Frida Kahlo a su amante espa?ol: ¡°Por ti he vuelto a pintar, a vivir, a so?ar¡±
Las 25 cartas de la artista mexicana, subastadas en Nueva York, ponen al descubierto su pasi¨®n secreta, pero tambi¨¦n su declive f¨ªsico y las claves profundas de su obra
El amor de Frida Kahlo, plasmado en 25 cartas manuscritas dirigidas a su amante espa?ol Josep Bartol¨ª, fue vendido por la casa de subastas Doyle de Nueva York al precio de 137.000 d¨®lares. El comprador, un supuesto coleccionista de arte que permanece en el anonimato, tendr¨¢ en sus manos un legado cuyo valor queda fuera de las cuentas corrientes. A lo largo de las 100 p¨¢ginas que componen este archivo in¨¦dito desfila sin tapujos la pasi¨®n profunda y casi adolescente que la artista mexicana, un icono transgresor y feminista, sinti¨® por Bartol¨ª, un republicano que, saltando de un tren, hab¨ªa logrado escapar de las garras de la Gestapo y de un destino incierto en el campo de concentraci¨®n de Dachau. El fugitivo, tras un largo periplo por ?frica y M¨¦xico, recal¨® en Nueva York, donde se abri¨® paso como pintor y dibujante. All¨ª, en un hospital de la metr¨®polis estadounidense, conoci¨®, de la mano de Cristina, la hermana menor de Kahlo, a la inagotable pintora mexicana. Era junio de 1946.
La vida de Frida Kahlo, de 39 a?os, discurr¨ªa cuesta arriba. De ni?a hab¨ªa sufrido una poliomielitis, que le dej¨® una pierna derecha m¨¢s delgada que la izquierda. Y a los 18 a?os, un accidente en autob¨²s deshizo la salud que le quedaba: el golpe quebr¨® su columna y un hierro le atraves¨® la vagina. En estas condiciones, Kahlo hab¨ªa acudido al centro m¨¦dico neoyorquino para unas de sus habituales operaciones (sufri¨® 32 a los largo de su vida). En ese espacio de dolor, surgi¨® el idilio. Kahlo, en aquel momento casada por segunda vez con el muralista mexicano Diego Rivera, no le puso l¨ªmites.
"Te escribir¨¦ horas y horas, aprender¨¦ historias para contarte, inventar¨¦ nuevas palabras para decirte en todas: te quiero como a nadie". Las cartas las firmaba como Mara (posible diminutivo del apelativo cari?oso Maravillosa) y las enviaba a la casa de Brooklyn de Bertram Wolfe, bi¨®grafo de Rivera y cuya esposa era su confidente y amiga. Como medida de seguridad, Kahlo le pidi¨® a su amado que firmase como Sonja. La estratagema iba destinada a evitar los celos de su marido, s¨®lo tolerante con las aventuras l¨¦sbicas de Frida.
La lectura de las misivas permite poner el ojo en la cerradura y ver en primera fila el volc¨¢n sentimental al que se lanzaron los amantes. La propia Kahlo admite que siente por Bartol¨ª algo que jam¨¢s ha experimentado. Hay pasi¨®n ("?de qu¨¦ color quieres que me hagan una enagua para cu¨¢ndo t¨² regreses?"), pero tambi¨¦n la soledad que caracteriz¨® a la pintora y que, por obra del amor, se torn¨® en espera: "Como no puedo ir a todos los lugares que t¨² vas, yo te espero a diario en el sill¨®n o en la cama. Gu¨¢rdame siempre en tu coraz¨®n, que yo no te olvido nunca". En una p¨¢gina, incluso llega a so?ar, tras un retraso en el periodo, en un posible embarazo ("?podr¨ªas imaginarte un peque?o Bartol¨ª o una Marita"). Todo ello combinado con ataques de realismo que la hacen re¨ªrse de s¨ª misma: "Ya mi otra carta ser¨¢ menos idiota, te lo prometo".
Ya mi otra carta ser¨¢ menos idiota, te lo prometo Frida Kahlo en una de sus cartas
Junto a los meandros de la pasi¨®n, las cartas ofrecen nuevas claves sobre su trabajo art¨ªstico. Kahlo gest¨® un mundo de gran complejidad. Sus cuadros forman un espejo de su atormentada existencia, de su lucha constante contra el dolor, de la superaci¨®n de los prejuicios. En ellos, la artista tambi¨¦n abre las puertas al crisol cultural mexicano. En esta urdidumbre participa ella casi constantemente, con el ejercicio del autorretrato y tambi¨¦n el cultivo de una imagen, cambiante y transgresora, que a¨²n genera una atracci¨®n universal. Entre sus obras punteras figura el doble autorretrato ?rbol de la esperanza, un compendio de sus demonios personales pintado durante el romance con Bartol¨ª. Un periodo donde el dolor apenas la dejaba trabajar. "Me acord¨¦ de tus ¨²ltimas palabras y empec¨¦ a pintar. Trabaj¨¦ toda la ma?ana y despu¨¦s de comer hasta que no hubo m¨¢s luz. Pero luego me sent¨ª extenuada y todo me dol¨ªa (...) Por ti he vuelto a pintar, a vivir, a ser feliz. Eres mi ¨¢rbol de la esperanza".
Las cartas fueron escritas a escondidas de Diego Rivera. Su presencia, aparece una y otra vez en los textos como una sombra oscura, opresiva. En ese ambiente de soledad, el declive f¨ªsico de la artista avanza. En enero de 1949 le cuenta que la depresi¨®n le empuja a beber. La angustia la cerca. ¡°No te olvides de m¨ª. No me dejes sola¡±. Bartol¨ª ha dejado de escribirla. Ella lo sigue intentando. ¡°Pinto poco, apenas tengo fuerzas para vivir¡±. En la ¨²ltima misiva, escrita desde la cama, Frida Kahlo, enferma, lanza una desesperada llamada: ¡°A¨²n soy tu Mara, tu compa?era. Tu amor es mi ¨¢rbol de la esperanza. Te esperar¨¦ siempre. ?Volver¨¢s?¡±
Las respuestas del republicano espa?ol no han sido halladas. Posiblemente, la pintora las destruy¨®. Pero las 25 cartas de ella fueron guardadas amorosamente por Bartol¨ª dentro de sus sobres, junto con los peque?os objetos y fotos que jalonaron tres a?os de relaci¨®n (1946-1949). La causa del fin se desconoce. La distancia y el deterioro de la salud de Kahlo, seguramente jugaron su baza. La artista, con una pierna amputada e incontables intentos de suicidio, muri¨® el 13 de julio de 1954.
El exiliado, con extra?a fidelidad, nunca hizo exhibici¨®n de este amor. Call¨® incluso cuando algunos bi¨®grafos consideraron que era tan solo uno m¨¢s en el florido ¨¢rbol de relaciones de la pintora. Muerto en 1995, su secreto pas¨®, en perfecto estado, a sus familiares. Ahora, ese v¨ªnculo entre dos seres que ya solo viven en el pasado ha quedado en manos an¨®nimas.
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