Michael Graves, arquitecto de edificios y de teteras
A finales de los a?os ochenta descubri¨® que su iron¨ªa funcionaba bien aplicada al dise?o de objetos
Que el arquitecto Michael Graves (Indian¨¢polis, 1934-Princeton, 2015), fallecido el jueves pasado, terminara siendo m¨¢s famoso por las teteras y los saleros que ide¨® (m¨¢s de 2.000 productos) que por sus 350 edificios, dice tanto del valor que el humor puede imprimir en el dise?o como de los riesgos de emplearlo como recurso arquitect¨®nico.
Miembro del grupo New York Five (con Peter Eisenman, Richard Meier y los desaparecidos John Hejduk y Charles Gwathmey ¡ªcinco proyectistas que terminaron usando estilos contrapuestos¡ª), Graves se hizo fuerte apostando por la revisi¨®n posmoderna. Corr¨ªan los a?os setenta cuando crey¨® que iba a ser el idioma del pasado (el de las cornisas y las columnas d¨®ricas) el que iba a salvar a la arquitectura de la severidad moderna. Recuperar el ornamento se convirti¨® en su ideario cuando comenz¨® a construir edificios como el de la Municipalidad de Portland (1986), en Oreg¨®n, o la Biblioteca de Denver (1995), que, a pesar de las buenas intenciones, terminaron pareciendo de cart¨®n piedra. Ese es el peligro de mezclar moda y arquitectura, aunque las referencias se remonten a los templos griegos: los enanos del edificio Team Disney de Burbank, en California (1991), sujetan la cubierta como si fueran cari¨¢tides.
Tras la famosa 9093 llegaron
Apostar todo a una carta tiene tanto potencial como riesgo. Y cualquiera se hubiera hundido cuando, pasada la fiebre revisionista y corregida la frialdad de la modernidad, el posmodernismo se contempl¨® con una nueva luz: la que lo desvelaba como un pastiche m¨¢s escenogr¨¢fico que arquitect¨®nico. Sin embargo, Graves no decay¨®. A finales de los ochenta descubri¨® que su iron¨ªa funcionaba bien aplicada al dise?o de objetos. Hab¨ªa logrado un sello que ganaba si perd¨ªa presencia. En la escala de coladores o pimenteros dom¨¦sticos, su humor no parec¨ªa un chiste. As¨ª, la inolvidable tetera 9093 (fabricada por Alessi en 1985) hizo que fuera un p¨¢jaro rojo el que silbara para avisar de que el agua herv¨ªa. Tras ella llegaron las cafeteras, las jarras, los saleros, las bandejas, las tazas, los relojes y los azucareros. La sala de juntas de su estudio en Princeton parec¨ªa m¨¢s una cocina ¡ªde las antiguas, con todo visto y al alcance de la mano¡ª que un despacho. Graves se convirti¨® as¨ª en uno de los dise?adores m¨¢s prol¨ªficos del mundo. No le interesaba el clasicismo de resolver la funci¨®n con la mayor econom¨ªa de medios posible; ¨¦l quer¨ªa llevar alegr¨ªa a las viviendas.
As¨ª lo entendi¨® la Asociaci¨®n de Arquitectos Americanos cuando, al entregarle su medalla de oro en el a?o 2000, dej¨® claro que eran los productos los que hab¨ªan sido capaces de llevar el buen dise?o hasta cualquier consumidor. Puede ser. Es de esperar que considerara que los 350 edificios que construy¨® tambi¨¦n hablaban a la gente. Algunos de esos inmuebles, los realizados para Disney, ciertamente gritaban. Graves termin¨® los a?os noventa coronando hoteles con delfines y cisnes. Y es que, aunque el posmodernismo hab¨ªa quedado atr¨¢s y las cr¨ªticas a este movimiento nost¨¢lgico eran ya generalizadas, las modas no terminan al mismo tiempo en todas partes.
Construy¨® 350 edificios;
Con todo, y a pesar de atravesar a veces la delgada l¨ªnea entre el humor y el chiste, es de rigor reconocer en Michael Graves a un creador polivalente adem¨¢s de prol¨ªfico. Cuando hace 12 a?os una sinusitis mal curada lo oblig¨® a moverse en silla de ruedas, el arquitecto se fij¨® en algo en lo que antes no hab¨ªa reparado: las habitaciones de los hospitales, los bastones y los agarraderos de las ba?eras. Hasta una silla de ruedas lleg¨® a dise?ar. Encontr¨® un nuevo nicho. Quiso rehacer todo lo que rodeaba a los pacientes para transmitirles nuevos motivos de alegr¨ªa: mayor facilidad de movimientos y m¨¢s alborozo visual con curvas y colores. Bautiz¨® este ¨²ltimo renacimiento como ¡°dise?o humanista y transformador¡±. A eso dedic¨® sus ¨²ltimos tiempos como profesor y profesional. Quiso mejorar la vida de los enfermos con formas que, ciertamente, se complicaban un poco la vida, pero lo hizo para intentar decir algo animoso antes de dedicarse a cumplir con la prosaica funci¨®n.
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