entrega de la serie de Millhone, una detective californiana aparentemente sencilla e ingenua pero llena de fuerza y car¨¢cter. Ellos no se han cansado pero ?Y su autora? ¡°No me he cansado nunca, pero he vivido siempre con el miedo a que me ocurriera. Es una responsabilidad muy grande porque estoy compitiendo contra m¨ª misma y lucho por no repetirme. Cuando termine la serie estar¨¦ muy aliviada de haber sobrevivido. He aprendido much¨ªsimo sobre el ser humano, sobre leyes, cr¨ªmenes y venganza y todo gracias a mi viaje personal para sobrevivir a mi propia histeria y ansiedad. Ha sido un reto apasionante y una gran lecci¨®n¡±.
He aprendido much¨ªsimo gracias a mi viaje personal para sobrevivir a mi propia histeria y ansiedad
Los inicios no fueron f¨¢ciles y Grafton mira hacia atr¨¢s sorprendida y con nostalgia. ¡°Era muy joven y muy optimista cuando empec¨¦ con A de Adulterio . Mi intenci¨®n ya por entonces era hacer la B, la C y seguir hasta Z pero no ten¨ªa nada, ni contrato, ni nada. No ten¨ªa ni la certeza de que se fuera a vender y de hecho no vendi¨® mucho, as¨ª que en muchos aspectos estaba trabajando de buena fe, con la esperanza de que los lectores fueran quienes me ayudaran a llegar hasta aqu¨ª" ?C¨®mo cambia una autora a trav¨¦s de m¨¢s de tres d¨¦cadas con el mismo proyecto? "En cierto sentido, cuando escrib¨ª el primero era m¨¢s libre, no lo hab¨ªa hecho antes, no ten¨ªa ni idea de lo que estaba haciendo. He rele¨ªdo despu¨¦s algunos de esos primeros libros y me he preguntado ?C¨®mo pude hacer esto? Se me ha olvidado todo el sufrimiento que implicaron. Me intimido a m¨ª misma cuando los leo y me digo: ¡°Mierda, no volver¨¦ a ser as¨ª de buena¡±. Ese peque?o exabrupto es el ¨²nico rastro en el habla de Grafton de los improperios y palabrotas que a veces usa su personaje. ¡°Ella es una proyecci¨®n de m¨ª, pero no es Sue Grafton. Cuando la cre¨¦ decid¨ª que fuera una mujer porque as¨ª pod¨ªa hablar con autoridad, no tiene nada que ver con ning¨²n pronunciamiento pol¨ªtico. Esas cosas me dan igual¡±, aclara cuando se le pregunta por Kinsey y yo, el libro mitad autobiogr¨¢fico mitad ensayo que escribi¨® al margen de las novelas.
Los libros de Kinsey Millhone se sit¨²an en la d¨¦cada de los ochenta y la protagonista se mantiene en la treintena mientras su creadora y sus lectores avanzan. ¡°Es raro, pero si la hubiera envejecido a raz¨®n de un a?o por libro ahora tendr¨ªa 65 a?os y no era lo mejor para la ficci¨®n. Ten¨ªa que tomar una decisi¨®n y lo que hice fue envejecerla un a?o por cada dos o tres libros. Y claro que me da rabia que ella est¨¦ tan bien y nosotros nos hagamos viejos¡±.
Una infancia dura, m¨¢gica
Hija de un padre alcoh¨®lico y una madre depresiva, Grafton no cambia su alegre tono de voz cuando se le pregunta por sus peores recuerdos. ¡°Mis padres eran gente inteligente, muy cultos, hijos de misioneros presbiterianos que viv¨ªan en China y ellos hablaban y entend¨ªan chino y le¨ªan mucho. Mi padre era muy trabajador. Mi madre era muy depresiva, bueno, o ten¨ªa un problema de ansiedad y se medicaba a s¨ª misma, algo que no fue bueno para ella. Mis padres no vivieron una vida sana, fumaban demasiado, beb¨ªan demasiado, no hac¨ªan nunca deporte. Yo hago justo lo contrario¡±. Optimista casi hasta lo patol¨®gico, Grafton mira hacia atr¨¢s y celebra haber sido una ni?a desatendida por sus padres: ¡°A trav¨¦s de la novela negra se pueden exorcizar demonios interiores. Mi infancia junto a mis padres me ense?¨® mucho. Crec¨ª sin mucha supervisi¨®n, lo que para un escritor es genial. Y en esos d¨ªas no ten¨ªamos televisi¨®n y yo viv¨ªa dentro de mi imaginaci¨®n y jugaba en mi mundo de vaqueros y caballeros y dragones y era muy divertido¡±, asegura con una eterna sonrisa en sus finos labios.
Mi infancia junto a mis padres me ense?¨® mucho. Crec¨ª sin mucha supervisi¨®n, lo que para un escritor es genial
Si bien esquiva con gracia las preguntas sobre sus influencias literarias y s¨®lo reconoce a los maestros del hard boiled, Grafton entra de lleno en el asunto de las armas y la violencia en EE UU. Poseedora de dos pistolas que est¨¢n ¡°por alg¨²n sitio en casa¡±, la escritora confiesa que se lo pasa en grande cuando sus amigos de departamento del sheriff del condado de Santa Teresa le dejan disparar en sus campos de entrenamiento, pero no entiende para qu¨¦ quiere la gente tener rifles de asalto y armas pesadas en casa. ¡°Las masacres que han ocurrido en EE UU son algo estremecedor que me deja sin palabras, pero no s¨¦ qu¨¦ votar¨ªa si hubiera un refer¨¦ndum sobre el derecho a llevar armas¡±, afirma con cierta duda en sus ojos claros, cercados por el pelo blanco y algo revuelto que cae sobre ellos.
El mal est¨¢ presente de manera inevitable en las novelas de Grafton pero ella, como Millhone, es una mujer pr¨¢ctica, poco dada a las grandes teor¨ªas. ¡°Me gustar¨ªa creer que el sistema judicial funciona siempre, pero s¨¦ que no es as¨ª. Entiendo el sentimiento de muchas v¨ªctimas, la necesidad de venganza, de que se reestablezca un equilibrio en el universo, pero los ciudadanos no pueden ir tom¨¢ndose la justicia por su mano. Para eso, la novela negra es perfecta¡±, asegura con una sencillez que parece tomada de su personaje.
Inmersa en la elaboraci¨®n de la siguiente novela, de la que todav¨ªa no tiene t¨ªtulo aunque avanza que puede ser X de xenofobia, Grafton ha interrumpido sus rutinas, sus 12 kil¨®metros diarios de caminata y su relaci¨®n epistolar con los lectores: ¡°Me he escrito con algunos de ellos durante a?os y s¨¦ cu¨¢ndo nacieron sus hijos, c¨®mo han ido creciendo. Pero ahora estoy absorbida por X. Me quedan unas cien p¨¢ginas por escribir, con lo que estoy empezando a perfilar el final y, como de costumbre, estoy hist¨¦rica, sudando, sintiendo la presi¨®n, pero creo que sobrevivir¨¦¡±, asegura entre risas y aspavientos.
Entiendo el sentimiento de muchas v¨ªctimas, la necesidad de venganza, de que se reestablezca un equilibrio en el universo, pero los ciudadanos no pueden ir tom¨¢ndose la justicia por su mano
Eso s¨ª, mantiene su costumbre de vivir entre su Kentucky natal y California por el simple gusto de cambiar de casa, de aires, de restaurantes. Es casi el ¨²nico gesto excesivo de una mujer que ha vendido millones de libros y que viaja siempre con el gato, su cocinera y su marido, el tercero.
Defensora a muerte de su proyecto, Grafton no piensa vender nunca los derechos de Millhone para el cine o la televisi¨®n: ¡°Trabaj¨¦ en Hollywood durante 15 a?os . All¨ª no vendes un libro, vendes un personaje y una vez que das el paso pueden hacer con ello lo que quieran. En el momento en el que un d¨®lar cambia de manos ya tienen todo el control. No har¨¦ eso nunca. Este es el trabajo de mi vida y no veo por qu¨¦ voy a dar acceso o a ceder el control de eso a alguien. Y adem¨¢s, mis lectores no se pondr¨ªan nunca de acuerdo sobre qui¨¦n es m¨¢s id¨®nea para protagonizar la serie. Si llegase a ocurrir, el 50 por ciento se quedar¨ªan helados, se enfadar¨ªan conmigo¡±.
?C¨®mo se imagina el futuro alguien que lleva m¨¢s de 30 a?os escribiendo sobre lo mismo? ¡°No s¨¦ lo que voy a hacer, pero no quiero seguir escribiendo libros simplemente porque s¨ª, no es justo para el lector. Si la pasi¨®n dura no seguir¨¦, pero ya veremos lo que pasa cuando llegue ah¨ª. Primero tengo que terminar X, luego seguir con Y luego con Z, lo que me llevar¨¢ cinco o seis a?os. ?Podr¨ªas decirme qu¨¦ vas a hacer en los pr¨®ximos cinco o seis a?os? No. Yo tampoco, pero llegar¨¦¡±, contesta sin asomo de dudas, dando por supuesto que vencer¨¢ la batalla contra s¨ª misma.
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