?Acabar¨¢ internet con nuestra memoria?
La totalidad de nuestros recuerdos se encuentra a nuestra disposici¨®n y podemos convocarla a voluntad. Se puede llevar todo el pasado a cuestas, a un golpe de tecla
Eternidad remasterizada
Por Manuel Cruz
Lo bueno de no tener memoria es que todo viene de nuevas. Le suced¨ªa, por poner un caso extremo, al protagonista de la pel¨ªcula Memento, incapaz de tener el menor recuerdo, pero en su caso ello representaba un problema, porque cuando ¨¦l volv¨ªa a empezar desde cero (lo que suced¨ªa a cada instante), el resto del mundo ya estaba de vuelta. Pero el asunto adquiere una nueva dimensi¨®n cuando los desmemoriados empiezan a ser legi¨®n, y vagan por el mundo como zombis asombrados ante todo cuanto existe, perplejos ante tanta novedad, convencidos de que fundan lo real a cada instante con su mirada, de que cada nueva cosa que descubren son ellos quienes la acaban de inventar. Ya no es necesario hoy hacer memoria ¡ªsignificativa expresi¨®n, ciertamente, que explicita la condici¨®n de pr¨¢ctica que tiene el recuerdo¡ª porque la memoria nos viene hecha. O, mejor dicho, la totalidad de nuestros recuerdos se encuentra a nuestra disposici¨®n y podemos convocarla a voluntad. Para los j¨®venes eso se ha generalizado y, en cierto sentido, pueden llevar permanentemente todo su pasado a cuestas si lo desean. Basta con un golpe de tecla, con pulsar el intro sobre la p¨¢gina adecuada. Eso puede tener un lado bueno, un lado malo y, finalmente, otro peor.
El asunto adquiere una nueva dimensi¨®n cuando los desmemoriados empiezan a ser legi¨®n, y vagan por el mundo como zombis"
El bueno es que ya no cabe la coartada de la mitificaci¨®n del pasado como un territorio perdido a nuestro pesar, porque ahora solo se pierde lo que uno de verdad desea abandonar, sin que mantenga su validez el viejo argumento de que era la vida o el mundo los que acaban dispers¨¢ndonos a todos o haci¨¦ndonos olvidar nuestras mejores experiencias. Hoy, cualquiera puede quedar conectado con todos los viejos compa?eros del instituto: basta con que lo desee. El que se desentiende de su pasado ha de argumentar, por ejemplo, que ha cambiado mucho y ya no tiene nada que ver con quien era en esa primera juventud. El lado malo es que, con esta absoluta disponibilidad ¡ªque va mucho m¨¢s all¨¢ de la reproductibilidad t¨¦cnica benjaminiana para ser reproductibilidad a voluntad¡ª, el pasado pierde los peque?os restos de aura que pudieran quedarle.?
Pero el lado peor de todo esto viene constituido por el enorme malentendido que dicha disponibilidad genera. Porque volver a ver aquellas im¨¢genes del pasado no garantiza que nos vuelvan a conmover o a aterrar como lo hicieron entonces. Dichas sensaciones eran las que conservaba, como oro en pa?o, la memoria. Lo que hoy recuperamos merced a la tecnolog¨ªa es el referente material, pero no la experiencia que tuvimos porque quien se relaciona con dicho referente ya no es aquel adolescente o aquel ni?o, sino alguien radicalmente distinto en todos los sentidos. Si hoy las mismas im¨¢genes nos dejan fr¨ªos o nos hacen sentir raros no es por causa de la memoria misma, sino porque en alg¨²n momento tuvimos la desafortunada idea de crecer, y nuestra mirada y nuestro coraz¨®n han cambiado. Aquellas sensaciones eran verdad. La mentira es intentar que sigan teniendo realidad tal cual en nuestro presente. Moraleja: no intente servirse de Internet para volver a vivir lo que ya vivi¨® una vez. Acabar¨¢ arruinando hasta sus propios recuerdos.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona.
Mercado de recuerdos
Por Alicia Garc¨ªa Ruiz
Al principio fueron los objetos. Luego le toc¨® el turno a los recuerdos. El primer marxismo entendi¨® como cosificaci¨®n el proceso por el que el sistema de objetos, en lugar de acompa?arnos, se presenta bajo la m¨¢scara amable de la propiedad: cercanos, m¨ªos por fin. Pero en realidad hay en ellos algo raro, la extra?eza inquietante de lo que retorna cambiado. Son objetos ajenos, disfrazados de naturalidad, pero pertenecientes a una cadena de procesos y significados mec¨¢nicos en la que acabamos como eslabones. El futuro de nuestros recuerdos parece sellado por un destino similar: colocados frente a nosotros, en dispositivos externos de memoria, nos miran desde pantallas en flujo perpetuo, haci¨¦ndonos sentir inc¨®modos ante ellos. ¡°?Soy yo el de aquella fotograf¨ªa?¡±. ¡°?De veras escrib¨ª aquello?¡±.
La resistencia a estos procesos no pasar¨¢ por el retorno a un mundo sin flujo de im¨¢genes y memorias, sino a una relaci¨®n distinta con ¨¦l"
Es ir¨®nico que a principios del siglo pasado una de las primeras casas discogr¨¢ficas adoptase como logotipo la figura del ¡°¨¢ngel registrador¡±, que diariamente graba en piedra las acciones, palabras y pensamientos de los hombres para ser ponderadas en el Juicio Final. El custodio de Angel Records, nombre de la discogr¨¢fica, esculp¨ªa en un disco de pizarra. Las redes sociales se asemejan a una versi¨®n profana de ese mito: de la pizarra al vinilo, del vinilo al bit. Todo queda registrado irreversiblemente y a la vez todo retorna como un extra?o visitante. La fantasmagor¨ªa de la mercanc¨ªa ha alcanzado tambi¨¦n a los recuerdos, a la memoria en general. No son evocaciones hechas para perdurar, sino para circular interminablemente y ser exhibidas, escudri?adas, juzgadas. Confiamos a estos dispositivos la gesti¨®n de nuestros recuerdos y nos desligamos de una capacidad activa de memoria. Como ¨²ltima novedad, Facebook ofrece ahora efem¨¦rides sin que el usuario las solicite (¡°?Qu¨¦ hac¨ªas tal d¨ªa como hoy?¡±).
La resistencia a estos procesos no pasar¨¢ por el retorno a un mundo sin flujo de im¨¢genes y memorias, sino a una relaci¨®n distinta con ¨¦l. No s¨®lo har¨¢ falta abstenerse de regalar informaci¨®n, sino construir algo diferente con su abundancia. Es lo que Benjamin o Kracauer intuyeron en la figura del coleccionista o del historiador como personajes que vagan espectralmente por la antesala de la historia, el presente. Entre el naufragio de objetos e im¨¢genes, el tr¨¢fago de experiencias y recuerdos, los coleccionistas recogen peque?os restos, aquellos que nadie quiere y los refuncionalizan, rescat¨¢ndolos para otro fin. Al liberarlos de su esclavitud funcional, cuenta Benjamin, son despertados para un nuevo uso, abren una nueva ¨¦poca. No se trata de una creaci¨®n ex nihilo, sino de lo que Kracauer llam¨® una ¡°utop¨ªa preservadora¡±, que rescata del olvido fragmentos de vida en espera de redenci¨®n. ?Qu¨¦ salvar del olvido y qu¨¦ olvidar? Probablemente Rilke ten¨ªa raz¨®n en que todo ¨¢ngel es terrible. El registro es un severo daimon que nos fuerza a decidir incluso cuando parece que ya deciden todo por nosotros. Pero tambi¨¦n hay heraldos portadores de utop¨ªas realizables. ?ngel Gonz¨¢lez no promet¨ªa amor eterno, sino sobrevivirse a s¨ª mismo: ser yo cuando ya no sea yo.
Alicia Garc¨ªa Ruiz es investigadora de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona.
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