Salvando la literatura filipina en espa?ol
En el margen de los m¨¢rgenes acad¨¦micos, reflota esta rara avis de la cultura hispana, plagada de autores quijotescos y al borde la desaparici¨®n
La hispanofilipina es quiz¨¢s la mayor rara avis de la literatura en la lengua cervantina. Puede resultar m¨¢s dif¨ªcil encontrar estudios centrados en ella que sobre la literatura escrita en espa?ol en Guinea Ecuatorial, otra rareza de la cultura hispana. Hasta hace poco ha habitado en microfilmes o en p¨¢ginas castigadas por el moho y la humedad de Filipinas, archipi¨¦lago colonizado durante m¨¢s de tres siglos por los espa?oles. Parad¨®jica, salpicada de autores de perfiles quijotescos, cogida a contrapi¨¦ por la historia, entre sus l¨ªneas aparecen rastros de un mundo desaparecido o a un tris de hacerlo y que, sin embargo, todav¨ªa mantiene, apenas inaudibles, sus constantes vitales.
¡°Muchos libros no han sido ni publicados y otros est¨¢n mecanografiados y han ido deterior¨¢ndose por el calor y la humedad. Su conservaci¨®n es bastante precaria y me temo que muchos han desaparecido¡±, cuenta Roc¨ªo Ortu?o Casanova, profesora lectora en la Universidad de Manila y responsable de recopilar las obras de al menos una treintena de novelistas filipinos que escogieron el espa?ol como lengua para expresar sus ideas y construir una nueva identidad nacional precisamente.
Los textos de estos novelistas y otros muchos sobre viajes o an¨¢lisis acad¨¦micos de este periodo colonial reaparecen para estudiosos y curiosos en la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, dependiente de la Universidad de Alicante y el Banco Santander. ¡°Ha sido como ir contrarreloj, los pocos que nos dedicamos a esto creo que pensamos lo mismo: m¨¢s que un estudio es un rescate. Si no lo hacemos ahora en 10 o 20 a?os no sabemos si seguir¨¢n aqu¨ª¡±, dice v¨ªa skype desde este pa¨ªs de paisajes paradisiacos, tifones y terremotos.
La ense?anza de las letras hispanofilipinas brilla por su ausencia en el mundo, si acaso peque?os destellos en universidades tan inesperadas como la de Hawaii o Georgetown (EEUU). Ni siquiera se estudia en Espa?a, donde las aproximaciones a Filipinas son hist¨®ricas o culturales, rara vez desde las letras. Y en su propio pa¨ªs, el ¨²nico escritor en espa?ol estudiado es Jos¨¦ Rizal (1861-1896), cirujano oftalm¨®logo y padre literario del nacionalismo que inspir¨® a esta joven naci¨®n asi¨¢tica. La pega es que se estudia en ingl¨¦s o en tagalo y, generalmente, por su aspecto nacionalista.
Tuvieron que pasar pr¨¢cticamente m¨¢s de 300 a?os desde que arribaran a Filipinas los primeros soldados espa?oles, acompa?ados de unos pocos agustinos, para que un nativo gestara en espa?ol una novela bajo los c¨¢nones establecidos. La primera fue Ninay, escrita en Madrid en 1885, de Pedro Alejandro Paterno, todo un emprendedor pues lleg¨® a fundar cinco peri¨®dicos. Aunque la novela hispanofilipina por antonomasia es Noli me tangere (No me toques), de Rizal. Escrita en Alemania y prohibida durante d¨¦cadas en Filipinas.
La literatura hispanofilipina es en s¨ª un conglomerado de paradojas. Su ¨¦poca dorada coincide pr¨¢cticamente con el final del moribundo Imperio espa?ol en Filipinas (1898), incapaz de gestionar las reivindicaciones de libertad de una colonia que quiso ser provincia y el empuje del nuevo imperio naciente, EEUU. La llegada del ingl¨¦s no fue bien recibida por las clases ilustradas, hispan¨®filas y acostumbradas a enviar a sus hijos a estudiar a Madrid o Barcelona.
Varios de ellos fundaron con Rizal el peri¨®dico Solidaridad, editado en Madrid y Barcelona. Fueron periodistas, profesores, pol¨ªticos y estadistas que se expresaron en la lengua en la que se instruyeron dando forma al nacionalismo filipino con, por ejemplo, escritos tan sorprendentes como una oda en castellano al tagalo (La lengua del terru?o, de Claro Recto). ¡°Son hombres que dan nombre a muchos parques, a calles, est¨¢n en la historia del pa¨ªs, pero nadie les lee¡±, confiesa Ortu?o.
Las novelas trataron de amores exaltados, injusticias, de amor a la metr¨®polis y tambi¨¦n a una nueva identidad. Fueron tiempos que desde la distancia hist¨®rica resultan un tanto confusos por contradictorios, especialmente al observar figuras como la del propio Paterno, personaje estrafalario, siempre entre los espa?oles y los filipinos rebeldes, estando a favor de todos y de ninguno; Jos¨¦ Rizal, leal a Espa?a pero ejecutado por ella; o la de Isabelo de los Reyes, padre del obrerismo filipino y al mismo tiempo ide¨®logo de la Iglesia Filipina Independiente. Echar un vistazo a su p¨¢gina web permite observar reminiscencias de aquella ¨¦poca: todos los textos est¨¢n escritos en ingl¨¦s, salvo por el nombre del culto y el del cargo sumo, el obispo m¨¢ximo, nunca the supreme bishop.
El paso de la historia no dio tregua al espa?ol en Filipinas, como quiz¨¢s pens¨® Claro Recto, quien fuera presidente de la Real Academia del Espa?ol en Filipinas y, posteriormente, presentara ante el propio Franklin D.Roosvelt, presidente de EEUU, la reci¨¦n parida constituci¨®n del pa¨ªs. Antonio Abad, public¨® la ¨²ltima novela que se conoce en espa?ol, La vida secreta de Daniel Espe?a (1960). Cierra una edad de oro que empez¨® a languidecer tras la Segunda Guerra. Abad es un claro ejemplo del devenir del pa¨ªs a lo largo del siglo XX. Su hijo, Germino Abad, tambi¨¦n escritor, ocupa el despacho frente al de Ortu?o en la Universidad de Filipinas. ¡°No habla ni una palabra de espa?ol¡±, dice la profesora.
Empero, en algunos lugares todav¨ªa se escucha la sarswela, que no es otra cosa que la zarzuela en tagalo. O los villancicos, que suenan a navidades hispanas, y los kundimanes, poemas tagalos o en espa?ol con una m¨²sica que sigue los c¨¢nones de las habaneras. Tesis como la del arabista Isaac Donoso rescatan autores como Guillermo G¨®mez Rivera, distinguido como pr¨ªncipe de los poetas Ilonggas (una et, o Edmundo Farol¨¢n Romero, parte de una troica gido en los a?os 70 del pasado siglo y del que todav¨ªa sobreviven. En 2011, tras una larga estancia en manicomios y lustros sin escribir, muri¨® Federico Espino Licsi, el tercer miembro de esta troica. ¡°Son unos locos rom¨¢nticos¡±, remata Ortu?o, ¡°porque en Filipinas nadie les lee¡±.
La leyenda negra del espa?ol
Con la ocupaci¨®n de EEUU del archipi¨¦lago, se extendi¨® la idea de que los colonos despreciaron a los nativos y les ocultaron el saber occidental. Sin embargo, trabajos recientes como los del bibliotecario del Instituto Cervantes de Manila, Carlos Valmaseda, desmienten esta supuesta leyenda negra. En la v¨ªspera de la independencia filipina de Espa?a, hab¨ªa unas 2.500 escuelas. El poeta filipino Guillermo G¨®mez Rivera dej¨® constancia en 2009 de los intentos de la escuela americana por denigrar el uso del espa?ol, calificado de esnob al ser lengua vehicular de la clase alta.
Sin embargo, el espa?ol era una lengua m¨¢s dentro del marem¨¢gnum de idiomas isle?os distribuidos por las m¨¢s de 7.000 islas filipinas, llevaba 300 a?os sonando en Asia. Al contrario que en Am¨¦rica, la colonizaci¨®n ling¨¹¨ªstica de Filipinas no fue invasiva. El ling¨¹ista Hans-J?rg Dohla, en un art¨ªculo publicado recientemente en la revista Perro Berde (sic) -editada en Manila en espa?ol, ingl¨¦s y tagalo-, defiende que los religiosos espa?oles ayudaron a dignificar las lenguas nativas: la imprenta lleg¨® a Filipinas antes que a algunos pa¨ªses latinoamericanos y se publicaron 125 gram¨¢ticas de idiomas locales.
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