Macondo, un estado de ¨¢nimo
La Feria del Libro de Bogot¨¢ le rinde homenaje al universo imaginario de Garc¨ªa M¨¢rquez
Mar¨ªa Galindo, su hija y sus cuatro nietos se han colado en Macondo. Sus nombres no estaban en la lista de invitados ilustres que llegaron en estampida, y por primera vez, a los 3.000 metros cuadrados que desde ayer y por 14 d¨ªas alojar¨¢n la comarca imaginaria que cre¨® Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. ¡°Lo logramos¡±, dice triunfal esta mujer mientras avanza por un t¨²nel cuyas paredes son agua, selva, r¨ªo, y de nuevo, agua, selva y r¨ªo del Caribe colombiano. Todo en movimiento.
As¨ª comienza el relato de este Macondo real instalado en Bogot¨¢ y en donde no hay ni una sola mariposa amarilla. ¡°Ese hubiera sido el lugar com¨²n¡±, dice Jaime Abello, director de la Fundaci¨®n de Nuevo Periodismo que cre¨® el Nobel y uno de los curadores de la muestra. A su lado, un hombre se asoma por la ventana de una estructura circular de madera, en cuyo centro hay una enorme planta de guineo multiplicada en un juego de espejos. El que haya le¨ªdo Cien a?os de soledad sabr¨¢ de la masacre de las bananeras. El que no, podr¨¢ imaginarla. Ayudan a entenderla, 80 fotogramas que se ven a trav¨¦s de peque?os visores.
Tambi¨¦n hay frases como esta: "No hab¨ªa un espacio libre en el vag¨®n, salvo el corredor central. Deb¨ªan de haber pasado varias horas despu¨¦s de la masacre, porque los cad¨¢veres ten¨ªan la misma temperatura del yeso en oto?o".
Y un reguero de palabras: champa?a, miedo, 17 hijos varones, tumtum, Dios, Aureliano Buend¨ªa.
Gabo defin¨ªa a Macondo, que era su natal Aracataca, pero tambi¨¦n el Caribe, Colombia y Am¨¦rica Latina, como un estado de ¨¢nimo que permite ver lo que se quiere ver. Ahora, en este Macondo alejado del tr¨®pico y enclavado en medio del cemento, parece cumplirse su palabra. Uno de los nietos de Mar¨ªa se para frente a una tableta y clickea para tomarse una foto que termina proyectada en una gran pantalla. Se trata de una instalaci¨®n interactiva, un invento dir¨ªa Gabo, dise?ado por el artista Andr¨¦s Burbano. El nombre: macondo.net.co. El objetivo: que los visitantes elijan las fotograf¨ªas que representan su propio Macondo.
All¨ª tambi¨¦n est¨¢ la ministra de Cultura, Mariana Garc¨¦s, quien reconoce que hacer real lo irreal, as¨ª Macondo sea un territorio tan universal, es una apuesta arriesgada. M¨¢s cuando cada lector tiene su propia idea de este m¨ªtico mundo. ¡°Esperamos y aspiramos a no desilusionar. Queremos que la gente se divierta y que al final del recorrido quiera leer las obras de Gabo¡±.
Gabo defin¨ªa a Macondo como un estado de ¨¢nimo que permite ver lo que se quiere ver
Hablar de Gabo, leer a Gabo. Para eso est¨¢ la gallera, ese espacio tan garciamarquiano que en el Macondo de la fr¨ªa Bogot¨¢ se alza en medio de toda la comarca. El mismo donde ¡°Jos¨¦ Arcadio Buend¨ªa, sereno, recogi¨® su gallo. ¡°Vuelvo enseguida¡±, dijo a todos. Y luego, a Prudencio Aguilar: ¡°Y t¨², anda a tu casa y ¨¢rmate, porque te voy a matar¡±. Un lugar que congreg¨® en la noche del martes a 100 ni?os que recordaron al Nobel cantando cumbia, vallenato y chand¨¦. Afuera, los visitantes, en medio de la penumbra, se dispersaron para saber de los viajes del escritor colombiano. De esa visita a Cartagena y Aracataca para celebrar sus 80 a?os, o del ya c¨¦lebre viaje a Estocolmo, para recibir el Nobel. M¨¦xico-Cartagena. M¨¦xico-Cuba. M¨¦xico-Los ?ngeles.
Otros optaron por meterse bajo unas enormes bocinas para escuchar voces que hablan de las guerras pasadas. O acercarse a un gran domo en el que se proyectan las sombras de los inventos que todos los a?os daban a conocer los gitanos. All¨ª est¨¢n el im¨¢n, la lupa y el cintur¨®n de castidad, el fusil, el tel¨¦grafo, el daguerrotipo y un payaso tamborilero.
¡°Alimenta Macondo¡±, dice Mar¨ªa, la mujer que se col¨® con sus nietos. A su lado est¨¢ Gabriel, de siete a?os, quien seg¨²n cuenta su abuela, seis d¨ªas despu¨¦s de que Garc¨ªa M¨¢rquez muriera, result¨® ganador de un concurso de literatura llamado Que la violencia no te pegue. Como a¨²n no sab¨ªa escribir, Gabriel particip¨® con un dibujo.
¡ª?Qu¨¦ era?
¡ªUn monstruo con un cerdito que le regalaba su coraz¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.