La tentaci¨®n
Houellebecq nos enfrenta a algo m¨¢s que nuestra imagen en el espejo: al deseo irreconocible de aceptar lo injusto si es ¨²til
Al principio parecen las trompetas de Jeric¨®. Pero al final solo son violines desafinados tocando de o¨ªdo. Bronca medi¨¢tica, libro, entrevista, tocata y fuga: un buen souffl¨¦. Para algunos, en su punto. Para otros, siempre demasiado amargo. Banal, pol¨¦mico, fatuo, l¨²cido o valiente. Pero todos hablan y muchos de ellos compran. Y es que dentro del souffl¨¦ hay un libro, y dentro del libro, un autor con m¨¢s hechuras de escritor de las que parece. Houellebecq es como escribe. Lo tomas o lo dejas.
Sin su talento, olfato y esa artesanal y personal¨ªsima manera de urdir su mecano intelectual de tesis, ficci¨®n, autobiograf¨ªa, burla, sexo robotizado, suicidio houdinesco y nihilismo hedonista, Houllebecq no nos hubiera aguantado ni un combate. Pero ah¨ª sigue. Marcando el paso. Generando debate porque, en su manera de exponer lo feo y no ceder a la tentaci¨®n literaria de crear belleza de lo vertedero, nos enfrenta a algo m¨¢s doloroso que la imagen en el espejo. Levanta el velo a todas esas verdades que damos como correctas y ciertas y que son solo construcciones voluntariosas, intelectuales, quim¨¦ricas que no nos hemos tomado la molestia de analizar o ver la profundidad de sus fundamentos. Castillos de naipes que en cuanto llega el lobo ¡ªviolencia¡ª o un simple perro malcarado ¡ªcrisis¡ª se nos derrumban al primer soplido. Europa ha hecho de la mala conciencia su ¨²nica ¨¦tica. Y, al igual que sus ciudadanos, es profundamente conservadora. Queremos una cosa durante todo el d¨ªa, pero por la noche, al irnos a dormir, rogamos que los otros limpien las calles de mendigos, no les dejen saltar nuestras verjas y Estados Unidos siga creyendo que Dios est¨¢ de su lado. Eso es lo que nos escupe Houellebecq, un moralista que espera algo de un queso o un polvo, pero nada del ser humano.
En un momento dado alguien apaga la luz. Cuando saca el sexo de pago como Almod¨®var a su madre en sus pel¨ªculas
Las trompetas vendieron islamofobia con Sumisi¨®n, pero a menos que tengas la piel fina la rabia no deber¨ªa pasar de enojo. Porque el espantap¨¢jaros es Francia, Europa, esta sociedad decadente, escler¨®tica, laicista que ¡ªpara Houellebecq¡ª ha ido matando a Dios, el eros, la violencia, ideales y quimeras, masculinidad, alergias y sarpullidos adolescentes para convertirse en el t¨ªo solter¨®n inofensivo al que nadie va a ver y del que uno espera que le deje en herencia el piso del Centro. A Houllebecq no le importan los valores ilustrados si no hacen llegar los trenes puntuales. ?Si lo injusto (el patriarcado, las mujeres hogare?as, el matrimonio concertado como negocio patrimonial fiable) funciona para qu¨¦ empe?arse en hacerlo justo si eso lo convierte en inservible? ?Qu¨¦ ser¨ªamos capaces de entregar a cambio de menos paro, menos delincuencia, m¨¢s placer y m¨¢s orden? M¨¢s de lo que nos atrevemos a reconocer.
En Sumisi¨®n la novela de tesis se transforma en novela de hip¨®tesis. En una Francia muy pr¨®xima ¡ªque de hecho es la de ahora y la de pasado ma?ana¡ª, las elecciones presidenciales demuestran el fin del bipartidismo tradicional. As¨ª, el pulso queda entre el Frente Nacional de Marine Le Pen y un partido islamista moderado, que tiene a un l¨ªder inteligente y carism¨¢tico, Mohammed Ben Abbes. Estamos a punto de ver qu¨¦ sucede, pero el desenlace prev¨¦ una alianza contra Le Pen que llevar¨¢ al gobierno a Ben Abbes de la mano de la izquierda atrapada en Jard¨ªn de la Infancia Jean-Jacques Rousseau.
Como novela, Sumisi¨®n tiene unas ciento y pico primeras p¨¢ginas soberbias, en las que Houllebecq demuestra inteligencia y talento al manejar materiales peligrosos que en manos de otros escritores solo generar¨ªan panfleto, tesis sci-fi, una arquet¨ªpica puesta en escena de miedos y clich¨¦s simb¨®licos. En esa primera mitad del libro, Houellebecq tiene el acierto de convocarnos a su hip¨®tesis planteando no lapidaciones y la quema del Louvre, sino un tablero posible, veros¨ªmil, casi tentador por aparentemente inofensivo. La visi¨®n de Ben Abbes no es sino la Europa de Augusto. A velocidad de crucero, el autor introduce clima y ritmo de thriller preapo?cal¨ªptico, en el advenimiento del fin del mundo tal y como lo conocimos.
El protagonista, Fran?ois, es un profesor especialista en un escritor del siglo XIX, Huysmans. Fran?ois es un tipo con una vida personal abocada a una soledad desamparada y con un futuro acad¨¦mico asegurado pero sin prestigio ni vanidades. Es un hombre, una sociedad enfrentada a su postrer deterioro despu¨¦s de que el laicismo haya dinamitado la idea tradicional de familia, colectividad y reba?o. Algo que tambi¨¦n desprecia Fran?ois, pero no acierta a encontrar las ventajas de aquella demolici¨®n. Es necesaria una transfusi¨®n. Sangre nueva. Un Dios preilustrado, sentido y no explicado.
Sin embargo, en un momento dado, alguien apaga las luces de Maison Houellebecq. Suele sucedernos con ¨¦l. Como si el autor ya hubiese dado por acabada la novela antes de terminarla. Como que se aburra de ella, del esfuerzo a¨²n exigible y ya est¨¢ pensando en la siguiente o en pedir sushi a domicilio. Es cuando Houellebecq coloca su dosis de sexo previo tarjeta de cr¨¦dito, que ya parece como cuando Almod¨®var saca a su madre en sus pel¨ªculas. Es cuando nos coloca la tesis o las lecturas con los grumos del pur¨¦ olvidando que ha sido la fuerza de la ficci¨®n la que nos ha llevado hasta all¨ª y no el discutible ensayo subyacente.
Sumisi¨®n remonta algo al final, pero llega algo deshilachada y desangr¨¢ndose demasiado r¨¢pido para la enjundia exhibida al principio. Y ciertamente la iron¨ªa de que la sumisi¨®n, el armisticio, la derrota sea entregando valores que sin lo trascendente no tienen sentido a cambio de m¨¢s petrod¨®lares para las instituciones acad¨¦micas, buenas jubilaciones y la guinda de la poligamia para una sociedad en que lo masculino se ha visto escondido por vergonzante en el cuarto de los hu¨¦spedes puede parecer infantil y est¨²pido. Quiz¨¢. Pero solo basta con ver qui¨¦n reza en las camisetas de los grandes de f¨²tbol o de qu¨¦ ser¨ªamos capaces a cambio de no acabar tu vida entre pa?ales cambiados por gente que no es de tu clan.
Sumisi¨®n. Michel Houellebecq. Traducci¨®n de Joan Riambau. Anagrama. Barcelona, 2015. 285 p¨¢ginas. 19,90 euros (digital: 9,99).
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