Mis creencias son ¨®rdenes

Una ficci¨®n documental inteligente y plausible, escrita al hilo del atentado con bomba incendiaria que en 1981 destruy¨® el porte?o Teatro del Picadero, cerca de Callao y de Corrientes. All¨ª, durante la dictadura de Eduardo Viola, un nutrido grupo de autores decidi¨® alzar su voz una octava m¨¢s alta de lo que la censura permit¨ªa, mediante un ciclo de 21 obras cortas en programa triple (el Teatro Abierto), que pusieron de relieve la vitalidad y el ¨¢nimo incisivo del gremio teatral argentino.

A trav¨¦s de un exgeneral encarcelado, responsable m¨¢ximo del organismo censor, Santiago Varela, autor de El reportaje, radiograf¨ªa el car¨¢cter rocoso y el sistema de creencias de las gentes de orden: m¨¢s que por una ideolog¨ªa, act¨²an movidas por una fe. Sus convicciones est¨¢n por encima del pr¨®jimo. La convicci¨®n sin asomo de culpa con la que el censor militar defiende tanto su acci¨®n mutiladora como la represi¨®n brutal ejercida por los jerarcas a los que sirvi¨® tan diligentemente, es prima hermana de la convicci¨®n con la que muchos dirigentes de reg¨ªmenes democr¨¢ticos defienden medidas econ¨®micas que extienden la pobreza infantil y la adulta, agudizan las desigualdades hasta lo insufrible y socavan el patrimonio p¨²blico. Tampoco ellos conocen m¨¢s raz¨®n que la suya. No equiparo los efectos de sus conductas respectivas, ni la intenci¨®n con la que obran, sino lo impert¨¦rrito de su proceder y su ausencia de empat¨ªa. Respecto a la censura, se ha vuelto l¨ªquida: ahora la ejercen el suprapoder econ¨®mico, marea invisible que en su flujo y reflujo de capitales orilla las voces cr¨ªticas, y los ¨ªndices de audiencia, que condenan al ostracismo a todo aquello que no resulta lo suficientemente cool.

Varela ha dado con el lenguaje justo del militar nost¨¢lgico del antiguo r¨¦gimen, y Federico Luppi, con su tono y su adem¨¢n exactos: ni es brusco, ni alza la voz. Al contrario, sabe ser amable, se siente c¨®modo en la entrevista a la que le somete una reportera televisiva y dice lo que piensa sin complejos: es un psic¨®pata pulcro y educado, como tantos que puede usted encontrarse ejerciendo su peque?a parcela de poder.

Luppi muestra al hombre sin adjetivarlo, para que el p¨²blico lo juzgue por lo que dice y por lo que hizo, no por c¨®mo lo caracteriza un actor. Su interpretaci¨®n es org¨¢nica y coloquial, en grado sumo: a veces no andamos seguros del todo de si quien anda buscando las palabras es el personaje o el propio actor, pero poco importa, porque el resultado de tal b¨²squeda va en provecho de la naturalidad expresiva del militar y cada frase suya parece fruto del instante. La adaptaci¨®n espa?ola suprime alg¨²n pasaje que quiz¨¢ pudo parecer localista a su autor o a los productores e introduce a cambio datos que al espectador argentino se le ofrecieron en un v¨ªdeo previo, y alusiones a literatos peninsulares, que sirven de nuevo bander¨ªn de enganche de la atenci¨®n. Espl¨¦ndidas, la labor de escucha de Susana Hornos y sus breves r¨¦plicas.