Contra la destrucci¨®n
Llega al Teatro Real el impactante y perturbador 'War Requiem', una profunda reflexi¨®n sobre la guerra y un grito clamoroso en favor de la paz
Benjamin Britten jam¨¢s empu?¨® un arma ni particip¨® en ninguna contienda b¨¦lica. Nacido en 1913, vivi¨® la Gran Guerra ¡ªque acab¨® diezmando casi una generaci¨®n entera de varones brit¨¢nicos¡ª con la inconsciencia de la ni?ez y, siendo ya un adulto, decidi¨® firmemente no combatir ni participar en modo alguno en la Segunda Guerra Mundial, por lo que solicit¨® ser declarado formalmente objetor de conciencia. Pero previamente, pocos meses antes del estallido del conflicto, y cuando ya se adivinaba inevitable, hab¨ªa hecho algo que ser¨ªa muy criticado por sus compatriotas: abandonar Europa e instalarse en Estados Unidos, a resguardo de las hostilidades.
Poco pod¨ªa imaginar entonces el m¨²sico que hasta su propio apellido acabar¨ªa por jugarle una mala pasada. Cuando el famoso cr¨ªtico Ernest Newman, con motivo del estreno en Inglaterra de su Concierto para viol¨ªn en 1941, ensalz¨® al brillante y joven compositor y lo calific¨® prof¨¦ticamente de un ¡°purasangre¡±, surgieron muchas voces que, sabedoras de su autoexilio americano, le reprocharon ¡°haber salvado su arte y su piel a costa de dejar de cumplir con su obligaci¨®n¡±. Newman confes¨® entonces sentirse un combatiente solitario en ¡°la batalla de Britten¡±, poniendo as¨ª en bandeja que las voces m¨¢s cr¨ªticas replicaran a su vez afirmando que lo que ten¨ªa que haber hecho el compositor era no vivir pl¨¢cidamente en Estados Unidos, sino luchar en su pa¨ªs durante lo que se conoci¨® entonces como ¡°la batalla de Gran Breta?a¡±, la brutal campa?a de ataques a¨¦reos alemanes sobre numerosas ciudades brit¨¢nicas en el verano y el oto?o de 1940. Cuando se pronuncian en ingl¨¦s, The Battle of Britten y The Battle of Britain son indistinguibles.
Britten denunciaba el horror de la Segunda Guerra Mundial con textos de un compatriota muerto en la Primera:? Wilfred Owen
Las heridas de las dos guerras mundiales tardar¨ªan en cicatrizar en el compositor, que vio la oportunidad de saldar cuentas con el pasado muchos a?os despu¨¦s, en 1958, cuando recibi¨® el encargo de componer una obra de gran envergadura para la solemne ceremonia de consagraci¨®n de la nueva catedral de Coventry. La antigua, un extraordinario edificio g¨®tico del siglo XIV, hab¨ªa sido destruida por las bombas alemanas el 14 de noviembre de 1940. El arquitecto ganador del concurso, Basil Spence, decidi¨® levantar su proyecto no sobre sino junto a las ruinas de la vieja catedral, que seguir¨ªan as¨ª en pie como testimonio imperecedero de la barbarie. Y quiz¨¢ fue esta circunstancia la que anim¨® a Britten a tomar la decisi¨®n conceptual y musicalmente trascendente de hacer convivir tambi¨¦n en su obra dos textos muy diferentes, antiqu¨ªsimo uno y muy reciente el otro: el latino de la missa pro defunctis, con una larga raigambre de siglos, y varios poemas ingleses del entonces a¨²n muy poco conocido Wilfred Owen, uno de esos grandiosos talentos en ciernes cortados de ra¨ªz por la Primera Guerra Mundial.
Owen tuvo, adem¨¢s, la desdicha de morir tan solo siete d¨ªas antes de la firma del armisticio que pon¨ªa fin a la interminable y devastadora contienda. Falleci¨® en acci¨®n de guerra el 4 de noviembre de 1918 en el canal de Sambre, en el noreste de Francia. Ten¨ªa 25 a?os y dejaba un pu?ado de poemas escritos en su mayor¨ªa en las trincheras. A diferencia de Britten, Owen decidi¨® ir a combatir voluntariamente y las cartas que envi¨® a su familia revelan actitudes cambiantes: ¡°No quiero el aburrimiento de la formaci¨®n militar, no quiero vestir de caqui; ni tampoco salvar mi honor ante nietos inquisitivos dentro de cincuenta a?os. Lo que quiero ahora m¨¢s ardientemente es luchar¡±. Pocas semanas antes de morir, tras arrebatar una ametralladora al enemigo, acab¨® con la vida de varios alemanes, por lo que fue condecorado militarmente: ¡°Luch¨¦ como un ¨¢ngel¡±, confesaba d¨ªas despu¨¦s a sus padres.
Pero este ardor guerrero convivi¨® con sentimientos contrarios, especialmente tras conocer a Siegfried Sassoon durante su convalecencia en el hospital psiqui¨¢trico de Craiglockhart, cerca de Edimburgo. Sassoon, tambi¨¦n poeta, anim¨® a su joven amigo a seguir escribiendo poemas y le contagi¨® en parte sus sentimientos con respecto a la gesti¨®n pol¨ªtica del conflicto b¨¦lico: ¡°Esta guerra, en la que entr¨¦ como una guerra de defensa y liberaci¨®n, se ha convertido ahora en una guerra de agresi¨®n y conquista¡±, denunci¨®. Id¨¦nticas dudas acabaron impregnando los poemas de Owen, como en el titulado Dulce et decorum est, que termina con la cita latina de una oda de Horacio ¡ª¡°Dulce et decorum est / Pro patria mori¡± (¡°Es dulce y decoroso morir por la patria¡±)¡ª, si bien tildada justo antes de lo que un cada vez m¨¢s descre¨ªdo Owen califica de ¡°the old Lie¡± (¡°la vieja Mentira¡±).
Toda mi vida ha estado dedicada a actos de creaci¨®n (mi profesi¨®n es la de compositor) y no puedo participar en actos de destrucci¨®n¡± Benjamin Britten
Con la introducci¨®n de nueve poemas de Owen en su War Requiem ¡ªque se interpreta los d¨ªas 12 y 14 en el Teatro Real¡ª, Benjamin Britten denunciaba los horrores de la Segunda Guerra Mundial, con textos de un compatriota que hab¨ªa muerto en la Primera. Musicalmente, reserv¨® el texto latino de la misa para la soprano solista y un coro y una orquesta de grandes dimensiones, con ocasionales comentarios antifonales ¡ªtambi¨¦n en lat¨ªn¡ª confiados a un coro de ni?os y ¨®rgano, mientras que los poemas de Owen ¡ªtem¨¢ticamente emparentados con los anteriores¡ª quedan reservados para el tenor y el bar¨ªtono solistas junto a una peque?a orquesta de c¨¢mara. Tres planos t¨ªmbricos y espaciales diferentes que escuchamos unidos en el Libera me final, donde el texto del responsorio latino se entremezcla con uno de los poemas m¨¢s turbadores de Owen, Strange Meeting (Extra?o encuentro), en el que un combatiente brit¨¢nico se encuentra con un soldado alem¨¢n a quien ¨¦l mismo ha dado muerte: ¡°Soy el enemigo que mataste, amigo m¨ªo¡±. Ahora ambos est¨¢n muertos, bajo tierra, en ¡°un t¨²nel hondo y gris¡±, y se lamentan de ¡°el horror de la guerra, el horror que destilaba la guerra¡±. Al final, los dos se disponen a ir a dormir en paz al tiempo que Britten hace cantar a los coros y la soprano la consoladora ant¨ªfona In Paradisum, cuyo texto pide que los ¨¢ngeles conduzcan al difunto al para¨ªso.
Concluido el largo y laborioso proceso de composici¨®n de la obra, Britten quiso contar en el estreno con tres solistas de los pa¨ªses que m¨¢s hab¨ªan sufrido probablemente en la guerra: Gran Breta?a (el tenor Peter Pears, su pareja), Alemania (el bar¨ªtono Dietrich Fischer-Dieskau, que hab¨ªa sido obligado a combatir siendo poco m¨¢s que un adolescente en la Wehrmacht) y la Uni¨®n Sovi¨¦tica (la soprano Galina Vishn¨¦vskaia, casada con Mstislav Rostrop¨®vich, un gran amigo de Britten). Sin embargo, las autoridades sovi¨¦ticas no permitieron que esta ¨²ltima cantase en una ¡°obra pol¨ªtica¡± al lado de un alem¨¢n, por lo que hubo de ser reemplazada en el ¨²ltimo momento por Heather Harper. M¨¢s tarde, en enero de 1963, gracias a la paciencia y el buen hacer de Britten, s¨ª que se le autoriz¨® a participar en la hist¨®rica primera grabaci¨®n de la obra, bajo la direcci¨®n del propio compositor, que se convirti¨® en un ¨¦xito de ventas sin precedentes: la gente quer¨ªa escuchar el War Requiem para recordar tranquilamente en casa a sus muertos y, de paso, para ahuyentar el fantasma de la Guerra Fr¨ªa, aquellos d¨ªas en pleno apogeo tras la crisis de los misiles de Cuba. Desde entonces, la obra se ha interpretado en todos los aniversarios posibles de la Primera Guerra Mundial, incluido, claro, el centenario del pasado a?o. Y en 1988, en el septuag¨¦simo aniversario del armisticio, Derek Jarman utiliz¨® la grabaci¨®n de Britten como banda sonora de su pel¨ªcula War Requiem, en la que, en su ¨²ltima aparici¨®n ante una c¨¢mara, un sir Laurence Olivier de mirada vidriosa encarna a un veterano de la Gran Guerra en silla de ruedas cargado de medallas. Cuando se edit¨® su partitura, Britten quiso colocar a modo de proemio unas frases que Owen hab¨ªa escrito en un esbozo de pr¨®logo para una posible edici¨®n de sus poemas, que nunca llegar¨ªa a ver la luz en vida del autor. ¡°Este libro no trata de h¨¦roes. La poes¨ªa inglesa no est¨¢ a¨²n preparada para hablar de ellos. Tampoco trata de hechos, ni de pa¨ªses, ni de nada que tenga que ver con la gloria, el honor, la fuerza, la majestuosidad, el dominio o el poder, sino de la guerra¡±. Y cita Britten: ¡°Mi tema es la guerra, y el sufrimiento que causa la guerra. La poes¨ªa est¨¢ en el sufrimiento. Todo lo que puede hacer hoy un poeta es advertir¡±. Y conclu¨ªa Owen: ¡°Este es el motivo por el que los verdaderos poetas deben ser veraces¡±. ?l hab¨ªa querido contar la verdad de los horrores de la guerra, lejos de la visi¨®n que otros pretend¨ªan dar de ella como un noble sacrificio patri¨®tico.
El compositor vio la oportunidad de saldar cuentas en 1958, cuando recibi¨® el encargo de componer una obra para la ceremonia de consagraci¨®n de la nueva catedral de Coventry
En su valiente Sobre la historia natural de la destrucci¨®n, W. G. Sebald, nacido un a?o antes del final de la Segunda Guerra Mundial, pero cuya sombra lo persigui¨® toda su vida, se refiri¨® a ese ¡°programa de destrucci¨®n impulsado sin piedad¡± por los aliados que arras¨® decenas de ciudades alemanas. Pocos d¨ªas despu¨¦s de que regresara a su pa¨ªs el 17 de abril de 1942, Britten prepar¨® su declaraci¨®n para el tribunal que habr¨ªa de declararlo oficialmente objetor de conciencia. Y en ella encontramos ya, in nuce, los sentimientos que lo llevar¨ªan a componer muchos a?os despu¨¦s su War Requiem: ¡°Dado que creo que en toda persona alienta el esp¨ªritu de Dios, no puedo destruir, y siento que mi obligaci¨®n consiste en evitar ayudar a destruir vidas humanas en la medida de mis capacidades, por fuerte que pueda ser mi desacuerdo con las acciones o las ideas de una persona. Toda mi vida ha estado dedicada a actos de creaci¨®n (mi profesi¨®n es la de compositor) y no puedo participar en actos de destrucci¨®n¡±. Y desde esta premisa debe escucharse, en esencia, este R¨¦quiem de guerra: como un acto ¨ªntimo y doloroso de creaci¨®n, y como un hondo, l¨ªrico y tr¨¢gico alegato contra la destrucci¨®n.
War Requiem. De Benjamin Britten. Susan Gritton, John Mark Ainsley y Jacques Imbrailo. Coro y Orquesta titulares del Teatro Real. Direcci¨®n: Pablo Heras-Casado. Teatro Real, Madrid, 12 y 14 de marzo.
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