Bienvenidos a la fauna de Cannes
Gente, ritos y misterios del festival de cine m¨¢s grande del mundo


El festival de Cannes no es solo cine, el festival de Cannes es, ante todo, gente. Ritos. Gritos. Una fauna que repite a?o tras a?o sus movimientos. Cuando uno entra por primera vez a este mundillo se asombra ante acontecimientos que al cabo del tiempo absorbe en el d¨ªa a d¨ªa. A falta de jornada y media para acabar con la 68? edici¨®n, es momento de detenerse en los cl¨¢sicos.
- ¡°S¡¯il vous pla?t, one invitation¡±. A la puerta del Palais se agolpan cada d¨ªa decenas de personas pidiendo una invitaci¨®n, porque en este festival casi no se venden entradas al p¨²blico en general. Suelen llevar carteles en los que ponen la pel¨ªcula a la que desean acceder, e incluso algunos lo hacen con un iPad. ?Funciona? Pues parece que s¨ª. Un chaval que se pone todos los d¨ªas vestido de smoking lo confirma: ¡°Yo vivo en Cannes y me encanta el cine. Este a?o ya he visto la de Woody Allen, un par de francesas a competici¨®n, y Del rev¨¦s (Inside out)¡±. ?El truco? ¡°Ponerte a media tarde bien vestido. Mucha gente sale del mercado o de pases previos cansados y deciden irse a cenar. Y entonces te regalan su invitaci¨®n. Es importante el smoking porque no desentonas en la alfombra roja y porque quien te da su entrada sabe que no llamar¨¢s la atenci¨®n en el patio de butacas¡±. Efectivamente, espiada la puerta del Palais (¨²nica para prensa y asistentes al mercado), el periodista acaba descubriendo que algunas parejas cambian de opini¨®n, deciden irse de cena y ofrecen sus invitaciones para alegr¨ªa de los carteleros.
- ¡°???Raoul!!!¡±. La mayor parte de la industria no entender¨¢ esta expresi¨®n, pero la prensa s¨ª. En los pases para los medios acreditados, principalmente en el de las 8.30 de la ma?ana en el gigantesco Grand Th¨¦?tre Lumi¨¨re, con capacidad para 2.300 personas, suele ocurrir lo mismo. Tras dos avisos de apagar el m¨®vil, se van abriendo las cortinillas mientras empieza el anuncio del festival. Con un fondo musical de arpa y violines, se ven unos escalones con alfombra roja que van asciendo desde el fondo de mar, salen a la superficie y siguen hasta el cielo. All¨ª aparece el logotipo del certamen, una hoja de palmera y el letrero de Festival de Cannes. Y en ese momento se oye desde el anfiteatro un grito desgarrados: ¡°?????Raoul!!!!!¡±, que provoca risas en unos y el cabreo en otros. Durante a?os era la misma voz. Pero el creador de la expresi¨®n lleva tres ediciones sin aparecer (o se ha callado) y ahora varios herederos lo sustituyen. En esta edici¨®n ha surgido una variaci¨®n: cuando aparece al inicio de algunas pel¨ªculas el logotipo de la productora The Weinstein Company, alguien suelta: ¡°?Harvey!¡±, en referencia a su copropietario.
- Llueve, aparecen los vendedores chinos. Otro cl¨¢sico del festival. En cuanto caen un par de gotas, un ej¨¦rcito de vendedores chinos de paraguas brota de las aceras ¨Cno hay manera de descubrir de d¨®nde salen- y ofrecen su g¨¦nero. Por cinco o diez euros un paraguas que se romper¨¢ a la segunda vez que se pliegue. Por 25 euros, otro que puede ¨Csolo puede- que aguante todo el certamen. Y s¨ª, hacen negocio.
- ?¡°D¨¦sol¨¦¡±. Aunque la traducci¨®n correcta seria ¡°disc¨²lpame¡± o ¡®lo siento¡±, en Cannes, dicho por un empleado del festival significa: ¡°No, he dicho que no, no voy a escucharte y ni me hables¡±. En las peores situaciones sueltan el d¨¦sol¨¦ y provocan un estallido de c¨®lera en el interlocutor. Dos ejemplos de normas bastante restrictivas y sin sentido. Cuando se entra en el Palais, sea la puerta que sea, primero una pistola l¨¢ser lee el c¨®digo de barras de la acreditaci¨®n, despu¨¦s otro empleado pasa un detector de metales manual alrededor del visitante y finalmente se ense?a en una mesa el bolso o la mochila (este orden de hechos var¨ªa seg¨²n la puerta elegida). Tras el atentado a la redacci¨®n de Charlie Hebdo, la seguridad se ha multiplicado. Y la prioridad es no dejar pasar alimentos contundentes o botellas de agua. ?Por qu¨¦? ¡°No queremos que usted las arroje a las pantallas¡±. Pero si dentro del recinto hay un bar y dos puestos de San Pellegrino donde cualquiera puede recoger una lata o una botella y tirarla en el cine. ¡°D¨¦sol¨¦¡±. Segundo ejemplo. Hace tres a?os a un periodista espa?ol se le cay¨® su acreditaci¨®n dentro de una sala. A la salida de la proyecci¨®n, y justo en la puerta descubre que al final del colgante no hay nada. Con un pie en la calle, se gira y el empleado del umbral le para: ¡°D¨¦sol¨¦¡±. No vali¨® ning¨²n tipo de explicaci¨®n: vengo del cine, estoy entre el p¨²blico que sale, debo recuperar la acreditaci¨®n, usted ha visto de d¨®nde vengo y tengo incluso un pie dentro. ¡°D¨¦sol¨¦¡±. Por suerte, otros periodistas compatriotas iban 10 metros atr¨¢s y antes de salir volvieron a la sala donde efectivamente en el suelo estaba la acreditaci¨®n. Mostrada al empleado puntilloso, solo tuvo una palabra ante ello: ¡°D¨¦sol¨¦¡±. En el festival de Cannes, que cuenta con un presupuesto de 20 millones de euros, trabajan m¨¢s de 200 personas.
- ?Cu¨¢ntas pel¨ªculas se pueden ver en un d¨ªa? En realidad, la pregunta est¨¢ mal formulada. Deber¨ªa ser: ?cu¨¢ntas pel¨ªculas se pueden dormir en un d¨ªa? Las siestas a mitad de proyecci¨®n son un cl¨¢sico festivalero. Este periodista vio con otros 11 acreditados en un pase de mercado el documental Steve McQueen: the man & Le Mans, y en un momento dado solo ¨¦l y otra periodista brit¨¢nica estaban despiertos. Los ronquidos se mezclaban con el ruido de los motores de los coches de carreras del filme. A falta de cerrar las cifras de este a?o, en la pasada edici¨®n se proyectaron 1047 filmes: 960 en sesiones de mercado controladas por el Festival, y el resto en las secciones oficiales. Habr¨ªa que multiplicarlo por las distintas sesiones de cada t¨ªtulo y a?adirle las proyecciones que se realizan de forma privada en el Mercado. Y volviendo a la pregunta inicial: el primer pase arranca a las 8.30 de la ma?ana y los d¨ªas que hay sesi¨®n de medianoche, esta empieza a las 00.30. Pueden enlazarse hasta nueve visionados.
- Las acreditaciones y sus castas. Dependiendo del color de cada acreditaci¨®n (en 2014 hubo 4675 acreditados por medios de comunicaci¨®n y 31.358 profesionales en el Mercado o acompa?ando pel¨ªculas en los concursos), se espera m¨¢s o menos cola a la entrada de las sesiones. Con la blanca ¨Cla privilegiada- se puede entrar incluso por accesos interiores a las salas o no esperar mucho en la puerta. La siguiente es la rosa con punto amarillo, despu¨¦s la rosa entera, la azul (la m¨¢s habitual, y por tanto la que la clase obrera festivalera) y finalmente la amarilla, con la que es casi imposible acceder a una sesi¨®n. El portador de la azul debe de esperar colas de hasta hora y media para ver sin con suerte entra a ver la pel¨ªcula. Tambi¨¦n est¨¢n las naranjas de los fot¨®grafos, las verdes para c¨¢maras y equipos de sonido de televisiones y las negras del Mercado: no sirven para entrar a las sesiones de prensa.
- La gente de La Croisette. En el paseo de la playa convive todo tipo de gente. Grupos de modelos eslavas a las que fotograf¨ªan para alguna revista, retratistas que te cogen y te hacen sentir como una estrella hasta que reclaman un dineral por la copia de la foto, el vendedor de Liberation que con sus gritos ameniza las ma?anas en la puerta del Palais, taxis-bicicleta¡ Hasta hace poco por su acera paseaban una pareja de mujeres que dec¨ªan ser madre e hija. Una estrella espa?ola, aseguran, se llev¨® a la cama a ambas. La mayor -?la madre?- falleci¨® y de la otra no ha vuelto a saberse. En el Vesubio, el restaurante al lado del hotel Mart¨ªnez, donde hordas de gente esperan ver a alg¨²n famoso, es famos¨ªsimo el camarero espa?ol: para reconocerle no hay m¨¢s que fijarse en el pin del Atl¨¦tico de Madrid que siempre lleva en el ojal de su chaleco. Enrique Cerezo ya le conoce.
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