El padre Llanos a Franco: ?y los ejercicios espirituales?
El sacerdote, de origen falangista y que acabar¨ªa en el PCE, requiri¨® al dictador para su recogimiento
Al padre Jos¨¦ Mar¨ªa Llanos le fueron toda la vida mucho m¨¢s los viajes interiores que los exteriores. Y eso que conoci¨® mundo, que tuvo que terminar sus estudios de Filosof¨ªa en B¨¦lgica y Portugal tras la expulsi¨®n de los jesuitas previa a la Guerra Civil, que su deseo fue alistarse en la Divisi¨®n Azul, que le mataron a dos hermanos en Granada y que, mientras miraba de reojo hacia Espa?a entre codazos de nostalgia, se dedicaba, inmerso en la lectura de Heidegger, a ¡°vivir abismos¡±, dec¨ªa.
Su viaje m¨¢s largo no abarc¨® tantos kil¨®metros sobre el terreno, pero s¨ª una distancia de a?os luz en sus entra?as. Tan solo 15 kil¨®metros. Los que separan la calle Zorrilla, en el centro de Madrid, del extrarradio del Pozo del T¨ªo Raimundo. Un sendero que le llev¨® del falangismo y de prescribir ejercicios espirituales a Franco ¡ªcomo ocurri¨® en 1943¡ª hasta un activo y meditado comunismo de barro hasta las rodillas, socorro a los marginados y trompazos con la ley.
Si en el mapa de su alma rota por tormentas medimos las palabras que en carta dirige al Palacio de Oriente en marzo de 1943 y despu¨¦s observamos su ficha como militante del PCE y Comisiones Obreras ¡ªprimero en la clandestinidad y luego como ciudadano con pleno derecho de militancia¡ª, nos hacemos una idea de lo que lleg¨® a atravesar. Con la ayuda del documento que ha prestado a EL PA?S la Fundaci¨®n Jos¨¦ Mar¨ªa Casta?¨¦ antes de legarlo a la Residencia de Estudiantes, tenemos alguna pista.
Fue al Pardo y ofreci¨® ejercicios ¡®a domicilio¡¯ para el general y su esposa
En pleno Madrid de colmena y abrigos ra¨ªdos, el padre Llanos escrib¨ªa a Julio Mu?oz Aguilar, uno de los asistentes de Franco, desde el Secretariado Diocesano de Ejercicios Espirituales para Hombres: ¡°Mi distinguido amigo: Ru¨¦gole encarecidamente se tome la molestia de ponerme unas letras comunic¨¢ndome si ha tenido alguna noticia sobre el proyecto de Ejercicios Espirituales, de que le habl¨¦ hace un mes para S. Excelencia el Jefe del Estado. Al mismo tiempo, aprovecho gustoso la ocasi¨®n para ofrecerme a vd. por si desea realice alguna nueva diligencia¡¡±.
Desde la Jefatura del Estado le respondieron un 13 de marzo, como hoy, pero de 1943: ¡°Confirmando la conversaci¨®n que tuve el gusto de celebrar con usted d¨ªas pasados, a¨²n no puedo comunicarle la fecha y circunstancias respecto a los ejercicios espirituales que Su Excelencia se propone tener. Tan pronto tenga de ello alguna noticia, se la trasladar¨¦ con verdadera satisfacci¨®n¡±.
Pero los tuvo. En la intimidad del Pardo, junto a su mujer, Carmen Polo, como cuenta Pedro Miguel Lamet en Azul y rojo (La Esfera de los Libros), su biograf¨ªa sobre Llanos. Fue una historia cuando menos atrabiliaria. Llena de sinsentidos entre tir¨¢nicos y chaplinescos, de ida y vuelta en un contexto para el r¨¦gimen de pleno apoyo a Hitler. ¡°?l no quer¨ªa, pero Franco se empe?¨®. Cada a?o hac¨ªa sus ejercicios con un jesuita y ese invierno se empe?¨® en hacerlos con Llanos¡±, dice Lamet.
Pese a que se hizo un ¡®cura rojo¡¯, el jefe del Estado orden¨® no tocarlo
Se lo comunicaron sin lugar a elegir. ¡°No podemos decir que no¡±, le indic¨® su superior en la orden, el padre Belaustegui. No tuvo m¨¢s remedio que insistir para que le fijaran la fecha. Por aquel entonces, el cura empezaba a caer del guindo victorioso para pasarse a la ci¨¦naga oscura de los derrotados. Trastornado en sus convicciones franquistas marcadas a fuego, primero con el forzoso exilio de la compa?¨ªa y luego con la imagen horrenda de dos hermanos acribillados ¡ªuno de ellos con el crucifijo en la boca¡ª, Llanos comenz¨® a retar su propia sa?a de revancha. Hab¨ªa sido testigo de ejecuciones en calidad de confesor. Nada de aquello respond¨ªa a su idea del Evangelio. Ese que, seg¨²n le confesar¨ªa a Francisco Umbral a?os despu¨¦s en el Pozo, ¡°est¨¢ lleno de informaci¨®n, porque Cristo vino a informar¡±.
Pero no sobre cruzadas ni imposiciones de fe a sangre y fuego, no de misas con pistolones ni sambenitos colgados de por vida a los hijos de los vencidos. A informar de injusticias y marginaciones, a ofrecer salidas como las que ¨¦l dio en el Pozo, con su germen de Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n. Aunque eso viniera despu¨¦s, en el reducto de un barrio plagado de hambrientos y humillados a los que animaba a no pagar la contribuci¨®n o a dar solo la mitad del billete de autob¨²s si les pon¨ªan veh¨ªculos con los cristales rotos.
Antes se dieron los ejercicios. Fueron en el Pardo y, en vez de con pr¨¦dicas del cura, con soliloquios del s¨¢trapa. ¡°Llanos me cont¨® que era un creyente milagrero, que no dejaba de narrar batallitas y que estaba convencido de que hab¨ªa sido la Virgen de ?frica quien hab¨ªa ayudado a los legionarios a cruzar el Estrecho en lanchas salv¨¢ndoles de caer ante la vigilancia, adem¨¢s de que se le hab¨ªa aparecido Santa Teresa para acompa?arle en su cruzada¡±, comenta Lamet. Los ejercicios no se repitieron. Pero de aquellos d¨ªas, el jesuita logr¨® bula para toda la vida. ¡°Entr¨® a formar parte de la lista de intocables. Cuando las revueltas del Pozo, en el Consejo de Ministros varios de sus miembros se quejaban de ¨¦l. Se lo advirti¨® Alberto Mart¨ªn-Artajo, amigo suyo y encargado de Asuntos Exteriores. Pero Franco se mostr¨® muy claro: A Llanos, ni tocarlo¡±.
El cura lo sab¨ªa. Y farruco como era, de genio con pronto, temperamento inflamable y retranca con envite, hab¨ªa d¨ªas que le daba por retar a la autoridad: ¡°Se presentaba en la Direcci¨®n General de Seguridad y dec¨ªa: ¡®Vengo a que me detengan¡¯. Pero los guardias no pod¨ªan hacer nada. Figuraba en la lista¡±.
Labr¨® una acci¨®n de barrio con medalla, se impuso al sistema con boina, zapatillas y poemas a modo de espadas ante la represi¨®n. Guis¨® el germen de Comisiones Obreras, levant¨® el pu?o en el primer mitin del PCE, junto a Carrillo, reci¨¦n aterrizado. Con la democracia, sigui¨® en su sitio: calentando el fr¨ªo de los yonquis con mono a base de Nescaf¨¦ y galletas, sin dejar un solo d¨ªa de rezar el rosario ni de leerse sus novelas. M¨¢s lejos de los tratados de filosof¨ªa y m¨¢s cerca de las aceras, sin dejar de hacerse a s¨ª mismo misa, aunque no aparecieran feligreses. Sin miedo a irse, como coment¨® en 1991 a Javier Rivas en una entrevista publicada en este peri¨®dico: ¡°Morir es como subir del portal a mi casa¡±.
Babelia
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