La alegr¨ªa del repetidor
Personajes m¨ªnimos y hasta bastante simples perduran a veces m¨¢s que ciertos h¨¦roes redondos y perfectamente descritos en grandes novelas inmortales
Por fascinante que sea crear personajes, puede llegar a ser un fastidio tener que vestirlos y peinarlos, y ya no digamos buscarles un nombre. Esa mezcla de amor y odio hacia ellos la ilustra esta an¨¦cdota: Un acad¨¦mico americano estaba diciendo de Beckett que la gente no le importaba porque era un artista. En ese momento, Beckett levant¨® la voz por encima del ruido de la gente que tomaba el t¨¦ y grit¨®: "?Pero a m¨ª s¨ª que me importa una mierda la gente! ?Una mierda!".
Personajes m¨ªnimos y hasta bastante simples perduran a veces m¨¢s que ciertos h¨¦roes redondos y perfectamente descritos en grandes novelas inmortales. Pienso en Akaki Ak¨¢kievich, el copista de El capote, de G¨®gol (N¨®rdica), un bur¨®crata cuyo destino es ser un "tipo insignificante". Ak¨¢kievich cruza con brevedad por ese relato breve, pero se trata de uno de los personajes m¨¢s vivos y m¨¢s bien sostenidos de la literatura universal, quiz¨¢s porque G¨®gol en esa pieza corta abandon¨® su sentido com¨²n y, como apuntara Nabokov, "trabaj¨® alegremente en el borde de su abismo privado".
Para protegerse del invierno de San Petersburgo, Akaki Ak¨¢kievich necesita un capote nuevo, pero, cuando lo consiga, notar¨¢ que prosigue el fr¨ªo, un fr¨ªo universal, sin final. El insignificante copista Akaki Ak¨¢kievich apareci¨® en el mundo, de la mano de Gogol, en 1842. Sus descendientes directos iban a ser el tambi¨¦n copista Bartleby (creado por Melville catorce a?os despu¨¦s, en 1856), el servil alumno Jakob von Gunten (1909), y Gregor Samsa (1915). A todos ellos podemos imaginarlos copiando en escuelas y oficinas, transcribiendo escrituras sin cesar bajo la luz de un quinqu¨¦. No expresan nunca nada personal, no intentan modificar. "No me desarrollo", dice Jakob en el Instituto. "No quiero cambios", dice Bartleby.
Tampoco quiere cambios "el repitente" (tambi¨¦n conocido como "el 34"), un breve personaje de Mis documentos, de Alejandro Zambra (Anagrama).
El 34 tiene el s¨ªndrome del repetidor. Es especialista en encallarse m¨¢s de dos a?os en un curso, sin que esto constituya para ¨¦l un contratiempo, sino todo lo contrario. El repitente es tan raro que ni siquiera es rencoroso, m¨¢s bien un joven muy relajado: "A veces lo ve¨ªamos hablando con profesores para nosotros desconocidos. Eran di¨¢logos alegres [¡]Le gustaba mantener relaciones cordiales con los profesores que lo hab¨ªan reprobado".
Le habl¨¦ ayer a Zambra del 34, de su joven repetidor alegre, de su fugaz personaje memorable, y me dijo: "Parece que somos nosotros los repitentes. El poeta es un repetidor... Los bartlebys pasaron de curso, aprobaron, no necesitaron m¨¢s que un libro o ninguno, mientras que nosotros seguimos intent¨¢ndolo".
Y pens¨¦ en la ¨²ltima fila de un aula y en los castigados a repetir all¨ª una l¨ªnea cien veces, hasta que su caligraf¨ªa mejore. Y tambi¨¦n en John Banville, al que en un coloquio una dama le pregunt¨® cu¨¢ndo iba a dejar de escribir sobre gente que mataba mujeres. Y ¨¦l, tan relajado como el joven repitente, respondi¨®: "En cuanto me salga bien, dejar¨¦ de hacerlo".
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