Ojeriza al criticado
El poeta chileno Enrique Lihn supon¨ªa que el odio que algunas personas manifestaban hacia ¨¦l ven¨ªa de haberlas visto durante treinta a?os sin haberlas saludado jam¨¢s. Lo explica Roberto Merino en Pista resbaladiza (Universidad Diego Portales), quien a rengl¨®n seguido observa que los pol¨ªticos, en cambio, siempre saludan, porque saben que un ofendido es un voto menos.
Recuerdo que, cuando fui miope ¡ªmisteriosamente dej¨¦ de serlo¡ª, algunos me reprochaban que pasara por su lado sin decirles nada, lo que termin¨® por llevarme al extremo de saludar a cuanta figura borrosa ve¨ªa de lejos y me parec¨ªa familiar. Naturalmente, semejante exceso de celo me busc¨® la ruina y me llev¨® al rid¨ªculo, pues no paraba de saludar a desconocidos que me tomaban por chiflado.
Con el tiempo, he ido viendo ¡ªm¨¢s a¨²n desde que los no saludados tienen Twitter¡ª que las ofensas a tanto don nadie o a tanto don alguien no s¨®lo mueven el mundo, sino que originan desdichas de todo tipo. S¨¦ de algunos que tiemblan si alguien les susurra al o¨ªdo: ¡°No me has visto¡±. Creo que reaccionan como si supieran lo que Samuel Johnson le dijo a Lord Chesterfield en una famosa carta: ¡°A ning¨²n hombre le satisface sentirse ignorado, por m¨¢s escasas que sean sus virtudes¡±.
Es probable que no haya un solo ser sobre la tierra que no se sienta, en mayor o menor grado, ignorado. De ah¨ª que el mundo sea tan peligroso. El territorio del arte, sin ir m¨¢s lejos, es un campo de minas: no hay ah¨ª una sola alma que no est¨¦ urdiendo ahora mismo alg¨²n tipo de venganza. Entre esas benditas almas se encuentra un querido amigo que sospecha que sus no saludados se est¨¢n agrupando en centros recreativos y desde all¨ª, convertidos en ratas agraviadas, tienden a valorar su arte m¨¢s por la peyorativa opini¨®n que les merece ¨¦l personalmente que por el juicio objetivo que podr¨ªan hacer de su trabajo. A veces, intento disuadirle de esta idea, pero hay horas en las que le doy la raz¨®n: se juzgan obras en funci¨®n de si el criticado cae bien o, por el contrario, nos ha pisado la cola y le tenemos ojeriza.
Van los c¨¢nones nacionales tan sobrecargados de prejuicios personales que por eso a veces nos parecen tan an¨®malos. Pero es l¨®gico que los veamos as¨ª. Detr¨¢s de ellos hay un entramado secreto, un grave cuadro cl¨ªnico de filias y fobias. Hay quien juzga a creadores en funci¨®n de si estos son de su camarilla, de su misma (chamuscada) ideolog¨ªa o, por el contrario, de una secta indiferente a sus creencias. En medio de esta atm¨®sfera enrarecida encaja bien lo que con humor negro nos cuenta I?aki Uriarte en el tercer volumen de sus cada vez m¨¢s agudos Diarios (Pepitas de Calabaza). Dice que en otros d¨ªas, cuando escrib¨ªa una rese?a negativa, se sent¨ªa en la obligaci¨®n, por una extra?a coherencia interna con ¨¦l mismo, de cogerle ojeriza al criticado.
?Qu¨¦ hacer con este entramado secreto? Aunque extirp¨¢ramos de nuestros c¨¢nones los prejuicios y las sempiternas injusticias, quedar¨ªa de fondo la ro?a inconmensurable de tantos a?os de ruindad, la marca de una basura inequ¨ªvocamente nuestra.
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