¡°En teatro, me niego a entrar en la zona de confort¡±

En el discurso que sostiene Paco Bezerra sobre el arte de la dramaturgia confluyen dos cosas: por un lado, la insobornable voluntad de rendirle cuentas solo a la literatura. Por otro, ese poso de mar y tierra, de invernaderos y tomates que le rodeaban en ¡°el pueblo al lado del cabo de Gata, con un solo sem¨¢foro¡±, donde naci¨® en 1978. Hoy, con la obra El se?or Ye ama los dragones, en cartel en las Naves del Matadero de Madrid, el premio Nacional de Literatura Dram¨¢tica de 2009 se confiesa junto a la estanter¨ªa de 10 pisos del sal¨®n de su casa, una colmena de cientos de libros donde se mezclan Proust, Mihura y Murakami.

¡°A los seis o siete a?os cog¨ª un libro de una vecina¡±, cuenta. ¡°Era Yerma, y aquello hizo que mi mundo explotara. Lo le¨ªa de noche, bajo la cama, como si estuviera haciendo algo imp¨²dico. Hasta lo escond¨ªa cuando entraba mi madre en el cuarto, como si estuviera prohibido¡±. Ah¨ª anid¨® el veneno del teatro, que fue gobern¨¢ndole hasta que a los 19 a?os se fue a Madrid a perseguir su sue?o de convertirse en dramaturgo. ¡°Convertirme en dramaturgo no, yo ya lo era¡±, matiza. ¡°En ese momento, lo que parec¨ªa era que ten¨ªa que demostr¨¢rselo a los dem¨¢s¡±.

Y lo consigui¨®. Todo ese universo rural de su infancia, tan alejado de las obras de teatro que predominan en la cartelera, cristaliz¨® en 2007 en Dentro de la Tierra, Premio Calder¨®n de la Barca de ese a?o y Premio Nacional de Literatura Dram¨¢tica de 2009. Una obra representada en Puerto Rico, que el a?o que viene desembarcar¨¢ en Alemania y que, aunque parezca dif¨ªcil de creer, en Espa?a sigue sin estrenarse.

¡°Hoy digamos que se ha instalado una forma de hacer teatro, como un marco del que no se puede salir. Pocos personajes, escenarios sencillos¡­ si uno escribe una obra as¨ª, sabe que tiene muchas m¨¢s posibilidades de representarse¡±, cuenta. ¡°Pero es un escenario de confort en el que yo me niego a entrar. Hay que romper el marco, hay que plantear cosas nuevas para hacer que el teatro avance. Lo dec¨ªa mi maestro Juan Mayorga y dec¨ªa la verdad: ¡®Hay que escribir teatro para el futuro¡±.

Lo dec¨ªa mi maestro Juan Mayorga y dec¨ªa la verdad: ¡®Hay que escribir teatro para el futuro¡±

El se?or Ye ama los dragones, en cartel hasta el 3 de mayo, es su primera comedia. Trata de la relaci¨®n dentro de un bloque de pisos entre la se?ora del ¨¢tico, su amiga del quinto y las dos chinas que viven en el s¨®tano, y saca su nombre de un breve cuento popular chino. Es una obra tambi¨¦n que rompe esos marcos de seguridad que denuncia Becerra.

¡°Al principio la gente me dec¨ªa ¡®Pero ?c¨®mo vas a sacar adelante una obra as¨ª?¡¯, una obra con dos mujeres chinas, una que solo habla en chino¡±, confiesa. ¡°Pero es que es una realidad que tenemos aqu¨ª, a la que hay que dar visibilidad. Los hijos de los inmigrantes chinos son espa?oles, plenamente integrados, pero herederos de toda una concepci¨®n de la vida, y muchas veces cansados de hacer de perennes interlocutores de sus padres¡±.

El cuento chino que da t¨ªtulo a la obra es el siguiente: hace mucho tiempo, el se?or Ye amaba a los dragones. Los esculp¨ªa, se los tatuaba. Tanto los veneraba que su amor lleg¨® a o¨ªdos del rey Drag¨®n, que un d¨ªa se person¨® en su casa para conocerle. Pero cuando lo tuvo delante, tan grande, tan imponente, el se?or Ye huy¨® asustado, casi enloquecido.

Diecinueve a?os despu¨¦s de que a los 19 se mudara a Madrid, ese chico de Almer¨ªa que so?¨® para el teatro el mar de invernaderos de su tierra, tiene El se?or Ye en cartel; escribe una obra de pocos personajes llamada Mi peque?o poni; otra sobre el incidente nuclear de Palomares, becada por el Ministerio de Cultura, y prepara otro proyecto, sobre Santa Teresa de Jes¨²s, con Concha Velasco. Es decir, al final el rey de los dragones ha venido a visitarle.

¡°He ido recorriendo mi camino tan poquito a poco que ahora me veo preparado. Si me hubiera pasado esto hace 10 a?os, habr¨ªa salido corriendo, pero ahora no tengo v¨¦rtigo. Me veo capaz de domar al drag¨®n¡±.