?Es l¨ªcito exhibir a dos pobres en una exposici¨®n de arte?
Todo, desde lo m¨¢s sagrado hasta lo m¨¢s profano, se ha convertido en carne de museo
Reciclando humanos
Por Iv¨¢n de la Nuez
La vida es un inmenso display. Una exposici¨®n infinita en la que todo, desde lo m¨¢s sagrado hasta lo m¨¢s profano, se ha convertido en carne de museo. El comunismo y la Guerra Civil, el grupo armado Baader Meinhof y los trajes de Gaddafi, Guant¨¢namo y la acci¨®n social (siempre y cuando, eso s¨ª, la asumamos como ¡°una de las bellas artes¡±).
Nuevas tecnolog¨ªas y viejas vanidades se acoplan para diseminar este s¨ªntoma contempor¨¢neo, esa continuaci¨®n del Ready Made por otros medios. ?Qu¨¦ significa ¡°por otros medios¡±? Pues que si Duchamp o m¨¢s tarde Jeff Koons le concedieron entidad art¨ªstica a algunos objetos ¡ªun urinario, una aspiradora¡ª por el mero hecho de colocarlos en un museo o una galer¨ªa, ahora ha llegado el turno de los sujetos.
Antes fueron las cosas, hoy las causas.
El ¨²ltimo apret¨®n a la tuerca va m¨¢s all¨¢ de exponer la revoluci¨®n o las batallas sociales, las guerras de g¨¦nero o las injusticias. Ahora avanzamos hacia la exposici¨®n de personas. Acaba de suceder en un museo de Malm?, que ha exhibido dos mendigos rumanos. Antes, en Londres, un proyecto de Brett Bailey, Exhibit B, se inspir¨® en los zool¨®gicos humanos de la ¨¦poca colonial para mostrar a personas de raza negra en situaciones de sumisi¨®n o dominaci¨®n. Y un poco m¨¢s all¨¢ en la l¨ªnea del tiempo nos encontramos el Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn, que nos deleit¨® con otra obra ¡°humana¡±: Jud¨ªos en la vitrina.
Si este declive es real, ya no tendr¨¢ sentido hablar de eso que, por pereza, seguimos llamando arte contempor¨¢neo"
No hace falta decir que todo esto responde a las mejores intenciones, y que est¨¢ gobernado por la cr¨ªtica a los estereotipos o al racismo, por la remoci¨®n de nuestras occidentales conciencias y por las m¨¢s variadas denuncias. Y, claro, es nuestro problema si nos cuesta discernir entre cr¨ªtica y frivolidad, verdad e imagen, arte y provocaci¨®n, cultura y publicidad¡
Pero lo cierto es que, a estas alturas, resulta dif¨ªcil tragarse estas operaciones que establecen la denuncia del crimen reproduciendo el crimen, que redoblan la dominaci¨®n para que la veamos mejor, y que llegan a exponer humanos con el objetivo de relatarnos la crisis del humanismo. Todo eso a base de ignorar que, salvo en los estereotipos de los paladines del llamado arte relacional, los ¡°otros¡±, los ¡°sujetos subalternos¡± o los ¡°sometidos¡± son tan diferentes entre s¨ª como aquellos que los encasillan en su presunciones.
Tal vez estamos asistiendo al ¨²ltimo ramalazo de una est¨¦tica. A la confirmaci¨®n de que el ciclo que empez¨® con Duchamp ha llegado a su fin. Y no se trata de una nimiedad. Porque si este declive es real, ya no tendr¨¢ sentido hablar de eso que, por pereza, seguimos llamando arte contempor¨¢neo.
Iv¨¢n de la Nuez es escritor cubano. Su ¨²ltimo libro es El comunista manifiesto (Galaxia Gutenberg).
Mendigos Museo
Por Mart¨ªn Caparr¨®s
Debe ser bastante insoportable. Dos personas se exhiben: son exhibidas. Dos personas ¡ªrumanos, dicen, y gitanos¡ª entre los cientos que recorren todos los d¨ªas las calles g¨¦lidas de Malm? pidiendo limosnas se exhiben en una sala de museo. Debe ser bastante insoportable entrar en un espacio grande, casi vac¨ªo, con solo dos personas ¡ª¨¦l con muletas, ella un embarazo¡ª sentadas en el suelo, paredes enfrentadas, mirando hacia la nada, tan expuestas. ?C¨®mo mirarlas, c¨®mo correr el riesgo de cruzar sus miradas? Debe ser bastante insoportable. Y debe ser f¨¢cil reaccionar contra esa molestia subi¨¦ndose al banquito moralista.
Dos personas se exhiben: son exhibidas. Nadie se alarma cuando est¨¢n en las calles pidiendo, tiritando. Pero si alguien que se piensa como artista los pone en escena, claman que los explota. Una explotaci¨®n intolerable ¡ªdicen¡ª de dos seres humanos. Si los hubieran contratado para pasarse diez horas frente a una m¨¢quina de coser ¡ªdigamos¡ª por un par de monedas no habr¨ªa molestado. Como quien dice: el problema no es producir la pobreza, no es convivir con la pobreza; el problema es mostrarla. Dos personas trabajan ¡ªtemporariamente¡ª de exhibirse, como tantos en nuestra sociedad. Son modelos que no dejan de comer porque quieran adaptarse a una moda de esqueletos sino porque no tienen. Dos personas son exhibidas y provocan debate.
Ya no son mendigos: son representaciones de mendigos, son la categor¨ªa mendigo puesta en evidencia, son reflexiones sobre el desplazamiento, la miseria, el desespero, la esperanza"
Duchamp ya lleva medio siglo muerto. En tiempos en que se hace tan dif¨ªcil definir qu¨¦ es arte ¡ªy qu¨¦ no es, tiempos en que se hace tan dif¨ªcil sobre todo atreverse a decir esto no es arte¡ª se podr¨ªa suponer que arte es aquello que consigue resignificar lo des-significado: que te obliga a leer all¨ª donde, en general, ya no ves nada. Y, tambi¨¦n: aquello que te lleva a enfrentarte con lo que no quer¨ªas, y pensarlo.
En el museo de Malm?, por un arte de birlibirloque, los dos mendigos se vuelven orinales de Duchamp, con perd¨®n: te obligan a pensar en el arte y a pensar en ellos. Ya no son mendigos: son representaciones de mendigos, son la categor¨ªa mendigo puesta en evidencia, son reflexiones sobre el desplazamiento, la miseria, el desespero, la esperanza. Son, al serlo, respuestas posibles a la pregunta que m¨¢s me interesa ¨²ltimamente: ?c¨®mo hacer para que se vean ciertas cosas? ?Qu¨¦, para romper esa ceguera selectiva en la que basamos tanto de nuestras vidas? ?Qu¨¦, para deshacer la construcci¨®n m¨¢s laboriosa, la de nuestra ignorancia? Porque si no encontr¨¢ramos las formas de ignorar, ?c¨®mo carajo conseguir¨ªamos vivir sabiendo que pasan estas cosas?
Me gusta que la obra ¡ªdigamos: obra¡ª no estuviese firmada, que no hubiera un sujeto cuyo nombre se infl¨® con esta exhibici¨®n. Me preocupa, si acaso, lo que pasa con ellos dos ahora, cuando la exhibici¨®n ya termin¨®. Contra la vieja certeza latina ¡ªars longa, vita brevis¡ª en este caso el arte ha sido breve, larga la vida, y ahora los dos estar¨¢n otra vez en la ramera calle. Donde vuelven a convertirse en invisibles, donde se debaten sin despertar debate alguno.
Mart¨ªn Caparr¨®s es escritor argentino. Su ¨²ltimo libro es El Hambre (Anagrama).
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