La guerra con los ojos de un ni?o
Mart¨ªn Abrisketa narra en ¡®La lengua de los secretos¡¯ el mundo que cre¨® su padre para proteger a su familia del conflicto espa?ol
Sab¨ªa contar historias a trav¨¦s de las im¨¢genes. Se escond¨ªa detr¨¢s de la c¨¢mara para ocultar su timidez y evitar expresar sus sentimientos. Ese car¨¢cter retra¨ªdo llev¨® a Mart¨ªn Abrisketa (Bilbao, 1967) a salir de una profunda depresi¨®n, un lugar donde no es f¨¢cil encontrar un punto de luz. ?l dio los primeros pasos hacia la salida cuando decidi¨® narrar la historia de su familia, la infancia de cuatro ni?os vascos (su padre y sus tres t¨ªos) que huyeron con sus progenitores de la Guerra Civil y se refugiaron en Santander. Luego viajaron en barco hasta Francia, pero ya solos, porque en la confusi¨®n del momento se perdieron sus padres. Durante a?o y medio, los peque?os vivieron al amparo de los vecinos de Tenay, un peque?o pueblo de los Alpes franceses. En La lengua de los secretos (Roca editorial), Mart¨ªn Abrisketa recrea ese episodio en su debut como novelista.
El autor descubre una historia a trav¨¦s de los ojos de un ni?o que contempla la guerra como una aventura y que ahora, con 90 a?os, sigue recordando solo lo bueno de esa ¨¦poca: la bondad de la gente que le permiti¨® seguir siendo peque?o pese al dramatismo de lo que les rodeaba. Su padre, Martintxo, se hizo cargo con 10 a?os de sus tres hermanos peque?os. ¡°En sus ochenta a?os posteriores, de sus labios jam¨¢s han salido palabras de odio o rabia. ?l relata lo sucedido como un cuento. Se ha escudado en la imaginaci¨®n para recrear una vida muy distinta de la que le toc¨® sortear. Cada uno de los ni?os lo vivi¨® de una manera diferente. Lo m¨¢gico de esta historia es que ¨¦l crease un mundo pararelo para no sufrir, para que todo fuese una aventura que contar¡±, indica Abrisketa.
La escritura sac¨® de la tristeza al autor, sumido en el pozo de la angustia
Entre 1936 y 1939, miles de espa?oles huyeron por barco a Francia de los desastres de la guerra, entre ellos, Martintxo, Paulina, Matilde y Lucas, que se separaron de sus padres. ¡°Todav¨ªa hoy, mi padre, cuando ve las im¨¢genes en televisi¨®n de refugiados que huyen de un pa¨ªs en guerra suele decir: ¡®Hasta las ropas que llevan son iguales que las nuestras. La desesperaci¨®n y angustia en sus rostros es la misma. Las mismas caras de tristeza¡±, se?ala.
Para tejer la historia, Abrisketa se puso en contacto con el Ayuntamiento de Tenay, que design¨® a la historiadora local, Jacqueline di Carlo, quien descubri¨® entre la documentaci¨®n que figura sobre los 237 refugiados espa?oles que recalaron en esa zona una informaci¨®n del peri¨®dico Le Courrier de l¡¯Ain: el 18 de agosto de 1937, un centenar de vascos llegaba a ese municipio, uni¨¦ndose a los 137 espa?oles que ya viv¨ªan en esas tierras. En el texto de Abrisketa, el protagonista de la historia se ve en ocasiones como Peter Pan, el jefe del Pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s con los ni?os perdidos, y otras como el soldado Messerschmitt, un miliciano que toma el nombre de la empresa fabricante de varios modelos de avi¨®n usados por Alemania en la II Guerra Mundial. El autor cuenta lo ocurrido como si fuese un cuento lleno de magia en que el juego y la diversi¨®n de los ni?os envuelve la tragedia.
Los juegos en medio de la batalla le ayudaron a seguir siendo inocente
En un pasaje del libro, el robo de una bicleta se transforma en el elemento que une a los peque?os con los habitantes de Tenay. Martintxo Abrisketa es quien se hab¨ªa apropiado del veh¨ªculo. El propietario denuncia la sustracci¨®n al alcalde y el peque?o es convocado a la plaza del pueblo.
Cuando llega, ve a todos los vecinos haci¨¦ndole un pasillo. El regidor, Jean P¨¦laz, est¨¢ dispuesto a abroncarle cuando se da cuenta de que ¨¦l y sus hermanos est¨¢n abandonados y que no hay nadie que se ocupe de ellos. Todos los concentrados terminan llorando al enterarse de las tr¨¢gicas circunstancias de los peque?os.
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