Un ¡®Macbeth¡¯ est¨¦tico y digno para terminar
El director australiano Justin Kurzel vuelve en Macbeth a intentar retratar la ambici¨®n de poder absoluto del guerrero que mat¨® a su rey
El universo de Shakespeare l¨®gicamente supone una frecuente tentaci¨®n para el cine, pero tambi¨¦n ofrece un riesgo notable. Lo que este hombre genial narr¨® sobre las m¨²ltiples facetas de la condici¨®n humana, sus memorables personajes, el maravilloso lenguaje que utiliz¨® para describir sentimientos, pensamientos y conductas, la atm¨®sfera que desprende su obra, corre el peligro al trasladarlo a im¨¢genes y sonidos de perder su esencia, de que ese cine resulte teatral en el peor sentido.
Orson Welles, enamorado de ese universo y que de alguna forma pretendi¨® ser el Shakespeare del cine, lo adapt¨® en Otelo, Macbeth y Campanadas a medianoche. La tercera, esa tragedia sobre la deslealtad del rey a la decadencia de su viejo amigo Falstaff, es el Shakespeare cinematogr¨¢fico que m¨¢s amo. Junto al extraordinario retrato que hizo Mankiewicz, uno de los hombres m¨¢s inteligentes y cultos que ha dado el cine norteamericano, de la traici¨®n de Bruto, Casio y dem¨¢s conjurados al C¨¦sar y la posterior venganza de Marco Antonio despu¨¦s del asesinato de este en Julio C¨¦sar. Igualmente existen bastantes pel¨ªculas presuntamente shakesperianas ante las que se impone el olvido, academicistas o experimentales pero en ambos casos sin una pizca de alma, aunque los parlamentos que salen de la boca de los personajes contengan reflexiones de una belleza, una profundidad y una complejidad incomparables.
Despu¨¦s de Welles y de Polanski, el director australiano Justin Kurzel vuelve en Macbeth a intentar retratar la ambici¨®n de poder absoluto del guerrero que mat¨® a su rey y a todos los que supusieran un peligro real o imaginario para su permanencia en el trono, animado en su siniestra labor por una esposa a¨²n m¨¢s peligrosa que ¨¦l y obsesionado con las predicciones de las brujas, que en esta ocasi¨®n las encarnan ni?as y mujeres j¨®venes. Disponiendo de un texto sublime el director se preocupa fundamentalmente por la est¨¦tica, por desarrollar un potente estilo visual. Fotograf¨ªa los brumosos, lluviosos y espl¨¦ndidos paisajes de Escocia con un mimo especial. Es una pel¨ªcula que posee clima, la ambientaci¨®n est¨¢ muy trabajada, las batallas en medio de la niebla desprenden una violencia que te la crees. La actriz Marion Cotillard dispone de los registros adecuados para hacer veros¨ªmil a esa mujer manipuladora y cruel, que conoce inmejorablemente la naturaleza de su marido y sabe explotar el mutuo deseo que sienten. Sin embargo, la actuaci¨®n de Michael Fassbender me convence un poco menos. Su personaje es un ser torturado, dubitativo y fatalista, pero su expresividad permanentemente ensimismada y sombr¨ªa, me cansa en algunos momentos. Es una pel¨ªcula muy digna. Y pienso que no ser¨¢ la ¨²ltima que se haga utilizando a ese gran fil¨®n llamado Shakespeare. La capacidad de fascinaci¨®n, el clasicismo que alberga su obra seguir¨¢ tentando eternamente a los que narran historias con la c¨¢mara. Lo que es tarea casi imposible es que esas pel¨ªculas alcancen la grandeza del material que adaptan. Y sigue resonando en mis o¨ªdos, como siempre, esta frase de Macbeth: ¡°La vida es una historia contada por un idiota lleno de ruido y de furia, que no tiene ning¨²n sentido¡±.
Nunca me molesto en hacer quinielas en los festivales de cine ya que raramente acierto. Mis gustos no acostumbran a coincidir con el de los jurados. La pel¨ªcula que m¨¢s me ha gustado en la Secci¨®n Oficial de esta edici¨®n es Carol, de Todd Haynes, y despu¨¦s Juventud, de Paolo Sorrentino. Las mejores interpretaciones que he visto son las de Cate Blanchett y Rooney Mara en la primera y la de Michael Caine en la segunda. Los hermanos Coen, que presiden el jurado, intuyo que pueden ser raritos en sus valoraciones. No me sorprender¨ªa que la Palma de Oro se la concedieran a un director h¨²ngaro o a uno chino, con los que mi sensibilidad conecta poco en el caso del debutante L¨¢szl¨® Nemes y nada en el caso Hou Hsiao-Hsien.
Babelia
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