¡°Todo lo que he vivido es una ficci¨®n¡±
El editor y escritor Manuel Arroyo re¨²ne seis relatos en 'Pisando ceniza', un libro que empez¨® a escribir en los a?os ochenta
Al tel¨¦fono recuerda el primer art¨ªculo que le dedicaron: fue una "pseudo entrevista" con motivo de su Libelo contra los franceses, publicado como an¨®nimo en los a?os setenta. Entonces se trataba de demostrar que el autor no era franc¨¦s, y en la foto que acompa?¨® el texto de Carmen Rico Godoy, el rostro de Manolo Arroyo aparec¨ªa cubierto con un antifaz.
Nunca he tomado notas ni he hecho 'investigaci¨®n', he hecho de todos menos eso Manuel Arroyo
Mantener un cierto misterio y citar de lejos, son dos cosas que gustan particularmente al autor de Pisando ceniza (Turner, 2015). Tambi¨¦n el sentido del humor que en su libro define como "una mezcla de sabidur¨ªa y car¨¢cter, de entender y vivir la vida con resignaci¨®n y entereza, de no tomarse en serio a s¨ª mismo, ni mucho menos a los dem¨¢s". As¨ª que encaja perfectamente dentro su particular estilo que el librero y fundador de la editorial Turner esta vez marque como premisa innegociable, no exenta de coqueter¨ªa, que la nueva entrevista no debe tratar nada personal. Se?ala como alternativa hablar sobre sus sugerencias "para mejorar la marca Espa?a" (que el expresidente Aznar reciba el t¨ªtulo de Marqu¨¦s de Peregil, que Ronaldo juegue en tanga en el Bernab¨¦u o que el zool¨®gico madrile?o sea donado al monarca que abdic¨® hace menos de un a?o, para evitar futuras cacer¨ªas en ?frica). Finalmente en el cara a cara, Arroyo accede a que le tomen un retrato, previo paso por la peluquer¨ªa, para recortar su mata de pelo blanco, por la que su buen amigo, el editor y tambi¨¦n escritor Jos¨¦ Bergam¨ªn le apodaba Ludovico, por Beethoven.
Pregunta. ?C¨®mo empez¨® este libro?
Respuesta. En agosto de 1984, encerrado en Madrid , un verano. He pasado 30 a?os escribiendo. Nunca he tomado notas ni he hecho "investigaci¨®n", he hecho de todos menos eso. 'Regi¨®n luciente' es el primero de estos textos que escrib¨ª. Carmen Mart¨ªn Gaite lo ley¨®, hizo observaciones muy inteligentes y me anim¨® a seguir.
P. Ese texto, 'Regi¨®n luciente', trata sobre Bergam¨ªn pero omite su nombre.
R. No lo pongo porque no es ¨¦l, hay cosas que hizo y que no hizo. La memoria es una continua invenci¨®n, reinventas cuando recuerdas. La escritura tiene ciertas normas que te llevan por sus caminos, frasecita a frasecita. Es la escritura la que manda. As¨ª que es lo mismo, solo que no es lo mismo. Ojal¨¢ fuera yo una persona sencilla como las dem¨¢s.
P. ?Ni realidad, ni ficci¨®n?
R. Cada uno se inventa a partir de ciertas cosas, si no eres un fabulista como Borges, que tambi¨¦n era poeta y a m¨ª personalmente me gusta m¨¢s en esta faceta. Pisando ceniza es un homenaje a unos cuantos amigos que he querido. He tratado de celebrar a gente que me parec¨ªa admirable, y les he usado para contar una historia. Tambi¨¦n quer¨ªa expresar el asco que me da Espa?a, la rabia y la tristeza que me produce desde que nac¨ª. Soy m¨¢s espa?ol que la tortilla de patatas, tambi¨¦n medio ingl¨¦s, y con eso me sobra. Cuando me han llamado angl¨®filo, siempre he respondido ?angl¨®filo lo ser¨¢ tu madre!
P. Tambi¨¦n tiene sangre irlandesa.
R. Si un cuarto, pero lo noto much¨ªsimo. En Dubl¨ªn me encuentro con primos en todas las esquinas.
P. ?Hasta qu¨¦ punto complica la escritura el ser editor?
R. La hace imposible casi. Me he pasado la vida leyendo, editando, vendiendo, hasta comiendo sopas de letras. Compr¨¦ mi primer libro a los nueve a?os en la calle R¨ªo Rosas. Y para ser buen lector es malo ser buen editor, porque esto implica un tipo de lectura profesional y perversa. Ser editor impide ser escritor por el mismo motivo pero en mayor medida. Siempre he pensado que lo mejor de ser editor era no conocer al autor.
P. La muerte es el hilo de los seis relatos reunidos.
R. Solo escribo de la muerte, es lo ¨²nico que me importa. Muchos a?os despu¨¦s de escribir la frase pisando ceniza, comprend¨ª que ese deb¨ªa ser el t¨ªtulo, es lo que da unidad y coherencia.
El verano pasado Arroyo pens¨® que hab¨ªa perdido sus textos debido a un problema inform¨¢tico. Aquello le impuls¨® a publicar, y encontr¨® en la editora Pilar ?lvarez, la lectora que buscaba. El autor se revuelve contra la etiqueta de libro de memorias, algo que le resulta ajeno: "Todo lo que he vivido es una ficci¨®n. ?Qu¨¦ es uno sino memoria?" Sobre su tapiz de recuerdos decidi¨® escribir, cre¨® personajes inventados y alter¨® las historias.
Me he pasado la vida leyendo, editando, vendiendo, hasta comiendo sopas de letras Manuel Arroyo
Los seis textos reunidos transcurren en la semiclandestina trastienda de un librero de viejo, en una oscura taberna, en el cementerio de un pueblo burgal¨¦s, en el San Sebasti¨¢n lluvioso de los ochenta. Arroyo abre el foco para retratar un paisaje de Espa?a: "Hac¨ªa casi un a?o que Carrero Blanco hab¨ªa volado por los aires en una calle del centro de Madrid, pocos meses despu¨¦s hab¨ªan ejecutado a Puig Antich con garrote vil en la c¨¢rcel modelo de Barcelona (¡) En aquellos tiempos sombr¨ªos de pronto un hombre solo frente a un toro hab¨ªa provocado una borrachera de alegr¨ªa en ocho o diez mil espectadores en una peque?a plaza de toros a las afueras de Madrid", escribe en 'Melancol¨ªa de un torero', la historia detr¨¢s del libro La m¨²sica callada del toreo de Bergam¨ªn, que Arroyo edit¨®.
En sus muchas vidas -apasionado bibli¨®filo, editor de 1500 t¨ªtulos ("mil propios y 500 por cuenta ajena"), y apoderado del matador Rafael de Paula, entre otras muchas ocupaciones, tiene material m¨¢s que de sobra para armar ficciones. "Wittgenstein dec¨ªa que la tarea del fil¨®sofo es juntar recuerdos con un fin determinado, y eso que ¨¦l se cre¨ªa poeta", matiza con media sonrisa. "La del escritor ser¨ªa recopilar, mezclar, hay docenas de verbos". ?Con qu¨¦ fin determinado escribe ¨¦l? "Hacer llorar a quien lo lea".
?Al fil¨®sofo alem¨¢n Arroyo le dedic¨® 'Una tauromaquia a lo Wittgenstein' un texto que compil¨® en Imagen de la muerte y otros textos, libro que ¨¦l mismo encuadern¨® a mano. Acostumbraba a usar el papel sobrante de las guardas de sus libros para publicar sus propias historias y fragmentos, en tiradas cortas de apenas 15 o 20 ejemplares y como an¨®nimos. Al fin y al cabo, pas¨® muchos a?os buscando y reeditando tesoros bibliogr¨¢ficos olvidados y perdidos, y en ese rastro de guardas sobrantes parece que continu¨®, a su manera, la tradici¨®n. "Odio que nadie d¨¦ nada por supuesto o espere nada de m¨ª".
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