Goytisolo por Goytisolo
El escritor recibe el jueves el galard¨®n m¨¢s importante de las letras en espa?ol En su casa de Marraquech selecciona y comenta los textos que mejor resumen su obra
Juan Goytisolo camina muchas tardes hasta el viejo palacio real de Marraquech para ver a las cig¨¹e?as. Durante un tiempo, cuenta, hubo en su casa una que no pod¨ªa volar. Su foto, con el escritor en segundo plano, aparece en la cubierta de Las semanas del jard¨ªn. ¡°Hubo quien pens¨® que era un truco, pero la foto es real. Se tom¨® ah¨ª¡±, dice se?alando la galer¨ªa de su casa. ¡°La alimentamos hasta que se fue. Un vecino franc¨¦s me dijo que si le cortaba las plumas del pecho no volar¨ªa ya nunca y me la podr¨ªa quedar. Yo le dije:¡®Monsieur, no quiero presos pol¨ªticos en mi casa¡±.
Nacido en Barcelona en 1931, tambi¨¦n Goytisolo, recuerda ¨¦l mismo, ha hecho vida de ave migratoria entre Europa y ?frica. Sali¨® de Espa?a camino de Par¨ªs en 1956 y no ha vuelto a pasar en la Pen¨ªnsula m¨¢s de dos meses seguidos. El jueves pr¨®ximo recibir¨¢ en Alcal¨¢ de Henares el Premio Cervantes. All¨ª, adelanta lac¨®nicamente, hablar¨¢ del Quijote ¡ªun libro que ha le¨ªdo cuatro veces¡ª, de ¡°la situaci¨®n social y pol¨ªtica¡± y, qu¨¦ remedio, de los huesos de Cervantes: ¡°Encontrarlos no alimenta la cultura, sino la burocracia. Que los dejen en paz¡±.
En el comedor de su casa de Marraquech, a resguardo de una lluvia que amenaza con dejarle sin paseo y sin cig¨¹e?as, el escritor despliega unas fotocopias con fragmentos que ha seleccionado de su obra.
VIAJE A LA POBREZA
? Hacia Cabo de Gata. Tres autobuses diarios cubren los nueve kil¨®metros de trayecto Almer¨ªa-El Alqui¨¢n. La carretera est¨¢ alquitranada hasta N¨ªjar y, a la salida de la ciudad, una bifurcaci¨®n paralela a la Nacional 340 lleva a los ba?os de Sierra Alhamilla, en cuyo balneario, actualmente derruido, acostumbraban reposar sus fatigas los ricos ociosos de la capital. El autocar toma el camino de N¨ªjar dejando atr¨¢s las ¨²ltimas casuchas del suburbio almeriense. Mi vecino es hombre de una cuarentena de a?os, moreno y enjuto. Cuando le ofrezco de fumar me pregunta si soy extranjero. Le respondo que soy de Barcelona y pronuncia unas palabras en catal¨¢n.
¡ªHe trabajado all¨ª casi diez a?os ¡ª?dice¡ª. En Hospitalet, Barcelona, Tarrasa¡ Aquello s¨ª que es v¨ªa. Ojal¨¢ que nunca me hubiera marchao. A la mujer no le sentaba bien el clima y cometi¨® la estupidez de volver. Ahora, con cuatro hijos y otro en camino, no puede tentar la suerte como antes.
¡ªAqu¨ª uno se hace viejo en segu¨ªa, y luego, la familia que le amarra¡
Mientras se desahoga contra el destino contemplo el paisaje por la ventanilla. Una llanura ocre se extiende hasta el golfo de Almer¨ªa, salpicada de tanto en tanto por el verde de alguna higuera. El suelo est¨¢ agrietado y lleno de cantizales. El mar cabrillea a lo lejos.
Campos de N¨ªjar (1959)
? Los libros de viaje son una constante en la obra de Juan Goytisolo. De Cuba a Capadocia pasando por Sarajevo, Argelia o Chechenia, el testimonio y el periodismo (de guerra) han sido una corriente paralela a su escritura narrativa. Cinco a?os despu¨¦s de publicar su primera novela¡ªJuegos de manos¡ª public¨® Campos de N¨ªjar, un periplo de Almer¨ªa a Carboneras convertido hoy en un cl¨¢sico de la literatura viajera. El libro, explica el escritor, refleja bien la orientaci¨®n literaria de los j¨®venes narradores de la posguerra: ¡°Un realismo cr¨ªtico y el deseo de expresar literariamente la realidad oculta por la prensa. Para nosotros la literatura cumpl¨ªa el deber que en los pa¨ªses democr¨¢ticos corresponde a los medios de comunicaci¨®n¡±.
La elecci¨®n de Almer¨ªa como destino tuvo un detonante curioso: la mili. De all¨ª era la mayor¨ªa de los reclutas con los que el novelista coincidi¨® en, todav¨ªa recita los datos de carrerilla, el Regimiento de Infanter¨ªa Badajoz n¨²mero 26: ¡°Me llamaba la atenci¨®n el desamparo educativo y social en el que viv¨ªan. La mayor parte eran analfabetos. Me interesaron mucho los giros idiom¨¢ticos que empleaban. Anotaba frases que me llamaban la atenci¨®n. Me serv¨ª de ellas al redactar Campos de N¨ªjar¡±.
Ese libro y el posterior, La Chanca (1962), dedicado al barrio del mismo nombre en la capital almeriense, le valieron a Goytisolo el t¨ªtulo de hijo adoptivo de Almer¨ªa. A?os despu¨¦s, en 2000, sus protestas por la persecuci¨®n de inmigrantes subsaharianos y magreb¨ªes en El Ejido le valdr¨ªan el de persona non grata: ¡°Un pa¨ªs de emigraci¨®n como Espa?a se transform¨® en pa¨ªs de inmigraci¨®n. El cambio fue demasiado r¨¢pido: de la extrema pobreza a la extrema riqueza sin recibir una educaci¨®n pol¨ªtica y cultural. Esto dio lugar a episodios tan lamentables como los de El Ejido¡±.
Pese al extremo realismo de sus p¨¢ginas, Campos de N¨ªjar pas¨® la censura franquista ¡°sin recorte alguno¡±. Juan Goytisolo tiene una explicaci¨®n para esa, a?ade ir¨®nicamente, ¡°haza?a¡±: ¡°El lector sacaba una impresi¨®n desoladora de la pobreza, pero no hab¨ªa nada concreto a lo que referirse. Estaba todo tan minuciosamente calcu?lado que el censor no pod¨ªa aferrarse a una frase concreta. Esto lo consider¨¦ entonces una gran victoria, pero luego me entr¨® cierta melancol¨ªa: me di cuenta de que si no lo hab¨ªan censurado era porque me hab¨ªa censurado yo mismo. A partir de entonces decid¨ª dejar al censor su papel y yo cumplir con el m¨ªo. Lo que se public¨® despu¨¦s fue prohibido¡±.
EL LIBRO-FRONTERA
? La matanza de Yeste. Compuesta de la doble y contradictoria versi¨®n de los protagonistas del suceso, he aqu¨ª la s¨ªntesis informativa divulgada posteriormente en los peri¨®dicos imparciales.
¡°Al sonar las primeras detonaciones hay un movimiento de p¨¢nico. Los paisanos tratan de arrebatar los fusiles a los guardias y los acometen con sus hoces y sus cuchillos. En tanto que el grueso de la multitud se desbanda, los hombres m¨¢s audaces forcejean con los civiles y emprenden con ellos un violento cuerpo a cuerpo. Un campesino logra apoderarse del mosquet¨®n de uno de los n¨²meros y dispara sobre ¨¦l. El guardia Pedro Dom¨ªnguez Requena se lleva las manos a las cartucheras y las retira empapadas de sangre. Al caer, un paisano le hunde en el cuello un gancho de conducir pinos. El delegado del Ayuntamiento de Yeste, Andr¨¦s Mart¨ªnez Mu?oz, primer teniente de alcalde y presidente de la oficina de colocaci¨®n, implora in¨²tilmente una tregua. El brigada le hace fuego a bocajarro diciendo: ¡®?Toma, por ser de la Gestora!¡¯. Desde tierra suplica vida salva en nombre de sus hijos y el brigada le remata con tres balazos. ¡®De ¨¦ste no os ocup¨¦is ¡ª?grita¡ª, que no sana¡±. [¡]
¡°Cuando los periodistas llegan al lugar unas horas despu¨¦s del tiroteo se divisan todav¨ªa cuajarones de sangre en la boca de la atarjea. En la otra alcantarilla hay un reguero negruzco de varios metros de longitud. Entre los zarzales, una boina nueva, un pa?uelo y varios trozos de pa?o manchados de rojo revelan los esfuerzos de las v¨ªctimas por resta?ar la hemorragia. Olvidados en medio del campo yacen cuatro cad¨¢veres. Una mujer llora arrodillada junto a uno de los cuerpos. El hombre herido en el brazo y en la pierna agoniza a¨²n, perdiendo sangre y escupiendo baba. El sol brilla implacablemente y hormigas y moscas se disputan el inesperado fest¨ªn bajo la presencia agorera de los buitres que, en c¨ªrculos tenaces y conc¨¦ntricos, planean sin prisa sobre los olivares¡±.
Se?as de identidad (1966)
? Juan Goytisolo recuerda que empez¨® a escribir Se?as de identidad en Par¨ªs en 1962. La public¨® en 1966, eso s¨ª, en M¨¦xico. En Espa?a estuvo prohibida hasta la muerte de Franco. Durante meses, el original tuvo como t¨ªtulo provisional un verso de Luis Cernuda: "Mejor la destrucci¨®n, el fuego". Del poeta sevillano aprendi¨® el novelista barcelon¨¦s el uso de la segunda persona tan caracter¨ªstico de su estilo. El libro es adem¨¢s el parteaguas de la narrativa del ¨²ltimo premio Cervantes: ¡°Con ¨¦l empieza mi obra adulta¡±. Goytisolo ten¨ªa 35 a?os cuando la public¨® y era ya autor de novelas ¡°tradicionales¡± m¨¢s que dignas pero que no le convencen:¡°Se?as nace de la insatisfacci¨®n respecto a mi propio trabajo. Con los primeros libros hab¨ªa cumplido con mi deber de ciudadano, pero no con mi deber de escritor¡±. ?Qu¨¦ deber? ¡°Devolver a la literatura algo distinto de lo que recibiste. Sin la idea de novedad no hay obra verdadera, y yo no hab¨ªa roto con el canon literario¡±.
Dice Goytisolo que a partir de Se?as de identidad su escritura no distingue la prosa de la poes¨ªa. ¡°Verso libre narrativo¡±, llama a un estilo que rompe la ortograf¨ªa y la linealidad del argumento y en el que las cr¨®nicas de prensa se mezclan con las citas de los cl¨¢sicos, las canciones populares con los di¨¢logos de pel¨ªculas baratas y la religi¨®n con la pornograf¨ªa. Aunque se aparte de la tradici¨®n realista espa?ola, la novela no se aparta de Espa?a, su grisura presente y su crueldad pasada. En 1981, Goytisolo volvi¨® al pueblo albacete?o de Yeste para comprobar que, ¡°aunque la vida hab¨ªa mejorado y se respiraba mayor libertad¡±, todav¨ªa se hablaba de ¡°canalla roja¡± en los escenarios de uno de los acontecimientos recreados en su relato: la matanza en mayo de 1936 de varios campesinos ¡°a manos de las fuerzas del orden enviadas por el cacique del pueblo¡±. Junto a cuestiones hist¨®ricas y pol¨ªticas, el libro recoge tambi¨¦n cuestiones m¨¢s sociol¨®gicas: la especulaci¨®n inmobiliaria, por ejemplo. Ahora es f¨¢cil reparar en ello; en los a?os sesenta, no tanto: ¡°La literatura siempre se adelanta a la realidad. Lo que dice no lo ve una mayor¨ªa, pero poco a poco se va imponiendo¡±.
Adem¨¢s de un hito en la trayectoria de su autor, Se?as de identidad se convirti¨® en una f¨®rmula usada hasta el absurdo: ¡°En un peri¨®dico hablaban de un exhibicionista que a la salida de un colegio de ni?as mostraba sus ¡®se?as de identidad¡¯. Me encant¨® la acepci¨®n que le daban al t¨ªtulo¡±, se r¨ªe el escritor. Por lo dem¨¢s, la contundencia del sintagma ha confundido a muchos lectores: ¡°El t¨ªtulo est¨¢ al final de la novela cuando se habla de ¡®?lvaro Mendiola a secas, sin se?as de identidad¡¯. No se trata de afirmar la identidad, sino de negarla¡±.
ELOGIO DEL TRAIDOR
? En el caf¨¦ del moro. altivo, gerifalte Poeta, ay¨²dame?: a luz m¨¢s cierta, s¨²beme?: la patria no es la tierra, el hombre no es el ¨¢rbol?: ay¨²dame a vivir sin suelo y sin ra¨ªces?: m¨®vil, m¨®vil?: sin otro alimento y sustancia que tu rica palabra?: palabra sin historia, orden verbal aut¨®nomo, enga?oso delirio?: poema?: alfanje o rayo?: imaginaci¨®n y raz¨®n en ti se a¨²nan a tu propio servicio?: palabra liberada de secular servidumbre?: ilusi¨®n realista del p¨¢jaro que entra en el cuadro y picotea las uvas?: palabra-transparente, palabra-reflejo, testimonio ruinoso yerto e inexpresivo?: cementerio de coches, oxidada hecatombe en las orillas de la gran ciudad?: incontinencia verbal que ensucia y no abona, deyecci¨®n maloliente e in¨²til?: discursos, programas, plataformas, sonoras mentiras?: palabras simples para sentimientos simples?: amores honestos, convicciones f¨¢ciles?: las tuyas, Juli¨¢n, en qu¨¦ lengua forjarlas??: palabra extrema de pasi¨®n extrema, orqu¨ªdea suntuosa que envuelve e hipnotiza?: pasi¨®n vedada, sentimiento il¨ªcito, fulgurante traici¨®n
Don Juli¨¢n (1970)
? Narrador y ensayista, Juan Goytisolo es tambi¨¦n autor de dos t¨ªtulos fundamentales de la literatura autobiogr¨¢fica en espa?ol: Coto vedado (1985) y En los reinos de taifa (1985). Escritas sin tapujos familiares, sexuales o literarios, esas memorias terminan con el autor contemplando la costa espa?ola desde T¨¢nger, la ciudad en la que todav¨ªa pasa cada verano para huir del calor de Marraquech. La evocaci¨®n del conde don Juli¨¢n, el noble visigodo que seg¨²n la leyenda habr¨ªa facilitado la entrada en la Pen¨ªnsula de los musulmanes, era evidente. En 1970 Goytisolo public¨® la segunda novela en la que aparece ?lvaro Mendiola, la voz surgida en Se?as de identidad. En ella, un espa?ol asentado en T¨¢nger desata su c¨®lera contra la tradici¨®n moral y cultural del nacionalcatolicismo hisp¨¢nico. ¡°Su violencia extrema responde a una situaci¨®n que para m¨ª era muy violenta¡±, recuerda. ¡°La prensa espa?ola me insultaba, la censura prohib¨ªa mis libros y el Partido Comunista me atacaba. Si a eso le sumas el descubrimiento de mi homosexualidad¡¡±. De todo ello habla en esas memorias que terminan en la orilla africana del Estrecho. De todo ello surgi¨® su particular elogio del traidor oficial de la Espa?a oficial, publicado con el primer t¨ªtulo de Reivindicaci¨®n del conde don Juli¨¢n. El hecho de que todas las traducciones se limitaran al nombre del reivindicaco llev¨® al escritor a rebautizar un libro al que se refiere como "una explosi¨®n irrepetible". ¡°En 1969 me vi mezclado en una lucha interna del PCE a ra¨ªz de un art¨ªculo que publiqu¨¦ en L¡¯Express como motivo del 25? aniversario del final de la Guerra Civil. Dec¨ªa que el franquismo no iba caer v¨ªctima de la lucha de la izquierda, sino que la transformaci¨®n social que estaba ocurriendo en Espa?a iba a arrinconar al r¨¦gimen como a una antigualla, que es lo que sucedi¨®¡±.
?Tan claro estaba? El progreso econ¨®mico no siempre trae la democracia. Ah¨ª est¨¢ China. Goytisolo escucha la pregunta y contin¨²a: ¡°Era lo que intentaban en el tardofranquismo: mantener las estructuras del r¨¦gimen y el poder de la Iglesia abriendo la libre concurrencia. En Espa?a fue esencial la salida a Europa de tres millones de espa?oles, que entraron en contacto con sociedades abiertas, y la llegada masiva de los turistas. Este doble influjo alter¨® profundamente la sociedad. El franquismo no pudo contenerlo y el PCE no quiso verlo, y decir aquello en aquel momento era una blasfemia. Al haber mostrado mi art¨ªcu?lo a Fernando Claud¨ªn y Jorge Sempr¨²n, y contar con su aval, me vi mezclado en la pol¨¦mica. Yo no sab¨ªa que exist¨ªa una dispu?ta interna y Santiago Carrillo arremeti¨® contra m¨ª y us¨® el art¨ªculo como elemento de la lucha contra Claud¨ªn y Sempr¨²n. Esto me desanim¨®¡±.
La ¡°agresi¨®n on¨ªrica y esquizofr¨¦nica¡± contra el canon que supone Don Juli¨¢n naci¨® tambi¨¦n, a?ade Goytisolo, de ¡°la conciencia de que el r¨¦gimen de Franco no era fruto de la casualidad, sino de una larga tradici¨®n nacionalcat¨®lica¡±. Partiendo de una invocaci¨®n de G¨®ngora, el narrador trata de ¡°destruir la imagen de la Espa?a sagrada, incapaz de abarcar la riqueza y la variedad de la tradici¨®n espa?ola¡±. El escritor, no obstante, insiste en que no se juzgue la novela como un ensayo. Para eso est¨¢n sus estudios sobre La lozana andaluza, Jos¨¦ Mar¨ªa Blanco White o Manuel Aza?a. La otra Espa?a posible. La heterodoxa, dicen.
AP?TRIDA AL FIN
? cuando las voces broncas del pa¨ªs que desprecias ofenden tus o¨ªdos, el asombro te invade : qu¨¦ m¨¢s quieren de ti? : no has saldado la deuda? : el exilio te ha convertido en un ser distinto, que nada tiene que ver con el que conocieron : su ley ya no es tu ley : su fuero ya no es tu fuero : nadie te espera en ¨ªtaca : an¨®nimo como cualquier forastero, visitar¨¢s tu propia mansi¨®n y te ladrar¨¢n los perros : tu chilaba de espantap¨¢jaros se confunde con la de los habituales mendigos y alegremente aceptar¨¢s la ofrenda de unas monedas : el asco, la conmiseraci¨®n, el desd¨¦n ser¨¢ la garant¨ªa de tu triunfo : eres el rey de tu propio mundo y tu soberan¨ªa se extiende a todos los confines del desierto : vestido con los harapos de tu fauna de origen, aliment¨¢ndote de sus restos, acampar¨¢s en sus basureros y alba?ales mientras afilas cuidadosamente la navaja con la que un d¨ªa cumplir¨¢s tu justicia : la libertad de los parias es tuya, y no volver¨¢s atr¨¢s
¨¢vidamente te asir¨¢s a tu anomal¨ªa magn¨ªfica
Juan sin Tierra (1975)
?? ¡°Los que no me entend¨¦is, / dejad de seguirme. / Nuestra comunicaci¨®n ha terminado. / Estoy definitivamente al otro lado, / con los parias de siempre, / afilando el cuchillo¡±. Con estas l¨ªneas, pero escritas en caracteres ¨¢rabes, termina Juan sin Tierra, la novela que cierra la llamada trilog¨ªa de ?lvaro Mendiola, iniciada con Se?as de identidad y continuada con Don Juli¨¢n. Alguna vez se han publicado juntas bajo el t¨ªtulo de Tr¨ªptico del mal, pero Goytisolo aclara que se trat¨® de una decisi¨®n editorial. Lo que fue decisi¨®n suya fue podar en sus obras completas, publicadas por Galaxia Gutenberg/C¨ªrculo de Lectores, la ¡°carga te¨®rica¡± en esta novela, que defiende respecto a la moral dominante una rebeli¨®n sexual similar a la rebeli¨®n textual planteada por Don Juli¨¢n respecto al canon dominante. ¡°En los a?os sesenta¡±, recuerda su autor, ¡°le¨ªa m¨¢s a los formalistas rusos, el c¨ªrculo de Praga, Benveniste, ling¨¹¨ªstica¡ Lleg¨® un momento en que ten¨ªa que elegir entre seguir siendo un escritor-novelista o convertirme en un te¨®rico de la literatura. Y cort¨¦ con este tipo de lectura. Como dec¨ªa Proust en El tiempo recobrado: ¡°Una obra en la que hay teor¨ªas es como un objeto en el que se deja la etiqueta del precio¡±. Como sugiere su t¨ªtulo, Juan sin Tierra buscaba certificar la ¡°muerte¡± de Juan Goytisolo como escritor espa?ol. Al menos desde el punto de vista de las reglas dictadas por ¡°do?a Hakademia¡±.
LEER MARRAQUECH
? La mancha de lo perfecto. Para facilitar el primer contacto, la Guide Bleu aconseja subir al atardecer a la terraza florida de alg¨²n caf¨¦, cuando el sol incendia el paisaje urbano y es posible atalayar en su esplendor la ubicua improvisaci¨®n de su fiesta
Fodor propone, al rev¨¦s, una irrupci¨®n matinal por Bab Fteuh, a fin de captar muy a lo vivo el incre¨ªble bric-¨¤-brac de sus mercados
Nagel, Baedeker, Pol, m¨¢s precavidas, sugieren una aproximaci¨®n leve y discreta?: pillarla de flanco sin prevenci¨®n ni aparato, y dejarse arrastrar por el gent¨ªo hasta desembocar inopinadamente en ella couleur l¨®cale breakaway fascinaci¨®n
y sin embargo
como una ara?a, como un pulpo, como un ciempi¨¦s que se desliza y escurre, bulle, forcejea, elude el abrazo, veda la posesi¨®n
todas las gu¨ªas mienten
no hay por d¨®nde cogerla
Makbara (1980)
? En la plaza de Xema¨¢-el-Fn¨¢ de Marraquech, esa sobre la que las gu¨ªas ¡°mienten¡±, hay una placa enorme que certifica en varios idiomas su declaraci¨®n como patrimonio inmaterial de la humanidad. Mucho tuvo que ver en esa declaraci¨®n Juan Goytisolo, que presidi¨® durante a?os el comit¨¦ de selecci¨®n de la Unesco. ¡°Fue una manera de protegerla de la especu?laci¨®n inmobiliaria¡±, explica. ?l vive cerca de all¨ª, en una casa que compr¨® en 1981, ¡°cuando nadie quer¨ªa vivir en la Medina¡±. Un a?o antes hab¨ªa publicado Makbara (cementerio en ¨¢rabe), una novela dedicada ¡°a quienes la inspiraron y no la leer¨¢n¡±, es decir, a los habitantes de la ciudad ocre-rosada. Goytisolo lleg¨® a ella por primera vez en 1976 para aprender el ¨¢rabe dialectal: ¡°En T¨¢nger todo el mundo terminaba habl¨¢ndome en espa?ol. Aqu¨ª no, y yo dec¨ªa que no sab¨ªa franc¨¦s, pero s¨ª algo de ¨¢rabe¡±. Ahora se dirige en ese idioma a los vecinos que se encuentra por la calle o en el Cafe de France.
Si Don Juli¨¢n fue escrita bajo la advocaci¨®n de G¨®ngora, Makbara invoca al Arcipreste de Hita: ¡°Escuchando una de las historias que contaba un juglar de la plaza al que apodaban Cohete ¡ªera muy alto¡ª repar¨¦ en que en el Libro de Buen Amor hay una versi¨®n parecida. Frecuentar la plaza me ayud¨® a comprender la tradici¨®n espa?ola y en qu¨¦ contexto funcionaba la oralidad. Trat¨¦ de que eso estuviera en la novela, por eso siempre aconsejo, como para el resto de mis libros adultos, una lectura en voz alta, a veces incluso cambiado el tono: grave, ir¨®nico¡ Por ejemplo, en Paisajes despu¨¦s de la batalla¡±.
PAR?S MESTIZO
? Ni Stalin ni Trujillo ni Pol Pot: Bela Lugosi. La idea me vino al contemplar el culebr¨®n interminable que diariamente se formaba a lo largo de la acera de mi manzana durante el festival del Filme de Terror: millares y millares de personas, de todas edades y categor¨ªas socioprofesionales, aguardaban pacientemente, soportando los rigores de un tiempo ?desapacible y hosco, el instante exquisito de abonar el precio, bastante elevado por cierto, para introducirse en la sala archirrepleta, y pasar all¨ª una hora y pico de angustia y sobresalto, sudores fr¨ªos, palpitaciones y vuelcos del coraz¨®n, gemidos ahogados y a veces gritos de verdadero p¨¢nico, en un estado de febrilidad, casi de trance, s¨®lo comparable, por su intensidad y plenitud, al deliquio amoroso. Descubrimiento capital, incontrovertible, del que no tardar¨ªa en sacar provecho: aquel gent¨ªo anhelaba vivir en una atm¨®sfera de zozobra y espanto, estaba dispuesto a sufrir, a pagar por ello.
En consecuencia, desde mi ascensi¨®n al poder, he ajustado a dicha observaci¨®n mi conducta y gobierno, procurando al pueblo, a mi pueblo, de continuo y de balde, un ambiente y acci¨®n parecidos a los que antes, por pura frustraci¨®n, se ve¨ªan obligados a buscar en la penumbra y anonimato del cine: vivir en un estado de inquietud asfixiante, temblar cada vez que suena el timbre y no es la hora en que suele venir el lechero, bajar desprevenido la escalera y topar con la cabeza ensangrentada del vecino que hab¨ªa contra¨ªdo la necia costumbre de lamentarse y hablar mal de m¨ª; salir a la calle con el temor de que un coche oscuro, sin matr¨ªcu?la, frene junto a una persona inofensiva cualquiera y cuatro individuos enmascarados la empujen brutalmente al interior del veh¨ªcu?lo y desaparezcan con ella sin dejar rastro.
Paisajes despu¨¦s de la batalla (1982)
? Instalado en Par¨ªs desde 1956, Juan Goytisolo empez¨® a trabajar al a?o siguiente como asesor de la editorial Gallimard, donde conoci¨® a su futura esposa, Monique Lange. Con ella se instal¨® en la mestiza Rue Poissoni¨¨re, escenario de Paisajes despu¨¦s de la batalla, una novela fragmentaria, pol¨ªtica y loca, cargada de humor, que se abre cuando el protagonista, trasunto de Goytisolo, sale a la calle y se da cuenta de que no entiende las pintadas porque no est¨¢n en franc¨¦s, sino en turco: ¡°La experiencia de la emigraci¨®n que hab¨ªa conocido en la mili la reviv¨ª cuando me establec¨ª en Par¨ªs, en el Sentier, un barrio compuesto primitivamente por una mayor¨ªa de franceses de origen armenio y jud¨ªo que luego vivi¨® la llegada de oleadas de italianos y espa?oles. M¨¢s tarde aparecieron los ¨¢rabes y poco despu¨¦s, masivamente, los turcos tras el golpe militar en su pa¨ªs. Tambi¨¦n paquistan¨ªes e hind¨²es. Salir a la calle era, como en el libro de Cort¨¢zar, dar la vuelta al d¨ªa en ochenta mundos¡±. Las pintadas pod¨ªan decir, en turco, cosas como ¡®Viva la lucha de las masas populares del Per¨²¡¯. ?La raz¨®n? El apoyo a Sendero Luminoso de los trabajadores exiliados que se reun¨ªan en una asociaci¨®n a la que Goytisolo, que viv¨ªa a 200 metros, acud¨ªa cada tarde para aprender el idioma.
La novela est¨¢ llena de referencias a la alta y a la baja cultura ¡ª¡°?sabr¨¢n los j¨®venes de hoy qui¨¦n era Bela Lugosi?¡±¡ª y retrata un Par¨ªs ajeno a todo glamour. Tal retrato tuvo sus consecuencias: ¡°No era precisamente un barrio aristocr¨¢tico, no. En Estados Unidos e Inglaterra las cr¨ªticas fueron muy buenas; en Francia, no. La responsable de las p¨¢ginas literarias de Le Monde dijo de m¨ª: ¡®?Qui¨¦n se cree que es para hablar as¨ª de Par¨ªs?¡¯. Lo consideraron una ofensa porque los novelistas extranjeros hablaban del Barrio Latino o de Montmartre, pero no de los barrios poco elegantes¡±.
Para Goytisolo, el Sentier era un ejemplo de integraci¨®n quebrado por la ¡°expulsi¨®n¡± de los inmigrantes de origen musulm¨¢n hacia las afueras, hoy c¨¦lebres por las revueltas de 2005: ¡°Fue un fracaso de la Rep¨²blica respecto a la inmigraci¨®n. Hoy vas a los barrios de la banlieu, al norte de Par¨ªs, y notas la segregaci¨®n. A la especulaci¨®n inmobiliaria se sumaron los errores de Chirac. J¨®venes que se estaban integrando en el centro ¡ªconozco varios casos¡ª fueron desplazados a los arrabales. Volv¨ªan convertidos en peque?os delincuentes. Se crearon guetos. Muchos terminaron cayendo en el extremismo isl¨¢mico. Como no se les consideraba verdaderos franceses, trataron de convertirse en aut¨¦nticos musulmanes sin atender al discurso delirante al que estaban sometidos. El resultado est¨¢ en los atentados contra Charlie Hebdo y el supermercado jud¨ªo. Algo horroroso. Por eso mucha gente dijo ¡®Yo no soy Charlie, soy Ahmed¡±.
M?STICA Y MIEDO (AL SIDA)
? La agon¨ªa sanjuanista. pronto, r¨¢pido, ag¨¢rrate a la sombra huidiza del tiempo, coge tus deseos por el rabo, repasa con celo los recuerdos m¨¢s bellos, atesora im¨¢genes de cuerpos, rostros, miembros hermosos, instantes felices, afanes colmados, rememora la dichosa plenitud de tus versos y su lectura encendida en voz alta sin olvidar la sonrisa y figura de quienes te inspiraron, las notas del piano expresamente tocadas para ti, tus tormentos y goces de enamorado, apres¨²rate, no dispones de tiempo, el reloj de la mesilla de noche escurre sus ¨²ltimos granos de arena, frailes comisarios malsines enfermeras doctores parecen agitarse en torno al lecho con mascarillas y guantes protectores, todo ha sido breve, denso, apasionante y confuso como un sue?o, infancia estudios vocaci¨®n escritura beatitud ext¨¢tica, todo so?ado!, persecuciones encierro castigos manuscritos quemados, puro sue?o!, celda del convento procesi¨®n en jaulas soledad de amor herido en las alhamas, igualmente so?ados!, despierta de tu sue?o, penetra al punto en el que lo contiene, en el c¨ªrculo de materia incomp¨®sita que lo ci?e y abarca, tu vida ha sido recia, los raudales de luz que te deslumbran son fruto de la hiperestesia?, de una droga nueva y m¨¢s fuerte que tus veladores te han inyectado?, o has llegado al fin al Loto del T¨¦rmino y sus mansos r¨ªos?, recita, recita una vez m¨¢s los versos traducidos por Ben Sida, la pasi¨®n persevera y la uni¨®n se demora, el encuentro no llega y la paciencia se agota, si no hay posible amor contigo, prom¨¦telo al menos a mi esperanza y prol¨®ngala por m¨ª aunque no te propongas realizarla, un gesto tuyo desabrido me resulta infinitamente m¨¢s dulce que el s¨ª de un amante sol¨ªcito!
Las virtudes del p¨¢jaro solitario (1988)
? ¡°En 1985 contraje en Egipto una dolencia intestinal que no lograban curarme. Muchos amigos estaban muriendo de sida y yo llegu¨¦ a pensar que lo ten¨ªa. Algunos s¨ªntomas coincid¨ªan. En febrero de 1986 empec¨¦ a escribir Las virtudes del p¨¢jaro solitario. Me sali¨® de un tir¨®n. Hay libros que he ido escribiendo por fragmentos que luego he montado. Fue el caso de Se?as de identidad y de Paisajes despu¨¦s de la batalla. Don Juli¨¢n y Las virtudes los escrib¨ª de principio a fin, en estado febril casi¡±. As¨ª recuerda Juan Goytisolo la g¨¦nesis de un libro atravesado por la muerte y contrapunteado por la voz de San Juan de la Cruz, que en sus Dichos de luz y amor describi¨® las cinco condiciones del p¨¢jaro solitario: ¡°La primera, que se va a lo m¨¢s alto; la segunda, que no sufre compa?¨ªa, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente¡±.
A Goytisolo siempre le fascin¨® el hecho de que San Juan se tragara unas p¨¢ginas suyas antes de ser detenido. Los versos del poeta y las circunstancias de su detenci¨®n se mezclan en una novela de la que parti¨® Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez-Verd¨² para componer la ¨®pera El viaje a Simorgh. Se estren¨® en el Teatro Real de Madrid el 4 de mayo de 2007 con direcci¨®n musical de Jes¨²s L¨®pez Cobos y coreograf¨ªa de Cesc Gelabert. La direcci¨®n y la escenograf¨ªa corrieron a cargo de Frederic Amat. Pintor y escritor colaboraron tambi¨¦n en una edici¨®n ilustrada de novela.
La muerte
? Habla el demiurgo. "No hay grandes diferencias entre t¨² y yo. Aunque fuiste engendrado por una gotica de esperma y a m¨ª me fabricaron a golpe de especulaci¨®n y concilio, los dos tenemos lo primordial en com¨²n: la inexistencia. Somos quimeras o espectros so?ados por algo ajeno, ll¨¢malo azar, contingencia o capricho. T¨² naciste muerto y perteneces ya al reino de las sombras. Yo fui inventado a lo largo de milenios de querellas bizantinas y dejar¨¦ de existir el d¨ªa en que el ¨²ltimo de tus semejantes cese de creer en m¨ª. Cada uno de mis atributos o propiedades imaginarios fueron causa de disputas, enmiendas, precisiones, luchas mort¨ªferas. ?Soy Uno, soy Trino, soy Misericordioso? [¡] ?Por qu¨¦ Trino y no Cu¨¢druple? La madre de mi Hijo ?no reun¨ªa acaso los requisitos de una verdadera Deidad? Y, puestos a so?ar, yo, el So?ado, ?por qu¨¦ no ser¨ªa un Hex¨¢gono o, mejor a¨²n, un Decaedro de tantas caras y ¨¢ngulos como mandamientos esculpidos en las Tablas de la Ley que entregu¨¦ a Mois¨¦s? Me ve¨ªa a m¨ª mismo como un bloque cristalino y prism¨¢tico, como esos ojos de las moscas capaces de examinar los seres y cosas desde enfoques opuestos. Te confieso mi envidia a los dioses paganos: ten¨ªan competencias limitadas, pero viv¨ªan sin rebozo sus pasiones y odios, no se tomaban demasiado en serio, os ment¨ªan pero se dejaban sobornar y aplacar. A m¨ª, en cambio, me ved¨¢is el humor y la risa. Soy solemne como vuestros aut¨®cratas o Napole¨®n en el d¨ªa de su coronaci¨®n. [¡]".
Tel¨®n de boca (2003)
? Juan Goytisolo se instal¨® definitivamente en Marraquech en 1997, donde vive con su "tribu", la familia de su amigo Abdelhadi. Un a?o antes hab¨ªa muerto su mujer, Monique Lange, que en la novela Casetas de ba?o narra el modo en que encaj¨® la homosexualidad de su marido. Encima de la tele, en casa de Goytisolo, hay una foto de Lange y su figura, su ausencia, atraviesa Tel¨®n de boca, un lamento con tres personajes: el narrador, Ella y el demiurgo, Mefisto, que se hace pasar por Dios. Cuando se public¨® en 2003, el escritor anunci¨® que con esa novela cerraba su obra aunque en 2008 public¨® El exiliado de aqu¨ª y all¨¢, una secuela de Paisajes despu¨¦s de la batalla. El resto han sido art¨ªculos y ensayos, alg¨²n poema. Eso s¨ª, acaba de entregar a su agente, Carmen Balcells, un libro "sobre asuntos sociales y personales", dice escuetamente. Ha dado orden de que solo se publique 20 a?os despu¨¦s de su muerte.
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