En defensa del placer culpable
Entre las novedades estadounidenses de lo que llevamos de a?o, Empire ha entrado arrasando. Su audiencia no hace m¨¢s que subir en Estados Unidos semana tras semana en un fen¨®meno al que all¨ª todav¨ªa se intenta encontrar explicaciones. Desde que se llevan a cabo mediciones de audiencia por parte de la compa?¨ªa Nielsen, es la primera vez en la historia que un programa aumenta sus datos de durante cuatro semanas consecutivas tras su estreno. Una de sus principales armas es asumir sin remilgos su concepto culebronesco y de placer culpable y hacer gala de ellos, adem¨¢s de apuntar directamente a un p¨²blico objetivo que no est¨¢ tan presente fuera de Estados Unidos (de ah¨ª que no llegue a despegar del todo en nuestro pa¨ªs). Aunque claro, siempre ayuda tener un personaje como Cookie Lyon, de eso no hay duda.
Empire es la historia de una lucha por el poder, una competici¨®n para controlar la exitosa compa?¨ªa discogr¨¢fica que Lucious Lyon dejar¨¢ en herencia a uno de sus hijos. Intereses enfrentados se mezclan con historias familiares y algo de denuncia social (centrada sobre todo en la homofobia dentro de la comunidad afroamericana: uno de los hijos, el m¨¢s talentoso musicalmente, es gay, algo que, a ojos de su padre, supone una mancha insuperable en su historial). Es un culebr¨®n regado con hip hop, con vestidos y peinados imposibles (da igual el momento del d¨ªa, las mujeres siempre parecen preparadas para ir a la fiesta m¨¢s hortera del mundo), y con esas frases y salidas de tono que Cookie Lyon regala de cuando en cuando. Un placer culpable m¨¢s para la lista.
Dicen que si algo te provoca placer, no debes sentirte culpable, por lo que eso del placer culpable, el guilty pleasure, no existe. Pero es inevitable que nos d¨¦ verg¨¹enza decir en p¨²blico que algunas series nos gustan y que estamos enganchados a ellas. No es sencillo reconocer que est¨¢s enganchado a un culebr¨®n como Empire, o que ese derroche de testosterona, violencia, acci¨®n y sexo gratuito que es Banshee est¨¢ entre tus horas televisivas favoritas de la semana (m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa reconocerlo si eres una mujer supuestamente sensata...). O que la semana no ha terminado para ti si no has tenido tu raci¨®n de oyoyoyoys gentileza de Nashville. Esos giros de guion, ese derroche lacrim¨®geno, esa Juliette Barnes que ha pasado de reina del drama a personaje c¨®mico, esa Rayna desquiciante y perdida en la vida. Dif¨ªcil resistirse.
?Qu¨¦ hay de malo en disfrutar con Revenge, con Scandal o con How to get away with murder? ?Qu¨¦ problema hay en vivir enganchado a los oyoyoyoys? En la vida seri¨¦fila no todo puede ser analizar al detalle House of Cards y desmenuzar lo nuevo de True Detective. Tambi¨¦n hay tiempo para esas series que nos gustan sin m¨¢s. Sin motivos, sin explicaci¨®n. Por sus oyoyoyoys y el placer que nos provocan. Y punto.
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