Arlecchino, Dino y el Botones Sacarino
Fernando Gil es el eje de un espect¨¢culo basado en una comedia famosa de Goldoni
¡°Una comedia desopilante¡±, se dice desde el Siglo de Oro de aquellas que, como esta, a base de hacer re¨ªr, hiperventilan los pulmones, aumentan el flujo sangu¨ªneo, diluyen los malos humores, eliminan el malestar general y quitan los dolores de cabeza: las buenas comedias eran entonces una cura para las damas opiladas (las de alcurnia que com¨ªan arcilla para mantenerse p¨¢lidas, lo cual les produc¨ªa una opilaci¨®n u obstrucci¨®n de los conductos biliares). Dos peor que uno, versi¨®n de Arlequino, servidor de dos amos, desobstruye todas las v¨ªas del cuerpo y del alma. Richard Bean, su autor, sigue cuasi al pie de la letra los hitos de la trama de la obra que Goldoni escribiera en el siglo XVIII por encargo del gran Antonio Sachi (inspir¨¢ndose a su vez en un canovaccio de Jean Pierre des Ours de Mandajors), solo que ahora Arlecchino es un pluriempleado que no llega a fin de d¨ªa; y los comerciantes burgueses a cuyo servicio ha de ponerse son una panda de mafiosos meridionales protegidos por una p¨¢tina de respetabilidad.
Dos peor que uno
A partir de El servidor de dos amos, de Goldoni. Autor: Richard Bean. Versi¨®n: Paco Mir. Int¨¦rpretes: Fernando Gil, Miren Ibarguren, Mar Abascal¡ Direcci¨®n. Paco Mir. Teatros del Canal. Hasta el 12 de abril.
Bean ambienta la trama en los a?os sesenta y Paco Mir la trae a un lugar indefinido del Mediterr¨¢neo espa?ol y la trufa de alusiones actuales (a la corrupci¨®n, a la ley mordaza¡) que imprimen al espect¨¢culo un aire atemporal. El festivo montaje de Alexander Herold sigue la pauta del original londinense (las interpretaciones par¨®dicas, los decorados planos, la ausencia de tiempos muertos¡), aunque aqu¨ª las caracterizaciones tengan un toque kitsch m¨¢s pronunciado, que evoca el universo exagerado pero exacto de los espect¨¢culos de La Cubana.
Fernando Mart¨ªn hace de Dino un Arlecchino a contratipo: grande, recio, nada pizpireto, pero tan zascandil y liante como el original. Lleva el peso de la funci¨®n como un jilguero sus plumas y se mete a los espectadores en el bolsillo cuando rebusca entre ellos qui¨¦n le pueda echar una mano, por caridad. Tambi¨¦n Toni Gonz¨¢lez, con su caricatura hiperb¨®lica del actor intenso y un puntito atragantado por las recetas del Actors Studio, y Miner Montell, en su acrob¨¢tica interpretaci¨®n del camarero octogenario, se hacen con el favor del p¨²blico merecidamente. Estupendos, Ferm¨ª Herrero y Miquel Ripeu en sus papeles caracter¨ªsticos, y Maribel Lara, que mide al mil¨ªmetro su papel fuera de reparto. Divino, el swing con el cual el Am¨¦lie Angebault Quartet conduce las transiciones entre escenas, resueltas a tel¨®n corrido, como en los espect¨¢culos de variedades. Pocas veces se ve a la salida el consenso risue?o que hab¨ªa en esta ocasi¨®n entre el p¨²blico de una funci¨®n de a diario.
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