El punz¨®n del reportero
¡°Si Dickens viviera, ser¨ªa reportero¡±, me dijo una vez Manuel Vicent camino a San Mill¨¢n de la Cogolla
¡°Si Dickens viviera, ser¨ªa reportero¡±, me dijo una vez Manuel Vicent camino a San Mill¨¢n de la Cogolla. Era una ma?ana tibia, y viaj¨¢bamos juntos para asistir a un encuentro cultural en aquel fascinante monasterio medieval de La Rioja donde fueron hallados los primeros vestigios del idioma espa?ol. Ya por entonces no le resultaba muy cre¨ªble abrir un libro y leer una primera l¨ªnea que dijera: ¡°Julia se sirvi¨® una copa y camin¨® hasta la ventana¡±. La vida moderna, la intercomunicaci¨®n instant¨¢nea, la chance de entrar f¨¢cilmente con Internet en mundos remotos o cotidianos, la facilidad para viajar a cualquier rinc¨®n del planeta, la masificaci¨®n de la narraci¨®n televisiva y muchas otras novedades del ultramodernismo le quitan de alg¨²n modo verosimilitud a la ficci¨®n decimon¨®nica y dejan acaso al desnudo su impostura. El reportaje o la cr¨®nica novelada, en cambio, le parec¨ªan a Vicent el gran g¨¦nero literario del siglo XXI. M¨¢s all¨¢ de esta controversia provocadora y de que luego ¨¦l mismo sigui¨® nadando tozudamente contra la corriente y escribiendo novelas, lo cierto es que en la intimidad de ese corto viaje acaso me estaba comunicando el coraz¨®n de su credo est¨¦tico.
Como Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, el autor de Desfile de ciervos sostiene que el periodismo y la novela se encuentran en un mismo nivel art¨ªstico si el reportero ejerce su oficio con talento literario y si es capaz de elevar su producto a la categor¨ªa de obra de arte. Vicent, sin embargo, no puede ser inscrito en la moda de la cr¨®nica actual, puesto que su trabajo es vanguardista: no pretende reconstruir la realidad, sino reinterpretarla mientras la va bocetando, como un Warhol de prosa magistral que no se niega a la imaginaci¨®n. Este experimento fascinante conecta, a su vez, con su praxis de articulista. Las peque?as piezas dominicales de Manuel, recogidas en varios libros, deben ser rele¨ªdas hoy como lo que son: muestras de uno de los estilos m¨¢s elegantes, agudos, melanc¨®licos y ocurrentes de la literatura en castellano. Tal vez deban pasar muchas d¨¦cadas para que esas acuarelas magn¨ªficas, que Borges no hubiera desde?ado precisamente por su excelsa ejecuci¨®n, obtengan la centralidad que merecen. Sucede que por su car¨¢cter popular y ef¨ªmero, el periodismo no suele agregar prestigio a un escritor, y tambi¨¦n que el propio columnista tiende a minimizar sus peque?os experimentos. Este prejuicio recuerda a Disc¨¦polo cuando dijo: ¡°Me pas¨¦ toda la vida haciendo tanguitos mientras trataba de escribir mi gran obra. Hasta que me di cuenta de que mi gran obra eran los tanguitos¡±. La an¨¦cdota conduce a las tablillas de Sorolla, que el maestro pintaba a espaldas de Clotilde para luego venderlas, hacerse de un dinero extra y gastarlo en placeres prohibidos. Esas tablas contienen, seg¨²n el mismo Vicent observa, toda la libertad, la dicha de vivir y la pasi¨®n; por eso resultan tan limpias y puras. Lo mismo podr¨ªa decirse de sus art¨ªculos, cruzados por la iron¨ªa, el lirismo, la ternura y la ferocidad. Como alguien apunt¨® alguna vez, Manuel ¡°es partidario del estilo siempre que con ese punz¨®n se pueda matar o ensartar la esencia de las cosas¡±.
Cierta noche, en la trastienda de una librer¨ªa de Buenos Aires, mientras com¨ªamos un asado criollo, lo nomin¨¦ el Santo Patrono de los columnistas latinoamericanos
Cierta noche, en la trastienda de una librer¨ªa de Buenos Aires, mientras com¨ªamos un asado criollo, lo nomin¨¦ el Santo Patrono de los columnistas latinoamericanos y le ped¨ª que me contara los secretos de su arte. Me jur¨® que jam¨¢s eleg¨ªa por anticipado el tema que trataba cada domingo, dado que esa premeditaci¨®n le quitaba de alg¨²n modo el sue?o y la libertad creativa. Al llegar al viernes, cuando los editores esperaban ansiosos su entrega semanal, Manuel Vicent se despertaba temprano, caminaba un kil¨®metro hasta el puesto de diarios y regresaba a pie, hechizado por los ruidos y los colores de la ma?ana. Su empleada de toda la vida le preguntaba siempre lo mismo: ¡°?Desayunar¨¢ usted hoy, don Manuel?¡±. El caballero espa?ol asent¨ªa y se abocaba al caf¨¦ y a las tostadas mientras le¨ªa los peri¨®dicos. Luego se duchaba, se vest¨ªa con finura y se sentaba frente al teclado a las once en punto. En ese instante crucial, con las antenas alertas, Vicent esperaba que el asunto viniera a imponerse y que se escribiera en trance durante 60 minutos exactos. Ignoro si contin¨²a con la misma metodolog¨ªa, pero lo cierto es que el resultado sigue siendo deslumbrante. En esas trescientas palabras ejerce muchas profesiones: fil¨®sofo, analista pol¨ªtico, costumbrista, historiador, humorista, mel¨®mano, pintor y poeta. Ha sido capaz en sus notas de narrar novelas brev¨ªsimas, y me pregunto si alguien ya estudi¨® el articulismo moderno como una de las formas evolutivas del cuento. Destinados a la lectura del d¨ªa y al olvido inmediato, pero con pinta de volverse inmortales, esos apuntes encierran la clave de este artista. Que un domingo estival defini¨® los requisitos existenciales de todo gran escritor: ¡°Conocer a fondo el alma humana, no sorprenderse de nada, estar de vuelta de todo, pero conservar siempre la virginidad en la mirada ante cualquier tragedia, villan¨ªa, hero¨ªsmo o golpe de fortuna que acontezca en la vida, y contarlo como si sucediera por primera vez¡±. Manuel Vicent cumple con todos esos requisitos. Y con creces.
Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz es escritor y periodista argentino, autor de Mam¨¢ (RBA) y El pu?al (Planeta)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.