Los libros del pasado
Con frecuencia se comparan los libros con los hijos. Sea o no verdad, los hijos crecen y los libros se quedan como estaban
Con frecuencia se comparan los libros con los hijos. El propio escritor, cuando le preguntan cu¨¢l de los libros que ha escrito es su preferido, suele contestar que los libros son como los hijos y que es absurdo e improcedente, adem¨¢s de injusto, preferir uno a otro. Sea o no verdad, tanto en el caso de los libros como en el de los hijos ¡ªque no hay preferencias¡ª, la comparaci¨®n acaba aqu¨ª. Los hijos crecen, los libros se quedan como estaban. La huella del tiempo, m¨¢s que en los libros, se percibe en la lectura. Es el lector quien cambia y quien decide si el libro sobrevive a su ¨¦poca.
?Puede hacer eso el escritor con su propia obra?, ?puede convertirse ¨¦l en lector desinteresado y distante de obras que ha escrito en el pasado? Los escritores, hijos como son de alguien, es decir, seres humanos que crecen y cambian, pueden experimentar cierta extra?eza ante la obra escrita a?os atr¨¢s. ?l ha cambiado, y el libro, no. Sigue siendo el libro que escribi¨® hace a?os. El libro es fruto de aquella edad, de aquel momento, de aquel que era entonces. La separaci¨®n es patente, lo que a veces resulta doloroso, porque la conciencia del tiempo suele ir acompa?ada de una melancol¨ªa dolorosa, pero tambi¨¦n puede constituir una feliz sorpresa. Le gusta, le asombra que hubiera salido de sus manos.
No leo los libros que escrib¨ª en el pasado. Su lectura me anclar¨ªa al tiempo en que fueron escritos. No quiero volver atr¨¢s. Cualquier persona que lea uno de esos libros m¨ªos ¡ªque Dios la bendiga¡ª lo leer¨¢ desde su presente y no rememorar¨¢ mi pasado. Entre otras cosas, porque no lo conoce. Pero yo soy irremediablemente lanzada hacia atr¨¢s cuando abro uno de mis libros. Y eso no me gusta nada.
Mis libros son parte de mi vida, responden a momentos de mi vida, a las sucesivas identidades que constituyen mi vida. Sucesivas y simult¨¢neas, adem¨¢s. ?Habr¨¦ perdido, en el camino que va de un libro a otro, un ¡°yo¡± particularmente interesante?, ?habr¨¦ ganado un ¡°yo¡± fastidioso o malhumorado? Eso ser¨ªa lo peor.
Pero a veces me invitan a realizar una lectura p¨²blica y debo escoger unos fragmentos de mi obra, lo cual es tan dif¨ªcil que prefiero hacerlo un poco al azar. La f¨®rmula, en todo caso, es leer el texto como si te fuera la vida en ello, como si se te hubiera concedido en ese momento la oportunidad de penetrarlo, de confundirte con ¨¦l. Y, a la vez, con gran distancia, como si no fuera tuyo. Con emoci¨®n (la que tengas dentro de ti) y con respeto. Sin juzgarlo, sin retroceder, como si esas frases fueran algo completamente aut¨®nomo.
A solas, no merecer¨ªa la pena. Pero, en p¨²blico, adquiere un sentido. Est¨¢s ofreciendo de nuevo, desde la persona que hoy eres (si es que lo sabes y seas quien seas), un fragmento de tu pasado, y de pronto deja de ser pasado.
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